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La crisis económica en los Estados Unidos no ha sido una motivación para que las grandes cadenas de supermercados planteen nuevas estrategias a favor de una sociedad más equitativa , sino todo lo contrario: un modelo en que las personas de menos recursos resultan aún más afectadas parece estarse gestando.

Ir al supermercado podría convertirse en una de las actividades donde podrías ser discriminado invariablemente.

El ideal plantea que las personas de escasos recursos son las que deberían recibir más apoyo social y gubernamental, pero en una acción contradictoria y rapaz, los supermercados en Estados unidos podrían replantear sus precios de una manera poco saludable para la economía de los pobres.

Dystopia es un reportaje del diario New York Times  que refleja cómo las cadenas de supermercados optan por una sucia estrategia (el famoso “cliente frecuente”) para que la gente pobre termine comprando más barato con la condición de que adquiera más productos.

En una sucursal de la tienda Safeway, Jennie Sanford paga $2.71 por un paquete de 24 piezas de agua embotellada, mientras que Emily Vanek paga $3.69.

¿Cuál es la  diferencia? En la base de datos de Safeway, las dos mujeres están inscritas en un programa de recompensas que beneficia a quien consuma mayor cantidad de una marca en específico. Las marcas y las tiendas, con estas acciones, obligan a que el consumidor a adquirir mayor cantidad de producto para mantener el descuento y, además, aseguran que durante el periodo que el cliente termine de consumir el producto, no adquiera el de la competencia.

Se espera que el programa de “Cliente frecuente” se extienda a otras cadenas de supermercados que, con el tiempo, podrían desplazar los precios estandarizados de los productos. 

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