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Literatura intoxicada: famosos escritores aficionados a las drogas o el alcohol

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 01/25/2010

La revista Life publica una serie de cautivadoras imágenes de 22 de los más famosos escritores borrachos o adictos a las drogas

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*William Faulkner

Pocas cosas nos envían más al centro empalagoso del lugar común que la asociación del gran escritor con las drogas y el alcohol; versión del romanticismo (pasando por la inteligencia del pop) y la decadencia poética: el hombre que transfiere sus demonios a la página en una especie de exorcismo, y, sin embargo, para formar comunidad y alimentar el mito tenemos esta hueste de hombres de letras que frecuentaron en algún momento de sus vidas las mieles traicioneras de las sustancias embriagantes. Y aquella otra realidad de que salirse de la normalidad y ver el mundo desde un paraje mental alterno (atalaya o abismo) arroja muchas veces una versión-visión fresca, reveladora e inquietante del mundo.

La revista Life publica una serie de 22 imágenes clásicas de distintos famosos escritores que en algún momento de sus vidas tuvieron una íntima relación con el alcohol y/o con las drogas. Lo que vale la pena de esta lista son las imágenes, no la la lista en sí misma, la cual no es de ninguna forma exhaustiva. Tenemos por supuesto a Baudelaire (quien de alguna forma sentara las bases para esta asociación entre la estimulación psicoactiva y la escritura con sus Paraísos Artificiales); a Edgar Allan Poe, a quien se le debe entre otras cosas el estereotipo del borracho lúgubre, sin perder la precisión, de trágico final; a Ernest Hemingway, el borracho intrépido y heroico (clásico antiheroe); F. Scott Fitzgerald, el borracho bon vivant; a William Burroughs, el máximo referente del junkie. Y en una nota más reciente, Stephen King, quien tiene la notable anécdota estupefacta de no recordar haber escrito uno de sus libros.

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Entre los que se destacan por su ausencia en la lista tenemos a Samuel Taylor Cooleridge, quein compusiera el imperecedoro poema Kubila Kahn en un trance de opio; a su contemporáneo, Thomas de Quincey, cuyas Confesiones, son unos de los más grandes clásicos de la literatura toxicómana; el novelista irlandés James Joyce, cuya afición por el vino blanco podría ser una de las fuentes de su meta-lírica; al poeta Allen Ginsberg, quien utilizara sustancias psicodélicas en su plenitud; Phillip K. Dick, el maestro del sci-fi quien escribiera enganchado de las anfetaminas por una buena parte de su carrea literari (al igual que Jean Paul Sartre) y quien merece una revisión para ser incluido entre los más grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX, más allá de su género; y quizás hasta el mismo William Shakespeare, a quien se le han encontrado rasgos de marihuana e incluso se especula que consumía nuez moscada.

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