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A diferencia de Superman, arquetipo de la luz, Batman está ligado a la oscuridad y al proceso chamánico de asimilar la sombra y el dolor para curar, asi como la incorporación de un espíritu animal, fuente de una fuerza excepcional

 

 

“Como hombre de carne y hueso puedo ser ignorado o destruido, pero como símbolo… como símbolo puedo ser incorruptible, puedo perdurar.”

Bruce Wayne, Batman Begins.

  I. La luz y la sombra

 

“Son como el ying y el yang. Uno es oscuro y misterioso, el otro es brillante y aventurero”. Casi de la misma manera en que un junguiano habría descrito metafóricamente la esencia arquetípica de la tendencias a la introversión y a la extroversión en el psiquismo humano, el dibujante Dave Gibbons definía con estas palabras la relación entre Batman y Superman, los dos icónicos superhéroes por antonomasia. Al igual que Superman, la aparición de Batman en los comic-books significó un quiebre total en la historieta norteamericana, específicamente en la historieta clásica de detectives, a la que paso a desplazar casi por completo, y, al igual que el kriptoniano, influyó en la gestación de toda una nueva generación de héroes.

Mezcla de Drácula y El Zorro, pero con claras influencias de “La Sombra” (su predecesor directo), Batman sintetiza los elementos esenciales de estos tres, incorporando su propia y significativa particularidad. Al igual que Lamont Cranston (La Sombra) y Diego de la Vega (El Zorro), Bruce Wayne (Batman) es un millonario que se dedica a combatir el crimen por sus propios medios, actuando fuera de la ley y utilizando para ello una doble identidad. Los tres personajes utilizan sus grandes recursos económicos, elevada inteligencia y habilidades atléticas, de subterfugio y de combate (El Zorro el esgrima, La Sombra las armas de fuego y Batman las artes marciales) para luchar contra sus enemigos, ocultando su identidad por medio de un antifaz, disfraz o una máscara. Pero la máscara no es simple ocultamiento, sino que es el rostro de la identidad heroica del personaje, una identidad que habitualmente el mismo considera más real que su identidad pública.

Estos elementos (la máscara, el subterfugio y el actuar fuera de la ley y del reconocimiento público) convierten a estos personajes en “antihéroes”, termino bastante impreciso que refiere a un tipo de héroes que es menos representativo de la moralidad pública que de un propio sentido de justicia. Este llamado antihéroe, que aquí llamaremos superhéroe sombrío, se acerca más en realidad a los héroes del policial negro, hombres justos que actúan en un sistema legal, político y social que no funciona, y se ven obligados a regirse por un código ético personal.

Desde una lectura sociopolítica, Superman y Batman pueden verse como las dos caras del Norteamérica: “Superman actúa generalmente de día, sus colores son los de la bandera estadounidense, no tiene nada que esconder, aparece con el rostro descubierto y representa a EEUU tal cual se piensa a sí mismo, fuerte, poderoso e invencible. Batman en cambio actúa de noche, con el rostro enmascarado, representa a su país tal cual es en la realidad, sus sombras y dudas nos permitirán conocer la psiquis de los superhéroes.” (Granori, “Justicieros del Imperio”, 2010).

II.     El superhéroe trágico

 Casi todos los superhéroes sombríos comparten dos rasgos que los distinguen aún más del resto de los superhéroes del comic. El primero es su humanidad. La mayoría de ellos no poseen fuerza sobrehumana ni poderes especiales sino que son hombres de carne y hueso que se distinguen del resto de los hombres comunes por su extraordinario valor, determinación y voluntad.

El segundo rasgo es que todos ellos se han convertido en héroes a partir de un hecho traumático que torció el rumbo de su existencia. Batman, cuyos padres fueron asesinados frente a sus ojos siendo niño, convertirá este acontecimiento en el sentido de toda su existencia, y actuará el resto de su vida movido por este. Análogamente, Punisher/Frank Castle padecerá el asesinato de toda su familia; Daredevil perderá la vista en un accidente (que lo dotará al mismo tiempo de sentidos aumentados); Rorschach habrá crecido arrastrando profundos traumas infantiles.

Todos ellos han asumido su identidad heroica como un destino fatal que no han elegido, sino que les ha sido impuesto. Como el héroe de las antiguas tragedias griegas, el cual ya no era un dios o un semi-dios sino un extraordinario hombre condenado a un destino funesto, el superhéroe sombrío se diferenciará del clásico superhéroe solar por su humanidad, su dolor y su complejidad psicológica.

 

III.  El arquetipo de La Sombra

“¿Sabes quién soy, basura? Soy la peor pesadilla que has tenido jamás, de las que te hacen llamar a gritos a tu madre.” Así se presentaba a sí mismo Batman ante un criminal desesperado en la obra maestra de Frank Miller, El Retorno del Caballero Oscuro. 

Una característica que define tanto a Batman como a todos los superhéroes sombríos que surgirán posteriormente, como Punisher, Daredevil o El Espectro, es la de encarnar una figura de terror que causa miedo en el corazón de sus enemigos. Todos ellos pueden asociarse simbólicamente a un elemento terrorífico: la noche (Batman), lo diabólico (Daredevil), la muerte (Punisher), lo fantasmagórico (El Espectro).

En la mitología griega existían unas figuras llamadas Erinias o Furias, las cuales tenían la función de impartir justicia persiguiendo a los autores de un crimen (generalmente asesinato), y cuyo horroroso aspecto incluía cabellos de serpiente, grandes alas negras y gritos aterradores, que causaban espanto a los perseguidos. El terror ante la persecución de estas figuras espantosas constituía simbólicamente el sufrimiento y la tortura del alma del culpable frente a la consciencia de sus propios crímenes o errores morales.  Este motivo mítico es también arquetípico.

En la interpretación analítica de los símbolos existe un arquetipo llamado La Sombra. Jung lo considera una estructura arquetipal formada por todos los contenidos reprimidos de la psique consciente. La Sombra en general se presenta en sueños (o en narraciones ficcionales) con la forma de un monstruo horrendo o una figura oscura vestida de negro que persigue y acecha al culpable (la consciencia), obligándolo a enfrentarse a ella. En términos poéticos, La Sombra es el espejo en donde se reflejan los aspectos más oscuros de nosotros mismos.

 IV – La Transformación Chamánica:

 

Una de las formas más antiguas del arquetipo del héroe es la del chamán. En todas las culturas tradicionales, el chamán es aquel que ha llevado a cabo el viaje heroico a los otros mundos y ha vuelto transformado portando un conocimiento y un poder esencial para el bien de la tribu. Para convertirse en chamán, el iniciado debe pasar por una serie de pruebas muy difíciles que involucran descender hacia las sombras más oscuras de su propio ser y atravesar profundas crisis internas, en las cuales está siempre presente el peligro de la desintegración del alma (o lo que es lo mismo, la locura y la muerte).

El chamán ha sido también llamado tradicionalmente “el sanador herido”, ya que solo a través del conocimiento de sus propias heridas podía este tener el conocimiento para sanar a los otros y el poder para hacer el bien. Como señala el investigador de chamanismo José María “El contacto con el dolor y la muerte constituyen un modo poderoso de exposición al conocimiento o a la necesidad de saber acerca de situaciones críticas… sus cicatrices son señales de su transformación en el camino del conocimiento para sanar” (Poveda, Chamanismo, el arte natural de curar 1997).

 Otro aspecto de la dimensión chamanica en el superhéroe en general, y en el héroe sombrío en particular, lo constituye el arquetipo de lo teriomorfico, el cual está en la fuente de los poderes (literales o simbólicos) de muchos de estos personajes, así como de sus antítesis, los supervillanos. Lo teriomorfico hace referencia a una fusión entre lo humano y lo animal, y puede rastrearse hasta las mitologías más antiguas de la humanidad. En las eras prehistóricas, el héroe chamánico buscaba la conexión con las fuerzas telúricas (instintivas) de los poderes animales. Al colocarse la máscara de su animal de poder, el chamán asumía los poderes de este. Al respecto, el mitólogo Esteban Ierardo menciona: “El héroe se identifica con lo animal, y de ahí le viene su fuerza excepcional. Hay que ver en esta posible identificación un proceso por el cual el héroe es capaz de trascender los límites de lo humano y recuperar su relación con fuerzas más arcaicas que trascienden a la razón”.  Batman, Wolverine, Wolverine, Aquaman, Hawkman y Catwoman son algunos ejemplos de este arquetipo presente en la imaginación heroica posmoderna.

En el mito del superhéroe trágico, vemos como esta dimensión chamanica y autotrascendente constituye la diferencia substancial entre este y el héroe trágico de la antigüedad. Si la historia del héroe trágico culmina en su ineludible condena, la del superhéroe sombrío nace con esta. La particularidad del superhéroe sombrío radica en que a partir de su tragedia personal él ha constituido su virtud. En lugar de ser consumido por ella, el superhéroe sombrío se convierte en un héroe por la propia fuerza de la tragedia que traza su destino. Asumiendo su Sombra (su obsesión, su ira, sus temores, su locura), se convertirá el mismo en una furia, en un monstruo, en un ser mitológico. Se transformará, como el chamán al ponerse la máscara de su animal totémico, en algo más que humano, en un símbolo arquetípico. En términos junguianos: “Un jefe primitivo no solo se disfraza de animal; cuando se aparece con su disfraz completo de animal “es” el animal. Aún más, es un espíritu animal, un demonio terrible (…) La función de la máscara es la misma que la del originario disfraz animal. La expresión humana individual queda sumergida, pero, en su lugar, el enmascarado asume la dignidad y la belleza (y también la expresión horrible) de un demonio animal. En lenguaje psicológico, la máscara transforma a su portador en una imagen arquetípica” (Jung, El Hombre y sus Símbolos, 1961).

Podemos imaginar así, como Alan Moore imaginó, a este oscuro héroe repetir para si mismo las terribles palabras de Nietzche: “No luches contra monstruos, conviértete en monstruo. Si miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada.”

Llegados a este punto, creemos que puede hablarse sin dudas de una continuidad arquetípica entre la mitología antigua y el mundo imaginativo de los superhéroes de la posmodernidad. En la última parte utilizaremos este enfoque simbólico como plataforma para dar un salto cualitativo, de la ficción al mito, y del mito… al reino de los dioses.