Una computadora viviente, el primer 'bioordenador' del mundo

¿Una startup suiza ha desarrollado el primer “bioordenador” del mundo? ¿Una computadora de bajo consumo energético integrada por “minicerebros” humanos o humanoides?

Se han convertido en una ambición tecnológica las dudas de las filosofías de la ciencia y de la mente sobre si es posible “simular” un cerebro con capacidades de procesamiento de información similares a nuestros “ordenadores” lingüísticos, intelectuales y creativos, “nefashot” o vidas capacitadas para verse a través de imágenes metafísicas, poéticas y religiosas.

Reproducir el funcionamiento de un cerebro humano es un tema mucho más pragmático para la ingeniería informática, interesada en alternativas a las inteligencias artificiales vigentes, debido a sus capacidades relativamente limitadas y energéticamente ineficientes.

El enfoque revolucionario que propone la startup suiza FinalSpark es la denominada “computación Wetware”, el uso de “organoides” cerebrales desarrollados en laboratorio para la imbricación de un software, un hardware y dispositivos biológicos. Se trata de una forma de “biología sintética”, disciplina desde la que se diseñan y modifican sistemas naturales para ayudarlos o mejorar sus cualidades. Técnicas “biotecnológicas” como la edición del ADN.

La “bioinformática” parte de abandonar la interpolación de conceptos biológicos en la computación, es decir, los intentos de “reproducir” un cerebro, y cambiar a la premisa inédita de que una tecnología puede emerger trabajando con la vida misma. Ese es el caso de la computación Wetware de FinalSpark y de su recién creado bioprocesador, un computadora basada en organoides de cultivos de tejidos tridimensionales derivados de células madre neuronales.

Esta impresionante obra de neurotecnología desarrollada por sus investigadores se compone de dieciséis organoides cerebrales, alojados en cuatro conjuntos, cada uno conectado a ocho electrodos y a un sistema de microfluidos que suministra agua y nutrientes a sus neuronas vivas, similares en poder de aprendizaje y procesamiento a las neuronas de un cerebro convencional. En palabras de Fred Jordan, CEO y cofundador de FinalSpark:

La convergencia de las inteligencias artificiales, los avances en biología y las tecnologías de células madre han abierto nuevos horizontes en el campo de la biología sintética.

¿Las ciencias aplicadas se han acercado más que nunca a una sinergia completa entre tecnología y biología? ¿Hemos entrado a una nueva era informática, increíblemente compleja, eficiente como nunca antes y con un impacto medioambiental muchísimo menor?

Los investigadores detrás de FinalSpark han conseguido una alternativa interesante a los sistemas convencionales de aprendizaje automático. Una tipo de innovación que también se preocupa por el rendimiento y el ahorro energético. Sin ir muy lejos, la industria de las inteligencias artificiales consume entre el tres y el cuatro por ciento de la electricidad mundial.

Los procesadores con modelos de lenguaje de gran tamaño requieren decenas de gigavatios por hora, lo que equivale a seis mil veces la energía consumida por un ciudadano europeo en un año. En cambio, un cerebro humano promedio, con sus ochenta y seis mil millones de neuronas, utiliza solo una fracción de la energía que consume, 0,3 kilovatios cada hora.

Dicho esto, FinalSpark reconoce que su proyecto requiere todavía más maduración experimental. También hace falta una mayor retroalimentación entre especialistas, un compromiso que intentan cumplir sus investigadores con el programa de acceso “Neuroplatform”, que permitir a otros científicos de todo el mundo realizar experimentos remotos con los organoides de su bioordenador y poner a prueba los principios de la computación Wetware:

Creemos firmemente que un objetivo tan ambicioso solo puede lograrse mediante la colaboración internacional. Sin ir más lejos, durante los últimos tres años, Neuroplatform ha sido utilizado gracias a más de mil organoides cerebrales.

¿Estamos ante el primer puente hacia una mejor comprensión de nosotros mismos? ¿O estamos subestimando la complejidad del cerebro, la inteligencia y el “alma” que somos? En palabras del psicólogo, futurista y autor estadounidense Robert Anton Wilson:

En Si hablamos del cerebro humano como si fuera un bioordenador electrocoloidal, todos sabemos dónde está el hardware: está dentro del cráneo humano. El software, sin embargo, parece estar en todas partes. Por ejemplo, el software “dentro” de mi cerebro también existe fuera de él en formas como, por ejemplo, un libro que leí hace veinte años, que era una traducción al inglés de varias señales transmitidas por Platón hace 2400 años. Otras partes de mi software están formadas por el software de Confucio, James Joyce, mi maestra de segundo grado, Los Tres Chiflados, Beethoven, mi madre y mi padre, Richard Nixon, mis diversos perros y gatos, el Dr. Carl Sagan y cualquier persona y, hasta cierto punto, cualquier cosa que haya tenido alguna vez un impacto en mi cerebro. Puede que suene extraño, pero así es como funciona el software o la información.

 

Imagen de portada: bioordenadores, Freepik.

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