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Socialización del porno: las webcamers y cómo están cambiando la industria del entretenimiento para adultos

Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 05/02/2013

Los usuarios no quieren el producto procesado y empacado: quieren contribuir en lo que reciben --y están dispuestos a pagar por ello.

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¿Qué aspecto de la vida moderna no ha sido modificado por las redes sociales? Aunque su contribución parezca pequeña, la personalización de las experiencias online, así como las prácticas y necesidades del usuario han ido cambiando el rostro de la industria musical, del cine, de la comunicación y, por supuesto, de la pornografía.

Luego de décadas de un esquema tradicional de filmar pornografía y venderla como producto, las estrellas de la industria del entretenimiento para adultos están moviéndose hacia un nicho de mercado que, si bien no es nuevo, tiene beneficios tanto para ellas como para los consumidores: las webcam. Cientos de sitios ofrecen un chat en vivo con hermosas exponentes del porno por una cuota que podría ser el equivalente al precio antiguo de una película porno por, digamos, 5 o 10 minutos de experiencia directa. Esto, para muchos fans, constituye un nuevo tipo de relación.

Al interactuar con los fans, las pornstars también aprenden sobre las necesidades de su nicho de mercado. Para Ruby Knox, una veterana de la industria, no se trata sólo de disfraces o juguetes sexuales: se trata del comercio de la ternura. "Soy una 'prostituta de sentimientos'", afirma. "95% de mi tiempo 'exclusivo' [con el cliente en una sala de videochat] se trata de mí haciendo de psicóloga o escuchando una experiencia tumultuosa que marcó la vida del individuo. Si puedo ayudar a alguien mientras aprendo más sobre mí misma y sobre la humanidad, eso califica como una victoria."

Y entender a la humanidad también es muy lucrativo.

Los fans son tan comprometidos como los de una banda de rock: no sólo visitan las páginas de su estrella favorita de manera muy frecuente (digamos, varias veces al día), sino que les envían regalos y se preocupan por ellas. Norman, un visitante asiduo de webcamers, afirma que está a punto de ir a la bancarrota por su obsesión con tres chicas --desde su perspectiva, Norman siente que está en una relación con las tres, por lo que "las veo regularmente en línea, les compro regalos, no quiero decepcionarlas. Hago lo que puedo para hacerlas felices. Gasto tanto tiempo y dinero en ellas como haría con una novia, y nunca peleamos."

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Aunque algunos fans compren (y las chicas vendan) la fantasía de una novia ideal, ¿en realidad podría considerarse el asistir a un sitio de webcamers como infidelidad? Cliente y performer nunca tienen contacto físico, y lo más probable es que nunca lo tengan. Pero el dinero y tiempo que alguien podía haber gastado antes en una amante, los fans lo gastan en sus estrellas porno privadas al financiar relaciones más o menos ficticias con regalos, contribuciones económicas e incluso consejos, los cuales son bien recibidos por ellas.

La superestrella del porno Tera Patrick ilustra esto muy bien: "Mis fans seguían pidiéndome una película con tema asiático, así que hice una serie y es la de mayor venta. Siempre escucho sugerencias y escucho a mis fans."

Esto implica también un cambio en la conceptualización del "cliente", devenido ahora usuario luego de haber sido visto como consumidor durante décadas por la industria para adultos.

Desde el punto de vista de las prestadoras de este servicio también representa un cambio en el modelo tradicional del entretenimiento para adultos: en lugar de asistir a grabaciones, vérselas con compañeros y compañeras de trabajo, asistir a convenciones y todo eso, todo lo que se necesita para ser una webcamer es eso, una webcam y algo de tiempo disponible para hacer shows desde tu propia casa; perspectiva que comienza a ser obligatoria incluso en los sitios de pornstars consagradas como la francesa Katsuni, veterana de la industria que hace realidad las fantasías de sus fans en sesiones privadas de 1 a 1. 

Mujeres (y cada vez más hombres en un considerable mercado gay) de todas las nacionalidades y estratos sociales destinan algunas horas al día para shows privados en distintos sitios web. Además de la independencia económica y de tiempo que esto representa, las webcamers atienden a una de las características del Internet de nuestros días: la extrema personalización de la experiencia del usuario. Y lo hacen muy bien.

[Con información de The Daily Beast]