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El caso del tiroteo en Arizona perpetrado por Jared Loughner ha aumentado la ya alarmante polarización de la sociedad en Estados Unidos; reflexiones en este enrarecido clima político


Estados Unidos ha recibido el 2011 con una economía todavía muy débil y un clima político bastante enrarecido por la retórica incendiaria de ciertas figuras públicas y personalidades de los medios. Como si esto fuera poco, el año nuevo llegó también con un despliegue de violencia individual en la que fueron utilizadas armas de fuego. En esta ocasión, las víctimas no fueron estudiantes sino importantes políticos y funcionarios, entre ellos un juez y una diputada federal, así como personas de la localidad que acudian a un encuentro con su Congresista, como la nena de 9 años cuya imágen ha dado la vuelta al mundo y levantado la indignación generalizada.

La búsqueda de culpables no se ha hecho esperar, casi como si Loughner (el perpetrador) fuera sólo un instrumento y no el verdadero responsable.  En cualquier otro momento, el debate se habría enfocado casi exclusivamente en la pertinencia de fortalecer la regulación gubernamental en materia de compra-venta de armas de fuego. Y no es que quienes cuestionan los alcances y límites de la Segunda Enmienda a la Constitución Americana no esten aprovechando esta ventana de oportunidad que se abre para mobilizar capital político en favor de un mayor control a las transacciones en este mercado.  En esta ocasión la discusión gira también en torno a la necesidad (o no) de moderar el discurso político, sobre todo cuando éste pareciera ser más provocativo que de costumbre.

Buenos ejemplos de esta retórica nos llegan constantemente cortesía de figuras públicas como Sarah Palin, uno de los mas visibles miembros del (nuevo) Movimiento de la Tetera (Tea Party Movement o, como ellos se llaman a sí mismos, Tea Party Patriots).  En respuesta a la aprobación de las reformas al sistema de salud introducidas por Barak Obama, Palin lanzó un llamado a “do not retreat; re-load” (lo que podría traducirse como “no se retiren; recarguen”) el cual acompañó con un mapa en el que identificaba con miras de tiro (o punteros) unos veinte distritos que habían votado a favor de la reforma. Entre ellos se encontraba el de la Representante Demócrata por Arizona Gabrielle Giffords, actualmente en estado crítico después del disparo que recibiera de Loughner.  Loughner por su parte ha dejado un legado audiovisual que de cierta forma resuena con la retórica de la Tetera ya que en él manifiesta su gran desconfianza en el actual gobierno – al que acusa de intentar controlar los pensamientos de la ciudadanía – y urge a quienes le escuchen a defender la Constitución de “leyes traicioneras”.

Nadie niega que Loughner es un hombre profundamente perturbado pero la teoría que circula en diversos ámbitos – en versiones que van de lo simplista a lo muy elaborado – y que, gracias a los medios, va capturando la atencion del público, es que el discurso incendiario de Palin y compañia es también responsable por la tragedia de Tucson. Así pues, tenemos a diversos políticos y otras figuras públicas exhortando tanto a los partidos como a notorias personalidades de los medios a utilizar un lenguaje más moderado en sus declaraciones y a adoptar una actitud más conciliadora respecto a los desacuerdos. El mismo Barak Obama pidió, durante el servicio en honor a las víctimas de Tucson, utilizar “frases que alivien y no que hieran”.

Más allá de contribuir a la buena imágen de quien los hace, sirven de algo estos llamados a la cordura y la civilidad? Dado el clima de consternación e indignación generalizada que acompaña a este tipo de incidentes, es probable que en el corto plazo sí veamos mayor moderación así como diversos intentos por “esclarecer” aquello que se dijo y que, desafortunadamente, se “malinterpretó”. La misma Sarah Palin ya intenta hacer lo propio en vídeo pregrabado – evitando así una situación de gran estrés en la que pudiera seleccionar pobremente sus palabras de nueva cuenta.  Lástima para ella que no le salió del todo bien porque el uso que dió a ciertas expresiones un tanto anacrónicas terminó hiriendo las sensibilidades de la comunidad judía (o habrá sido plan con maña?)

La prueba de fuego viene en realidad la próxima semana, cuando la mayoría Republicana en la Cámara de Representantes rechazará formalmente las reformas recientes al sistema de salud.  Aunque dicho rechazo tiene muy pocas probabilidades de transformarse en medidas concretas (e.g. los Republicanos no tienen la mayoría en el Senado y, además, el Presidente tiene el derecho de veto), este acto es importante para los Republicanos porque fue una de sus más importantes promesas de campaña. El tono que se establezca en este debate puede marcar la pauta para futuras discusiones no sólo en torno a la reforma del sistema de salud sino también respecto a otros temas sumamente importantes como, por ejemplo, la reforma a la ley de inmigración, donde también la intolerancia ha ido rampante.

Si todas las partes lograran moderar el tono de su discurso, quizá hasta sea factible atenuar la creciente polarización que caracteriza a esta sociedad y que, entre otras cosas, impide legislar de manera razonable sobre armas de fuego. No para negar (o eliminar) el derecho a poseer y portar armas (aunque, si a esas nos vamos, no queda claro cual es exactamente el derecho que la Segunda Enmienda protege) pero si para evitar, en la medida de lo posible, que individuos como Loughner puedan hacerse de un arma y llevarla oculta a un evento público en un supermercado.[1]

Como dicen por ahi, soñar no cuesta nada.


[1]Juzguen por ustedes mismos. El texto de la Segunda Enmienda dice así: “Second Amendment – Bearing Arms. A Well regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms shall not be infringed”. En español, una traducción cercana es: “Segunda Enmienda – Portación de Armas. Siendo necesaria la existencia de una Milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, el derecho de la gente a poseer y portar armas no deberá infringirse”.