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El acto de copular con cadáveres, una de las actividades simbólicamente más crudas, sólo ha sido documentado en dos especies (pero en más de dos personas)

En muchos casos la sexualidad animal puede ser ampliamente didáctica para nosotros los humanos. La naturalidad con la que el sexo se desenvuelve dentro del mundo animal es en algún sentido ejemplar (ello sin caer en bestialismos). Sin embargo, este no parece ser el caso de algunos patos, en particular una especie que se encuentra en Holanda. En un caso muy sonado hace unos años, Koes Moelker, del Museo de Historia Natural de Rotterdam, fue testigo y pudo documentar un caso en el que un pato copulaba con otro, pero el otro estaba muerto. De hecho el registrar este poco envidiable espectáculo le hizo acreedor del premio Ig Nobel de Biología, laureado por una investigación que "no debe o no puede ser reproducida".

El único otro caso de necrofilia entre animales que haya sido documentado fue entre una especie en particular de ranas gigantes que habitan en Oceanía y el caribe, las Bufo marinus que no se satisface como tener sexo con cadáveres sino que incluso se la pasan bombeando diversos objetos "inanimados" en busca de incentivar su placer sexual.