Chile cerró este domingo la segunda vuelta presidencial de 2025 con un dato contundente: según el conteo oficial del Servicio Electoral (Servel), José Antonio Kast se impuso a Jeannette Jara y se convirtió en presidente electo. En una elección marcada por el voto obligatorio y una alta participación, la jornada dejó un mapa político nítido: una mayoría que optó por un giro opositor y una izquierda oficialista que deberá reordenarse de cara al nuevo ciclo.
Resultados oficiales: ¿cuánto sacó Kast y cuánto Jara?
Con el 99.33% de mesas escrutadas, los resultados informados en el cómputo oficial son:
- José Antonio Kast: 58.18% (7,225,021 votos)
- Jeannette Jara: 41.82% (5,192,708 votos)
En total, sufragaron 13,362,344 personas, con 12,417,729 votos válidamente emitidos (el resto fueron blancos o nulos), de acuerdo con el reporte consolidado.
Una elección con voto obligatorio y participación masiva
El regreso del voto obligatorio volvió a poner el foco en una pregunta clave para 2025: ¿quién consigue movilizar mejor a la ciudadanía cuando el costo de “no ir” aumenta? La participación —por encima de los 12 millones— no solo elevó el volumen de votos, también amplificó el efecto de la percepción de “orden”, “seguridad” y “economía” como temas de campaña que suelen inclinar decisiones cuando el electorado se ensancha.
Claves de la noche: del conteo rápido al cierre con tendencia irreversible
Tras el cierre de mesas, el conteo avanzó con rapidez y consolidó una diferencia que se volvió difícil de revertir a medida que aumentó el porcentaje de actas escrutadas. Para el mercado político (y el mercado a secas), este tipo de cierres con tendencia sostenida suele traducirse en dos efectos inmediatos: disminuye la incertidumbre institucional y acelera la conversación sobre los primeros nombramientos, prioridades y señales económicas del gobierno entrante.
¿Qué sigue ahora en Chile?
Con los resultados oficiales sobre la mesa, el siguiente tramo es político e institucional: el país entra en fase de transición hacia el nuevo gobierno. Eso incluye negociaciones parlamentarias, definiciones de gabinete, prioridades programáticas y un reacomodo de fuerzas que, en la práctica, empezará a medirse por la capacidad del presidente electo para construir gobernabilidad.
En paralelo, la oposición y el oficialismo procesan el resultado hacia adentro: lectura de territorios, correcciones de estrategia y una disputa inevitable por el “relato” de la elección: si fue un voto de castigo, un voto identitario, un voto por agenda de seguridad, o una combinación de todo.
Lo que el resultado dice de 2025
Más allá del ganador, la elección deja una fotografía de época: un país que votó masivamente y que, al hacerlo, definió prioridades con consecuencias reales. En democracias tensas —y Chile no es la excepción— el reto no termina con la victoria: empieza con la capacidad de administrar expectativas, reducir polarización y entregar resultados medibles, especialmente cuando el mandato viene de una mayoría clara en segunda vuelta.