Un nuevo bar se perfila como uno de los musts de la capital inglesa: Alcoholic Architecture. En este singular espacio, el alcohol no se bebe sino que se respira: aspersores llenan el ambiente de vapor etílico a base de gin & tonic. Al entrar, el cliente queda envuelto en un rocío de ginebra que en menos de 40 minutos es capaz de producirnos desde una borrachera leve hasta una intoxicación, según nuestro ritmo de respiración y capacidad pulmonar.
Le decoración del lugar está hecha con rodajas de limón y popotes gigantes, así como con sonidos burbujeantes, esto para dar la sensación completa de estar nadando (ahogándote) en gin. Hay un código de etiqueta especial para asistir al lugar: un traje plastificado que evita que los vapores de la ginebra se impregnen en la ropa, lo cual, puede llegar a ser contraproducente en el ámbito laboral y familiar.
La idea pertenece a Sam Bompas y Harry Parr, conocidos en el medio de la experimentación gastronómica por sus banquetes de gelatina y su cine rasca-huele. Además de ser una propuesta interesante y e innovadora, nos parece que es una gran alternativa para todos aquellos con problemas en el hígado, colón, intestino o para aquellos que sufren con los alcoholímetros.