La soledad de Juan Gabriel sigue conquistando a México

Juan Gabriel no fue ni la voz de un país ni de una clase social ni de una comunidad gay ni de una televisora ni de un tipo de cultura musical. Juanga sigue cantando como la soledad que es el amor, un dios que no existe porque permanece en sí mismo, no imita, no es mimético y no consigue ser amado, sino amor. Amor a la mexicana, amor entre desposeídos, amor entre maricones, amor entre cursis de telenovela, amor entre personas en un concierto popular.

El Divo den Juárez cantaba que nada es como ayer. Sin embargo, a ocho años de su partida, los medios de México han quedado totalmente sorprendidos porque al menos algo sigue siendo como ayer y antes de ayer: el amor sigue siendo coreado por el público, esta vez de setenta mil personas en la explanada del Zócalo entre palacio nacional y la catedral metropolitana.

La idea de compartir de manera gratuita el último concierto de Juan Gabriel en Bellas Artes, ocurrido un 31 de agosto de 2013, una celebración privada de sus cuarenta años de carrera, era solo otra oferta modesta entre la larga serie de proyecciones de la Cineteca Nacional para septiembre de 2024. La primera función rebasó tanto las expectativas, con personas que no encontraron lugar en el recinto y debieron escuchar el concierto desde la calle, que la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México decidió trasladar la segunda función al Zócalo Capitalino.

Mis 40 en Bellas Artes, nombre de este espectáculo y también de uno de los álbumes en directo más exitosos de Juanga, que incluye canciones como Querida, Caray y El Noa Noa, se proyectará una tercera vez el viernes 27 de septiembre de 2024, en el Foro 1 del Centro Cultural Carranza, calle Lázaro Pavia, colonia Jardín Balbuena, alcaldía de Venustiano Carranza. Otra herida para la homofobia y el clasismo como aquella abierta hace más de cuarenta años en el emblemático edificio porfirista, uno de los espacios más exclusivos de la cultura mexicana.

 

 

Del 9 al 12 de mayo de 1990, acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la batuta del maestro Enrique Patrón, la primera presentación del Divo de Juárez en Bellas Artes fue cercada por el rechazo de la élite cultural de la época, indignada aparentemente porque el concierto se convirtiera en un precedente para que otros artistas populares accedieran al recinto, relegando a un segundo plano a la ópera, el ballet y la música de cámara. No ayudó la buena relación del cantante y compositor con el en ese entonces presidente Carlos Salinas. Si bien los ingresos del evento serían destinados a apoyar a la orquesta sinfónica, ¿por qué el “Señor Gobierno” debería depender de la buena voluntad de Juan Gabriel?, como señaló Carlos Monsiváis.

Sin embargo, a diferencia de gran parte de la intelectualidad mexicana, el cronista de la Ciudad, también un homosexual semi de closet en aquellos años de lo que se ve no se juzga, se atrevería a ver en Juanga no solo al hombre popular y hecho por Televisa en medio de la alta cultura, sino a la reiteración del amor en medio de la soledad humana que lo aplaudía y lo condenaba. Para el fallecido escritor, los defensores de la buena música se estaban ignorando los propios fueros de la emoción, quizá por ser demasiado ruidosos en su clasismo y machismo. Una ineptitud como la de Nicolás Alvarado, quien años después desoiría a México despedirse de aquel divo queer del amor porque sus letras siempre habían sido malas, no por jotas, sino por nacas.    

Monsiváis hizo un poco de escudero de Juan Gabriel ante una enfurecida fe machista disfrazada de mala conciencia de clase, la conmiseración respecto de lo que a la gente le gusta, lo que la gente vota y lo que la gente siente. De acuerdo a su crónica de aquel concierto en Bellas Artes, tras un inicio nervioso, el Divo de Juárez se adueñó del escenario con el apoyo de niñas y niños de Semjase, un albergue y escuela de música que financiaba en su ciudad natal.

Yo no nací para amar, nadie nació para mí. Juanga sabía que era uno y lo mismo que el amor, un dios que no existe porque está solo. Y si este dios sin poderes recibe el extraño milagro de tener a quien amar, a veces vuelve a ser solo amor, soledad en soledad o ese que canta se me olvidó otra vez que solo yo te quise, siempre hacia atrás, hacia el antes que no fue presente y diciendo obligo a que te olvide el pensamiento, pues siempre estoy pensando en el ayer.

Y es que cuando Juan Gabriel decía y muy tarde comprendí, que no te debía amar, nunca lo creía del todo, nunca renunciaba a la promesa de no ser el amor, sino la manera de amar de otro. Suplica quien solo cuenta consigo mismo abrázame muy fuerte amor, mantenme así a tu lado, porque siempre se dijo sin saber si fue oído yo en tu lugar… sí te amaría.

Este dios podrá dejar de estar solo el día que le canten, pero será una canción tan breve cuando otro dios tome su lugar: abrázame que el tiempo pasa y nunca perdona, abrázame que el tiempo pasa y ese no se detiene, abrázame que no le importa saber quién es uno, abrázame que dios perdona, yo puedo esperarte para siempre, pero el tiempo a ninguno.

 

 

Imagen: Juan Gabriel, 1975.

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