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Discusión en torno a la marihuana como un agente evolutivo o como una droga que lleva al crimen y subvierte la sociedad

La discusión sobre la cannabis ha sido particularmente difícil en el contexto social más amplio y quizás sería necesario decir, en el contexto simbólico.

El mundo humano es una maquinación de nuestro subconsciente, en algún punto podemos decir que el universo no es más que un pensamiento. El Kibalion ya lo decía cuando afirmaba que el universo era mental. Cómo tal funciona sobre la base del mismo lenguaje del subconciente, me refiero claramente al lenguaje simbólico.

La aceptación de la cannabis se ha transformado en un símbolo representativo de la realidad[1], ser o no defensor de la cannabis constituye en general una posición coincidente con una forma de definir la realidad social. Como señala Erik Davis respecto a la marihuana (y las drogas alteradoras de la mente en general):

“The various social agendas of parents, teachers, and the ghost of God could be sidestepped not only by sullen monosyllables and the worship of unwholesome heavy metal guitarists but by tinkering with consciousness itself. What greater rebellion than rewiring one's experience of the world?[2]

Para sus detractores, su uso (medicinal o recreacional) atenta contra el orden social, el orden moral, el orden biológico (con apelativos a lo “anti-natural” del consumo, en general de psicoactivos) definiéndose ya no en un contexto comunicativo sino en el aislamiento propio de las certidumbres personales, su sola presencia es un desafío a la normalidad del mundo.

En el contexto de sociedades multiculturales como las nuestras finalmente la “realidad” es definida bajo una lógica estratégica, en que lo buscado es la hegemonía moral. El arma típica de estas discusiones no argumentativas, no comunicacionales, es la demonización de la contraparte; siendo la cannabis considerada por una parte de la sociedad como una droga criminogénica, tóxica para el cerebro, depresiva, droga de entrada a otras drogas más dañinas (Gateway drug), responsable de daño cerebral, entre otras acusaciones. En general, no mas que mitos con alguna evidencia anecdótica ciertamente no concluyente y marcadamente parcial.

Por el otro lado de la discusión están los defensores acérrimos de la cannabis entre otros compuestos alteradores de la psique, entre ellos podemos nombrar a grandes como Terence Mckenna, Marc Pesce, Erik Davis y Timothy Leary entre muchos otros quienes se han aproximado al cannabis (y a las drogas psicomiméticas en general) en tanto reconsideración de su rol cultural, considerándolas incluso necesarias para la supervivencia humana dentro del contexto de la temática posthumanista o transhumanista bajo la reivindicación de las drogas como herramientas de desarrollo personal[3].

Así y todo, la mayoría de la gente se mueve en posiciones más amagadas, menos radicales, de otro modo ambas posiciones son prácticamente irreconciliables, son proposiciones de la realidad incompatibles.


[1] Erich Goode, Marijuana and the politics of reality, Journal of health and Social Behavior, Vol 10, No. 2  (Jun. 1969) pp.83

[2] Erik Davis, Teenage Head: Confessions of a High School Stoner, The village Voice, Jun. 1993

[3] Michael Garfield, The Psychedelic Transhumanist, H plus magazine, 29 de septiembre de 2009.