La ópera no es, en modo alguno, un espectáculo aburrido, a pesar de la idea más o menos convencional que se tiene de ella. Sin embargo, en el caso de este performance a un tiempo científico y artístico, la idea de atracción adquiere un sentido totalmente inédito y desbordante.
En colaboración con la mezzosoprano Louise Ashcroft, los artistas Michiko Nitta y Michael Burton crearon un dispositivo que ajustado a la cara de la cantante, toma el dióxido de carbono emanado por esta durante su actuación para alimentar algas, organismos que tienen en este gas una de sus principales fuentes de alimento. Al final estas se servirían a los asistentes, para que “probaran la canción”.
El propósito del experimento fue mostrar cómo la biotecnología puede utilizarse para transformar organismos vivos de maneras creativas y únicas. En este caso las algas establecieron una relación de dependencia con la voz de Ashcroft, quien moduló su volumen y sus coloraturas para incidir en su desarrollo, pues dependiendo de la frecuencia, estas adquirían un sabor más dulce o más amargo.