David Paul Croneberg nace en Toronto, Canada, en 1943, graduándose más tarde de la Universidad de Toronto, en la carrera de literatura después de abandonar el departamento de ciencias. Su padre siendo periodista y su madre siendo música fueron suficiente influencia para que desde niño no sólo llegara a escribir relatos cortos sino que estos fueran publicados, siempre influenciado por su lectura entusiasta de ciencia ficción.
El joven Cronenberg fue a la casa de rentas de equipo de filmación y les hizo algunas preguntas a los que trabajaban ahí sobre una cámara de la que ya había leído sus manuales y así hizo su primer cortometraje: Transfer (1966) y un año más tarde From the Drain (1967), para finalmente llegar a su opera prima, la anti-drámatica, vacía de imágenes visuales, pero con una muy saturada pista sonora con textos en voz en off mezclados con una muy imaginativa sonorización: Stereo (1969).
Desde ese momento el impetuoso Cronenberg se ganó el buen apodo de “El rey del horror venéreo” y en estos primeros trabajos fue todo un Autor al escribir, dirigir, producir, fotografíar, y, por si fuera poco, editar. Una especie de pre-Robert Rodríguez pero con fondo y contenido, donde lo más interesante es que sus películas, con todo y las faltas técnicas y artísticas al rodarlas, son sólidas en cuanto a tema e inquietudes, las tres cientificaménte bizarras ocurren en infinitos pasillos que denuncian a la sociedad como una institución mental en la cual estamos atrapados, ya sea de forma telepática o esquizofrénica, o ambas, controlados mentalmente por un cruel sistema de producción. Una suerte de Alicia en el país de Darwin donde el paciente es horrorizado ante la pérdida de su consciencia individual por alguna infección que lo volverá parte de la masa (léase masa en el contexto de La Mancha Voraz (Irvin S. Yeaworth Jr., 1958)) desintegrante, la gran máquina que devora todo.
Años después logrará filmar su sueño: “El Almuerzo Desnudo”, una adaptación homónima de la obra magna del maestro de la generación beat, William S. Burroughs, pero no adaptada del texto de la novela literalmente (eso hubiera sido un fracaso antes de empezar), lo que hace Cronenebrg es usar partes de la obra, mezcladas con partes distintas de otras de sus novelas, aderezado con hechos biográficos de la vida de Burroughs.
David Cronenberg tuvo la suficiente visión para darse cuenta del gran proyecto de vida que es el propio Burroughs y lo filma en un meta-cine barroco, que es una alberca de alegorías para el conocedor y un viaje hacia el fin de las especies para el espectador, que con la sensibilidad necesaria, iniciará un culto. Es muy intersante el uso en esta cinta de efectos especiales físicos en contra de los efctos por computadora que no se han dejado de usar desde esos días.
La obra de este genial director ha sido influenciado por Burroughs, por ejemplo en Shivers (1975) o Rabid (1977), la amenaza es bacterial, orgánica, desde el interior del individuo, nocivos entes microscópicos que serán devastadores para la sociedad que se infecta a través del contacto físico. En Scanners (1981), Cronenberg continuá con su interés, iniciado desde sus años mozos, por la telepatía.
Autor: Psicanzuelo / Colaborador PS
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