*

El diario El País publica una interesante nota de perfil sobre este enigmático genio ruso que dio una lección al mundo al rechazar 1 millón de dólares y no ceder al delirio psicótico de la sociedad en su persecución del dinero.

El genio tímido, casi autista, de Grigori Perelman es doblemente asombroso, lo es por su capacidad de penetrar el código con el cual está diseñado nuestro universo, y por mantener una postura moral casi inconcebible en un mundo inmerso en una persecución psicótica del dinero, demostrada en el encomiable gesto de rechazar un millón de dólares que se le habían otorgado por el Instituto Clay de Matemáticas. Perelman manifestó que rechazo este premio porque no le parece justo como procede la comunidad matemática. El País ha hecho un notable perfil explorando la psicología de este héroe posmoderno:

Es uno de los grandes cerebros del siglo XXI. Ha revolucionado las matemáticas, abierto nuevos campos de investigación, resuelto la conjetura de Poincaré, recibido y rechazado los más altos galardones mundiales, incluido uno de un millón de dólares. Pero Grigori Perelman prefiere vivir aislado y pobre en un destartalado apartamento de San Petersburgo. ¿Por qué? ¿Qué se esconde detrás de este ser taciturno y egocéntrico, de este antiguo niño prodigio educado en los más avanzados laboratorios de la inteligencia soviéticos? Esta es la historia de Grisha, el genio.

Cabello despeinado, barba hirsuta, uñas largas, mirada reconcentrada, a veces perdida, ropa vieja. Quien se tope con este personaje en la calle -cosa difícil, porque casi no sale ya de su apartamento, salvo a comprar alimentos a la tienda más cercana- seguramente lo tomará por un simple vagabundo, un bombzh. A nadie se le pasaría por la mente que ese hombre desaliñado es un genio, el mayor matemático de los últimos tiempos, que encaja en el paradigma del científico chiflado. La gente considera que efectivamente ha perdido la razón, pero no por su dudosa higiene y aspecto, sino, ante todo, por haber rechazado el millón de dólares de recompensa que le otorgó el Instituto Clay de Matemáticas (Massachusetts, EE UU) por haber resuelto la conjetura de Poincaré -uno de los siete problemas del milenio-, y se negó a recibirlo a pesar de vivir con su madre en precarias condiciones.

Leer más en El País