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Buena parte de nuestra interacción racional con el universo físico se rige a partir de considerar a la velocidad de la luz como una constante universal; sin embargo registran evidencia que sugiere que esta constante pudiese estar variando, disminuyendo.

La velocidad de la luz podría ser considerada la constante universal por excelencia dentro del paradigma científico que ha regido las últimas décadas. Esta marca representa un parteaguas en la manera en que entendemos el universo físico, la utilizamos para calcular la edad del universo, para medir la distancia entre galaxias, para entender la materia oscura y para acuñar decenas e definiciones de preceptos fundamentales de la física. Pero, ¿qué pasaría si este pilar supuestamente inmutable estuviese experimentando una variación? ¿Cuáles serían las consecuencias de que se comprobase que la velocidad de la luz esta diminuyendo?

Recientemente parece haberse detectado evidencia que sugiere que la velocidad de la luz e esta desacelerando. Esta hipótesis ha sido reportada por un investigador francés de la Universidad de Nantes, Yves-Henri Sanejouand, y a pesar de que la afirmación aún se mantiene en el plano de la especulación científica, lo cierto es que es una probabilidad a la cual cada vez mayor número de científicos parecen estar tomando en cuenta. Y en caso de que se confirmara obligaría, por un lado, a replantear algunas de las leyes más significativas e la física (lo cual probablemente conduciría a un estado de caos en el pensamiento científico) pero por otro lado abriría una nuevo horizonte de posibilidades que seguramente nos permitiría finalmente responder cientos de interrogantes que hasta ahora se han mantenido virginales ante el estudio humano.

A través del telescopio Hubble se pudo observar que ciertas galaxias están alejándose de la Tierra a una velocidad proporcional a la distancia que nos separa de ellas. La explicación tradicional es que están siendo expulsadas por la expansión del eje tiempo-espacio. Pero para que esta hipótesis tenga sentido requiere de la existencia de la famosa materia oscura, cuya paradójica naturaleza (en caso de que realmente exista) hace que jamás haya podido ser confirmada con contundencia pero a la vez, si es verdad que existe, es muy probable que constituya el 70% del universo. Pero, si la velocidad de la luz esta en realidad disminuyendo, entonces este alejamiento de las galaxias correspondería simplemente a un efecto óptico. Y en este caso la existencia de la materia oscura ya no sería necesaria para entender este fenómeno. Otro enigmático pulso entre la comunidad astronómica corresponde a lo que se conoce como la “anomalía Pioneer”. En la década de los setentas la NASA envió un par de naves espaciales, las Pioneer 10 y 11, para explorar diversos planetas y luego, eventualmente, dejaron nuestro sistema solar. La misión fue considerada altamente exitosa pues se consiguió una gran cantidad de información. Sin embargo, ambas naves manifestaron una inexplicable aceleración con dirección al sol que era proporcional a la distancia que les separaba de este astro, y de acuerdo con Sanejouand, esto podría explicarse admitiendo que la velocidad de la luz no es una constante que aplica al tiempo.

La idea de que la velocidad de la luz es finita y constante se consolidó en 1727 con el astrónomo británico James Bradley, y no fue hasta 1879 que se estimó, por primera vez, la velocidad de esta variable: 299,949 km/s (cifra bastante próxima al valor actual). Mientras que los primeros intentos de medir la velocidad de la luz se registraron durante el Renacimiento, intentos encabezados por el matemático y astrónomo danés Ole Romer, quien dio un estimado aproximado del valor de esta variable. Entre las primeras décadas del siglo XVII y los comienzos del XX, el comportamiento de la luz generó mútliples polémicas entre la comunidad científica, hasta que finalmente fue aceptado, de manera unánime, su rol como una constante universal. Ya en 1905 Einstein propuso su legendaria teoría de la relatividad y con ello se abandonaron los conceptos absolutos de tiempo y espacio para abrazar la constancia de la velocidad de la luz como una variable independiente del movimiento de la fuente o del observador. Y esta afirmación fue aceptada con tal contundenca que en 1983, durante la decimoséptima Conferencia General de Pesos y medidas, que se llevó a cabo en Francia, se decretó que: “Un metro es la distancia del recorrido que hace la luz a través del vacío durante un intervalo de tiempo de 1/299 792 458 segundos”. Con ello se asumía rotundamente, por definición “universal”, que la velocidad de la luz (c) simplemente no puede variar.

Y tomando en cuenta el fundamental papel que juega en nuestra interacción con el universo físico el asumir a la velocidad de la luz como una variable absolutamente invariable, regresamos a la pregunta inicial ¿Qué pasaría si se comprobara que la luz no es una constante sobre el tiempo y que de hecho esta disminuyendo? Por un lado la variación sería tan mínima que inicialmente no afectaría nuestra vida cotidiana, pero lo cierto es que ya estaríamos viviendo una falta de exactitud explícita en nuestro modelo de medición tanto en tiempo y espacio, como en peso y medida. De acuerdo con Sanejouand la disminución en la velocidad de la luz correspondería a un 0.02-0.03 m/s por año, lo cual si bien podría considerarse como una variación insignificante en realidad podría tener drásticas implicaciones en un plano estrictamente científico. “la constancia de la velocidad de la luz es uno de los pilares fundamentales de la física contemporánea. Así que la posibilidad de que varíe (incluso en un rango mínimo) tiene enormes consecuencias (aunque sea desde una perspectiva teorética)” afirma el francés.

Pero más allá de los tecnicismos implícitos en esta teoría, e incluso más allá de que esta probabilidad sea o no confirmada, lo cierto es que esta noción viene a reforzar una vívida tendencia en la que algunos de las más importantes leyes de la ciencia parecen tambalearse (recordemos entre otras la teoría de que el tiempo esta desapareciendo o la creciente aceptación de que el tiempo y espacio son solo herramientas cognitivas) lo cual sugiere un replanteamiento del paradigma científico y, aunque no queda claro si es causa o consecuencia de este fenómeno detectado entre las ciencias, parece innegable que este rediseño no solo esta manifestándose en el mundo de la ciencia sino que aplica también al entorno espiritual, cultural, financiero, psicosocial, etc…

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