Michel Foucault revolucionó la comprensión del poder al proponer que no se limita a las formas tradicionales de soberanía estatal, como el poder del Leviatán descrito por Hobbes. En cambio, mostró cómo el poder opera a través de múltiples formas y estrategias que moldean a los individuos y las sociedades de maneras más sutiles pero igualmente coercitivas. Foucault identificó dos nuevas modalidades de poder que emergieron junto a la soberanía: el poder disciplinario y el biopoder.
En Vigilar y castigar, Foucault analiza cómo la disciplina no se basa en la fuerza bruta, sino en técnicas que entrenan y regulan a los individuos para convertirlos en "sujetos dóciles". Este tipo de poder utiliza métodos de supervisión constante, rutinas estrictas y jerarquías visibles para corregir comportamientos y fomentar la auto-vigilancia. Instituciones como las escuelas, fábricas, hospitales y prisiones son ejemplos de espacios donde la disciplina se manifiesta, recordando el diseño del Panóptico de Jeremy Bentham.
El Panóptico, una estructura arquitectónica diseñada para permitir la vigilancia constante de los prisioneros sin que estos sepan si están siendo observados, simboliza el poder disciplinario. La clave no es la vigilancia física constante, sino la internalización del control: los individuos aprenden a comportarse como si siempre estuvieran siendo observados. Este proceso de auto-corrección es central para el funcionamiento de las sociedades modernas.
En La historia de la sexualidad, Foucault introduce el concepto de biopoder, que se enfoca en la regulación de la vida a nivel de poblaciones. Este tipo de poder organiza y normaliza aspectos como la reproducción, la salud y la sexualidad, no mediante la prohibición directa, sino a través de discursos científicos y médicos que legitiman prácticas y normas. Por ejemplo, la patologización de la homosexualidad en el siglo XIX no se logró mediante coerción estatal, sino a través de discursos médicos que persuadieron a los individuos a adoptar "comportamientos normales" en nombre de su propio bienestar.
Tras la muerte de Foucault en 1984, las tecnologías digitales han transformado la dinámica del poder, dando lugar a lo que podría llamarse un "panóptico digital". Las redes sociales, los algoritmos y la recopilación masiva de datos actúan como nuevas formas de vigilancia y control. A diferencia del Panóptico de Bentham, en el panóptico digital somos tanto los vigilados como los vigilantes. Las vidas se han vuelto transparentes a través de la exposición constante en plataformas públicas, lo que genera una auto-corrección para ajustarse a los estándares percibidos como "normales" o aceptables.
En este contexto, la pérdida de privacidad no solo implica una intrusión externa, sino una transformación interna: ajustamos nuestro comportamiento para encajar en las expectativas de un público invisible. Así, el poder disciplinario y el biopoder se combinan en las redes sociales, donde no solo se regulan las acciones, sino también las identidades y los deseos, bajo la ilusión de autonomía.