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Para algunos el show más sexy de la televisión, para otros un desperciable festival de programación mental y degradación del cuerpo femenino. Seguramente un poco de los dos: por una parte mujeres indudablemente hermosas (llamadas ángeles por el marketing de la marca de lencería más grande del mundo) en fantásticos atuendos de ropa interior elevada a la potencia onírica, pero al mismo tiempo un desfile de valores pueriles (música pop de Justin Bieber y Rihanna) y por momentos degradantes. Sobre el escenario todo el sistema del consumo y el deseo aspiracional al desnudo. Un show para que lo vean millones de zombies pero también para que fuera analizado por Baudrillard, Foucault o Lacan: la hiperrealidad, el curpo como objeto de poder, las fantasías eróticas con arquetipos infantiles, estados orales, el glam, y por momentos la belleza casi inalcanzable de las modelos pixelándose o robotizándose, revelando su carne de simulacro.