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Las cámaras anecoicas: ¿el único lugar sobre la Tierra donde el silencio es posible?

Ciencia

Por: Jimena O. - 04/10/2012

Aunque el silencio total, como todos los absolutos, parece vedado a la percepción humana, las cámaras anecoicas están diseñadas para absorber todos los sonidos que en su interior se produzcan, reduciendo estos a un promedio de -9 decibeles.

El silencio total es, como todos los absolutos, una realidad solo accesible por medio de la imaginación. La percepción humana e incluso la estructura natural parecen tener impedidos esos estados en que un fenómeno se presenta en toda su apabullante plenitud.

En el caso del sonido existen, sin embargo, al menos un procedimiento para experimentar el verdadero silencio. Se trata de las cámaras anecoicas: habitaciones que por los materiales que recubren todas sus superficies evitan que las ondas sonoras reboten y se amplifiquen hasta la audición humana. En pocas palabras, no hay ni una pizca de eco en su interior, de ahí su nombre

Estas cámaras se utilizan sobre todo con fines de investigación, por lo cual las más conocidas se encuentran al interior de instituciones científicas. En la universidad inglesa de Salford, por ejemplo, construyeron una siguiendo el método cuasi laberíntico de insertar una habitación en otra y en otra hasta la última y más profunda, que tiene resortes como suelo. La de los Laboratorios Orfield de Minneapolis tiene como puertas de acceso dos similares a las de las bóvedas bancarias, además de piso y paredes que absorben cualquier sonido que se produzca ahí dentro. En esta cámara, por cierto, el sonido promedio ronda los -9 decibeles (realmente nada para el oído humano si se tiene en cuenta que una conversación alcanza los 60 decibeles y en una noche silenciosa se duerme a 30 decibeles).

Por último vale la pena mencionar la cámara anecoica de la Universidad de Harvard, célebre porque a inicios de los 50 la visitó el compositor estadounidense John Cage. Uniendo esta con otras experiencias, Cage compuso la que quizá sea también su obra más conocida, 4’33’’, una pieza que oscila entre el genio y el fraude pero que, se dice, nació por la imposibilidad de Cage (y de cualquiera de nosotros) por saber verdadera y empíricamente qué es el silencio absoluto. Cuando Cage salió de la cámara, dijo al ingeniero que se encontraba a cargo que dentro dos sonidos habían persistido a pesar de todo, uno agudo y uno bajo, los cuales resultaron ser su sistema nervioso y su circulación sanguínea.

Y si bien la obra de Cage nos invita a reflexionar sobre el silencio y la naturaleza de la música, su experiencia por otro lado nos hace preguntarnos, parafraseando el consabido koan, si el silencio dentro de esta cámaras existe solo cuando una persona no está ahí para verificarlo: "no tengo nada que decir y sin embargo lo estoy diciendo".

 

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