El miedo a la gravedad de la clase media en México

Que hoy haya más clase media que personas en pobreza en México suena como un gran caso de éxito, pero no solamente es una estadística, pues representa cambios importanmtes en los ámbitos social y político del país. El dato, difundido por el Banco Mundial y celebrado por la presidenta Claudia Sheinbaum nos hace preguntar ¿qué ocurre cuando millones mejoran sus ingresos, pero no necesariamente su sensación de seguridad ni de futuro? 

De acuerdo con cifras oficiales de la Secretaría del Bienestar, más de 12 millones de personas se incorporaron a la clase media durante los últimos siete años, un periodo que coincide con los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación. Según el Banco Mundial, la proporción de población considerada de clase media pasó de 27.2 por ciento en 2018 a 39.6 por ciento en 2024. En paralelo, la pobreza por ingresos se redujo de 35.5 a 21.7 por ciento, una caída de 13.6 puntos porcentuales. 

Cabe mencionar que el organismo internacional define como clase media a quienes perciben más de 17 dólares diarios —unos 340 pesos mexicanos—, mientras que considera pobres a quienes ganan menos de 8.30 dólares al día, alrededor de 166 pesos.

“Se trata de prosperidad compartida”, sostuvo la presidenta Sheinbaum durante una conferencia matutina al subrayar que el crecimiento sin distribución no produce bienestar social. En esa misma línea, destacó el aumento sostenido del salario mínimo: 197 pesos diarios en 2022, 260 pesos en 2024 y una proyección de 315 pesos diarios para 2026.

El contraste con las cifras nacionales

Sin embargo, el optimismo que sugieren los datos del Banco Mundial se matiza cuando se comparan con las mediciones internas. De acuerdo con las Encuestas Nacionales de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del Inegi, un hogar considerado de clase media en México percibe en promedio 22 mil 297 pesos mensuales, es decir, alrededor de 743 pesos diarios.

La diferencia es más que evidente; si el estándar internacional del Banco Mundial se ubica en 340 pesos diarios, el ingreso promedio que identifica el Inegi prácticamente duplica ese umbral. 

En este contexto surge una pregunta que no puede quedar de soslayo: ¿realmente se expandió la clase media o solo se flexibilizó el criterio para clasificarla? ¿Estamos ante un crecimiento estructural o ante un cambio metodológico que permite incorporar a más personas bajo la etiqueta de la tan anhelada “clase media”?

La respuesta –como en todo– es política. Porque más allá de la definición, lo que está en juego es la estabilidad social, las expectativas de futuro y el comportamiento político de millones de personas que ahora se perciben —o son percibidas— como parte de ese segmento intermedio.

¿Cómo es la clase media en México?

Para entenderlo conviene salir del dato y entrar al imaginario social. El sociólogo Gabriel Careaga Medina, académico de la UNAM, dedicó buena parte de su obra a desmontar las narrativas idealizadas sobre este sector.

En Mitos y fantasías de la clase media en México, Careaga describe al clasemediero mexicano como un personaje presuntuoso, festivo, aficionado a los deportes populares, lector frecuente de cómics y con una inclinación política predominantemente conservadora, aunque no exenta de contradicciones históricas.

Careaga documenta que, durante décadas, la clase media mexicana compartió precariedad e incomprensión con las clases populares. Fue a partir de la Revolución Mexicana cuando comenzó a consolidarse, desplazando gradualmente a sectores campesinos y accediendo a los beneficios del desarrollo industrial del siglo XX. 

En los años sesenta —según el autor— este grupo definió con mayor claridad sus rasgos más cuestionables: el culto al ascenso social, la aspiración al consumo como símbolo de éxito y la idealización de Estados Unidos como modelo de vida.

A esta caracterización se suman rasgos que siguen vigentes como la alta valoración de la educación, del trabajo constante y de la propiedad de la vivienda. En lo político, suele respaldar procesos democráticos, pero muestra resistencias cuando percibe que las políticas redistributivas o los movimientos populares amenazan su frágil estabilidad.

El libro Clases medias y vulnerabilidad a la pobreza. Reflexiones desde América Latina, editado por el Fondo de Cultura Económica, añade una capa clave al análisis: “desde el punto de vista aristotélico, la clase media es conservadora y tiende a evitar cambios abruptos, por lo que rechaza conflictos. Sin embargo, esto no basta para sostener que la clase media es forzosamente buena para la democracia”.

La falta de homogeneidad y la incertidumbre por sostener cierto nivel de consumo, mantiene a la clase media en una fragilidad que la vuelve vulnerable a retrocesos económicos.  

Más clase media, ¿y luego qué?

Si bien, el crecimiento de la clase media en México, es una oportunidad política, también un riesgo latente. Una clase media en expansión puede convertirse en motor de estabilidad, aumento de derechos sociales y fortalecimiento institucional. Pero también puede inclinarse hacia el miedo a perder lo ganado y respaldar alternativas autoritarias si percibe amenazas a su estatus.

Aunque el aumento de la clase media es plausible, cabe preguntarse qué tipo de clase media es la que se está formando. Si el aumento de ingresos viene acompañado de acceso real a derechos, movilidad social y participación política, el dato del Banco Mundial puede marcar un cambio histórico. Si no, el crecimiento podría ser tan frágil como las cifras que lo sostienen.


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