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La singularidad de las máquinas: el punto después del cual no habrá futuro para el ser humano

Ciencia

Por: Luis Alberto Hara - 11/27/2012

¿Dejarías que un iPhone condujera tu automóvil? ¿Que un robot fuera tu cirujano y el médico que te diagnostica? La singularidad —un concepto originalmente de la astrofísica— predice que llegará el día en que las máquinas serán tantas y tan perfectas que terminarán con el horizonte de posibilidades de la especie humana.

“Singularidad” es un concepto surgido en la astrofísica que define el punto en un agujero negro donde la materia está tan saturada que su masa es infinita pero no tiene volumen, lo cual lo convierte también en un “horizonte de sucesos” después del cual ya no es posible ver nada.

En la década de los 50, el matemático John von Neumann trasladó esta idea al desarrollo de la tecnología, pronosticando un momento de “singularidad esencial en la historia de la especie después del cual los asuntos humanos, tal y como los conocemos, ya no podrían continuar”, esto por el grado de avance que alcanzaría la tecnología.

Recientemente el concepto ha cobrado nueva fuerza en vista de algo que se avecina como un escenario cada vez más factible: el hecho de que haya dispositivos más inteligentes que un ser humano, algo que, de entrada, se plantea como inevitable de aquí a 5 años.

Hasta ahora las fronteras entre el mundo digital y el analógico son claras, entre el mundo de las computadoras y el de los actos humanos. Y si bien hay puentes de comunicación entre ambos —aplicaciones como Siri para el iPhone, que convierte la voz (analógica) en una respuesta digital— el primer paso sigue siendo prerrogativa de un ser humano.

Otro ejemplo similar es el de LIDAR, el sistema que controla el automóvil de Google que se conduce solo, aunque igualmente con un control mínimo por parte de una persona. Y si bien por ahora no es viable que LIDAR se adapte a un dispositivo de las características de un iPhone, si este llegase a procesar la información que recibe por medio de su cámara fotográfica con la misma precisión que el sistema visual humano, entonces este smartphone podría conducir por sí mismo el transporte, utilizando una tecnología similar a la que ya forma parte de nuestra vida cotidiana: la del reconocimiento facial y la del reconocimiento de placas de automóviles.

En este proceso de singularidad están involucradas dos fuerzas igualmente análogas a las que producen el fenómeno en el universo: por un lado el crecimiento exponencial y, por otro, la saturación crítica de data.

La primera es clara en sus efectos: en la existencia de desarrollos como Siri cuyo contexto presupone su perfeccionamiento y aun su superación —es decir, los mismos recursos que hicieron posible el reconocimiento vocal pueden hacer posible el visual si el problema es solo un asunto de capacidades (de megabytes versus gigabyte).

Por otro lado, la acumulación de información ha provocado que los dispositivos computacionales adquieran habilidades inicialmente solo humanas. Fue el vasto acervo de sitios en Internet lo que permitió la singularidad de lectura de las máquinas, y lo mismo para la voz y Siri y el desarrollo de la singularidad visual (en vista de las 72 horas de video que se postean cada minuto en YouTube): en junio pasado, Google conectó 16 mil procesadores en una máquina gigante de aprendizaje neural, dejando que esta navegara libremente en YouTube, teniendo como resultado que la red aprendió por sí misma a reconocer gatos. ¿Cómo fue esto posible? Casi de la misma manera en que un niño aprende a reconocer lo que observa con mayor frecuencia. En este caso, como se sabe, Internet es esencialmente el imperio de los felinos domésticos. Lo sorprendente es que la computadora reconoció a estos animales de entre una lista de más de 20 mil elementos.

Igual de sorprendente es Da Vinci, un robot cirujano que asiste en las operaciones de bypass gástrico con movimientos mucho más precisos que los que quizá será capaz nunca un médico. Si tan solo pudiera ver, sin duda sería el mejor cirujano existente. Si a eso añadimos la habilidad del diagnóstico —ya desarrollada en el prototipo Watson, que de entrada está por encima del 45% de error que un médico humano tiene al dictaminar la enfermedad de un paciente— entonces la triada de la salud estaría completa, y quizá, en un futuro no muy distante, haya hospitales ocupados enteramente por seres robóticos cargados con un tipo especializado de software (una versión en circuitos y partes móviles de un estudiante graduado en medicina).

Y si bien en este panorama se deben tener en cuenta otro tipo de circunstancias (en especial las sociopolíticas y económicas: por lo regular la vanguardia tecnológica se encuentra también en el puñado de países que se presentan como los de mayor desarrollo económico), sin duda la posibilidad planteada por von Neumann y otros investigadores representa uno de los mayores desafíos para nuestra especie, la misma que en épocas pasadas generó discursos de orgullo y amor propio exacerbado.

¿Seremos desplazados por nuestras propias creaciones en la falsa supremacía de este mundo? ¿Terminarán las máquinas con el horizonte de posibilidades de los asuntos humanos?

[Forbes]