A la distancia pareciera que un hombre exhuma cadáveres ataviado con un largo abrigo de piel de oso. Pero cuando las dos mujeres se acercaron a las tumbas del cementerio comprobaron que en realidad se trataba de dos osos hambrientos, quienes atraídos por el sutil olor de los restos humanos decidieron recurrir a esa peculiar dieta a falta de algo más.
El intenso verano que reciamente abrazo las tierras rusas ha provocado una escasez generalizada de alimento entre los osos de ciertas regiones del norte del país. Frente a la desesperación grupos de osos han sido vistos en cementerios municipales devorando restos humanos.
Esta tétrica escena, digna de un relato de M. Bulgakov (tal vez el mejor narrador de esas tierras), al parecer es una consecuencia más de la transmutación climática que vive el planeta. Más allá de que sea provocada por la torpe interacción del hombre con los recursos naturales o que sea parte de un ciclo natural planetario, lo cierto es que sus efectos son innegablemente tangibles.
via The Guardian
