La batalla cultural de Agustín Laje entre el segregacionismo y el autoritarismo

En los últimos años, el discurso político argentino ha vivido un giro marcado hacia los extremos. Desde el ascenso de Javier Milei a la presidencia, ciertos referentes han ganado un protagonismo mediático sin precedente. Uno de ellos es Agustín Laje, politólogo, autor y actual líder de la Fundación Faro, una plataforma ideológica que respalda posturas ultraderechistas y libertarias. Laje no solo es una de las voces de confianza del presidente, sino también un férreo crítico del feminismo, del progresismo y de los consensos democráticos construidos tras la última dictadura militar, a la que suele referirse con tintes negacionistas.

Recientemente, el nombre de Laje volvió a acaparar titulares luego de que, en el contexto del Madrid Economic Forum 2025 —evento donde Milei gritó “muerte al socialismo” entre aplausos de empresarios cripto—, publicara declaraciones controvertidas en redes sociales. Esta postura encendió las alarmas de medios críticos, como “El Destape”, que decidió confrontarlo directamente en una entrevista conducida por el periodista Ari Lijalad.

Durante la conversación, Laje reafirmó su negativa a convivir con personas de izquierda. 

La entrevista escaló de manera tensa cuando Lijalad le preguntó si a las personas de izquierda “había que dispararles”, a lo que Laje respondió:

El periodista confrontó a Laje con una analogía histórica sobre el nazismo y el discurso de odio. 

“La eliminación del virus es la eliminación de la ideología política, no de las personas”, contestó Laje.

Cuando se le preguntó cómo se elimina una ideología política, Laje respondió:

Entonces no elige no convivir con los que piensan distinto –dijo Lijalad– los quiere convencer de que piensen como usted. 

“Por supuesto, eso es la batalla cultural”, respondió el libertario, ante lo cual el periodista señaló “Eso se llama autoritarismo". 

Para Laje, eso no es autoritarismo sino parte del juego democrático. Pero la insistencia en no convivir, no contratar ni relacionarse con quienes disienten, deja al descubierto una mirada excluyente y peligrosa en la esfera pública.

Así, el discurso de Laje no solo muestra los límites entre la libertad de expresión y la apología del odio, sino que también plantea preguntas urgentes sobre la deriva autoritaria que puede adquirir la “batalla cultural” cuando se utiliza como herramienta de marginación política y social.


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