En su obturador se cristalizan sensualmente las escenas; una a una, como sutiles orgasmos aether glam, aparecen muñecas que se han quedado contemplando el tiempo en medio de un trance de estética hipnosis. Princesas suspendidas dentro de una melancolía paradójica, inmersas en un seductor estilo que surfea universos paralelos de la mano de Bruno Dayan.
El vintage futurista emana de su cámara en un lenguaje que nos remite a la fina sexualidad de angelicales niñas. Ellas, las novias de los ángeles, aparecen por momentos semimuertas y luego se reaniman en una vitalidad ultraonírica: el planeta es una cama de aether y las sábanas, como entidades fotosensibles, nos relajan al punto de inducirnos un incierto estado erótico que detona en nosotros una deliciosa confusión visual.
Muy probablemente terminarás rendido y voluntariamente cautivado frente a la sexy fragancia de este sueño fotográfico. El nuevo surrealismo metapop huele muy bien, recuerda al aroma de esa niña inocente que jugaba con espejos y escribía cada mañana, con celestial sonrisa, el sueño que la visitaba todas las noches con fractal repetición: un tierno acto sexual consumado entre un fantasma y una aurora boreal (y su fruto son aquellos venados que nacerán en el 2012).
En Pijama Surf agradecemos el trabajo del fotógrafo francés Bruno Dayan porque nos recuerda que el futuro ya no es lo que solía ser… ahora es más sexy que nunca.