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Reflexión sobre las elecciones del 4 de julio en México, la sepultura de la democracia y la "abyecta profesión de la tranza" colectiva.

El pasado 4 de julio del 2010, se realizaron elecciones en 14 estados de la república mexicana, en 12 de ellos se eligieron gobernadores, presidentes municipales y congresos locales. El contexto en el que se llevaron a cabo estos procesos es el de una rápida descomposición de la vida política y social de la república mexicana, el avance incontenible del crimen organizado, aderezado con la intromisión de la demoscopía pagada que proclama vencedores antes de tiempo.

Las fuerzas políticas que se enfrentaron fueron las mismas de siempre, pero con la modalidad de haberse arrejuntado en curiosas y extrañas alianzas. A la ya probada alianza del PRI y el Verde, se sumó, en algunos casos el PANAL y en el otro polo, la alianza calificada de antinatural del PAN y el PRD, a los que se sumaron, también en algunos casos, Convergencia, el PT y el PANAL, que por lo que se ve, va a todas sin importarle con quien. Estamos ante el puro pragmatismo político desvergonzado. Pero el caso más patético es el del PRD. Los nuevos administradores del partido, conocidos en los bajos fondos como los “Chuchos”, viejos negociantes de la política que provienen de la corriente “talamantista”, expertos en la abyecta profesión de la tranza, el cuatachismo, el intercambio de posiciones de cualquier rango y la traición, decidieron aliarse, nada menos y nada más, que con el partido que le robó la elección presidencial a su candidato en 2006, y con el creador de la nueva ética política del “haiga sido como haiga sido”. La explicación a esta aberración radica en el pavor que le tienen al PRI, miedo que por cierto se les quita cuando se trata de negociar aumentos de impuestos y leyes perniciosas para los habitantes de este maltrecho país. Y, bajo la batuta del dueto sensación de la temporada: Manuel Camacho y Cesar Nava, se dispusieron a dar la gran batalla, que todos sabemos estaba perdida. Para el honorable ciudadano, fue preferible pésimo conocido que malísimo por conocer. Así que este 4 de julio el partidazo tricolor se llevó el carro medio completo, en son de broma se dice que a la alianza PAN-PRD, les dejó la llanta de refacción.

Contemplamos la maestría, que con aplicación científica, aplicaron todos los partidos en el arte del fraude electoral. El catálogo fue rico y variado como en botica: la compra venta del voto, el uso de recursos públicos, la entrega de despensas, por cierto las más rascuaches son las del PRD, el regalo de tinacos, laminas, varillas y cemento, los programas sociales “para vivir mejor”, la entrega de placas para taxi, permisos para locales en tianguis y mercados, créditos para vivienda, insumos para el campo, desayunos con tamaliza y atole, acarreo a la puerta de la casilla y claro, todo la parafernalia mediática a la orden de partidos y candidatos. En la última elección de 2006 se puso en práctica el último descubrimiento del fraude cuasi perfecto en los consejos distritales electorales: mientras los consejeros y representantes electorales escuchan los resultados electorales que “canta” el presidente de los consejos distritales, los empleados del IFE y de los IFES estatales, encargados de capturar el cómputo de los votos, se dieron a la tarea de quitar por aquí y poner por allá, unos cuantos votos que cuadraran con los votos nulos para que no se descuadraran los números finales de los PREPs, y así llegar a la mágica diferencia del punto 56 por ciento. No lo dude, amigo lector, que este, nada sofisticado delito electoral, fue utilizado este pasado domingo.

El triunfo del PRI, solo incrementó el sombrío panorama para el futuro de los mexicanos y allanó camino a la devolución de los Pinos, que le ha estado haciendo el PAN en abonos al peñanietismo. Qué duda nos puede quedar que el “Chuchismo” y el calderonismo han cavado la sepultura de la democracia en México. Los mariachis ya ensayan las golondrinas que interpretaran en el 2012 a los panistas y para los “Chuchos” del PRD, les quedará el consuelo de algunas presidencias municipales, diputados locales “pluris”, síndicos y regidores, la morralla, las sobras electorales, que siempre son muy buenas para la cartera de estas lacras de la polaca nacional.