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¿Por qué no tenemos evidencia de civilizaciones extraterrestres a pesar de las altas probabilidades de que estas existan? ¿Es porque su tecnología no genera desechos detectables y viven en equilibrio perfecto con la naturaleza?

En astronomía existe una sentencia conocida como la Paradoja de Fermi formulada inicialmente por el célebre físico Enrico Fermi y desarrollada con mayor seriedad por el astrofísico Michael H. Hart y que, en términos generales, señala la aparente contradicción entre la alta probabilidad de que existan civilizaciones extraterrestres y la falta de contacto con dichas civilizaciones.

El también llamado “gran silencio” se considera uno de los grandes problemas de la astronomía y no han sido pocos los esfuerzos para intentar resolverlo, incluso desde ámbitos no menos imaginativos como la literatura de ciencia ficción.

Ray Villard en Discovery Magazine resume algunas de estas propuestas, una de las más interesantes la del escritor canadiense Karl Schroeder, quien piensa que “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la naturaleza”. Según esto, las civilizaciones extraterrestres se habrían desarrollado de tal manera que en su existencia no generan desechos que podrían detectarse.

Si esto es cierto, entonces los métodos actuales de búsqueda de vida extraterrestre con recursos humanos están condenados al fracaso y la esterilidad, pues los más importantes parten de la premisa de que dichas civilizaciones utilizan fuentes de energía como la fisión y la fusión nucleares y que incluso tienen plantas donde estos procesos se realizan. Al respecto dice Villard:

[…] los “aliens verdes” han alcanzado un estado utópico de balance con la naturaleza. En vez de un mensaje directo o una señal de radio, podríamos estar rodeados de sociedades avanzadas que estén mimetizadas en nuestra galaxia. Quizá, a largo plazo, sobrevivan únicamente este tipo de civilizaciones ecológicamente balanceadas.

Por otro lado, una solución un tanto más drástica a la Paradoja de Fermi es que la vida es inestable por definición y tiende inevitablemente a su propia ruina, aunque no sin dejar vestigios de su paso por este universo. Villard pone en este caso el ejemplo de la propia especie humana: si algún día nos extinguimos (lo cual no parece improbable), hay por lo menos 5 artefactos nuestros abandonados en la galaxia, “las últimas manifestaciones del Homo sapiens”.

Sin embargo, imaginando que otras civilizaciones emplean máquinas similares para la exploración espacial, esto significaría que algunos robots teledirigidos han explorado la Tierra sin que lo hayamos advertido. Igualmente el astrónomo Keith Wiley, de la Universidad de Washington, piensa que podría haber muchísimas de estas máquinas dispersas entre planetas y asteroides.

Lo curioso es que si esta propuesta y la anterior se conjugan, dichos artefactos pasarían completamente desapercibidos al ser uno con la naturaleza.

Sí, sin duda una paradoja laberíntica de la que parece difícil salir.

[Discovery]