¿Sabías que existen “bibliotecas”, es decir, espacios culturales con armarios de libros, “bibliotheke” donde puedes ponerte a “leer”, “legere”, recoger, recolectar, cosechar a una persona? Este sustantivo griego y este verbo latino son más profundos, es decir, más antiguos, más humanos que la dinámica solitaria de leer un libro tras otro.
Ser lector era para las sociedades tradicionales una vocación, un oficio o un cuidado. Sin embargo, compartir es algo más esencial, y si leer es hoy algo tan común, quizá sea porque secretamente sigue siendo “conocer” en hebreo, “lada´at”, nivelarnos interpersonalmente.
A principios del milenio, inicio en el reino de Dinamarca una curiosa propuesta que pretende resucitar al libro oral, no como fondo para los ojos, sino haciendo horizontales dos miradas:
La del escritor en el vacío y la del lector de un ser humano.
Una “biblioteca humana”, “menneskebiblioteke” en danés, es el experimento de escuchar a alguien como su propia historia durante treinta minutos. Sus objetivos son acercar psicología y cultura, además de luchar contra los prejuicios, pues estas bibliotecas pueden ofrecer “libros humanos” como personas desempleadas, inmigrantes, neurodiversas como los autistas, de religiones minoritarias, con modificaciones corporales, sin techo, trabajadoras sexuales, entre muchas. Escuchar a esta “gente historia” recuerda nunca juzgar un libro por su portada.
La primera biblioteca humana nació en un festival de música del año 2000 cuando el periodista y activista Ronni Abergel, su hermano Dany y sus colegas Asma Mouna y Christoffer Erichsen se propusieron buscar soluciones al fenómeno de la violencia juvenil en Copenhague, desafiando todo tipo de estereotipos a través del conocimiento dialógico.
Estas bibliotecas que no necesitan libros en negro sobre blanco se han replicado en más de ochenta países de todos los continentes y con culturas muy diferentes, algo que confirma su poder para reabrir una dinámica universal y llegar a experiencias transindividuales. Espacios que hoy forman parte de escuelas secundarias, universidades, hospitales, centros cívicos, museos, librerías y bibliotecas convencionales. En palabras del propio Ronni Abergel:
Organizamos encuentros para que la gente pueda hablar en un entorno seguro. Ha resultado ser un método eficaz para que la gente se conozca a través de la conversación.
Cada edición de una biblioteca humana puede armar un catálogo propio de “títulos humanos” o de distintas personas que han sufrido alguna forma de discriminación o rechazo a causa de su modo de vivir, de su origen, de sus creencias o de sus circunstancias vitales. En palabras de Stephanie Carvalho, trabajadora y activista de la Universidad de Alberta, Canadá:
Ser leído como un libro humano es una sensación extraordinaria. Cada conversación que tienes con un lector es diferente y sus razones para elegir leerte son tan diversas que a menudo es difícil planificar toda la conversación/“lectura” con antelación. Lo que sí es una garantía, al menos para mí, es que, tanto si eres un libro como un lector, la Biblioteca Humana es un lugar que crea momentos de comprensión y conexión.
Las bibliotecas humanas son eventos abiertos al público que puedes buscar en tu país de origen o de residencia. Son un gran ejemplo de cómo buscar soluciones alternativas para romper barreras sociales y construir comunidades más justas, esto de manera muy económica, sostenible y replicable en cualquier lugar del mundo, siguiendo un consejo de Mark Twain:
Buenos amigos, buenos libros y una conciencia tranquila: ésta es la vida ideal.
Imagen: Libro humano con modificaciones corporales, The Human Library Organization.