Alfred Hitchcock no es el primer director que se piensa cuando se habla del cine de arte o cine de autor, y sin embargo, pocos están a su altura, pocos tejen de manera más sutil y con mayor genio cinematográfico una trama. A Hitchcock no le interesa el arte por el arte, el derroche estético libre, todo está supeditado a una historia, generalmente una historia tensa que revela un proceso psicológico oscuro o patológico. Su control meticuloso sobre cada aspecto de su trabajo, cada gesto de los actores, cada cuadro, tono de color, música y por supuesto la edición, hacen del director británico uno de los grandes maestros de todos los tiempos.
Entre los temas recurrentes en sus películas podemos destacar el voyeurismo -o esa creciente fascinación por lo ajeno, por el misterio que enciende misteriosamente la vida de una persona aburrida y desencantada. En parte esto nos remite al mismo acto del cine, tanto la labor del director como del espectador, que son voyeuristas vicarios gracias al cine que nos permite mirar la intimidad de vidas ajenas, generalmente más interesantes que las nuestras.
Este artículo analiza las conexiones entre dos de las películas más icónicas de Hitchcock, La ventana indiscreta (1954) y Vértigo (1958), ambas protagonizadas por James Stewart y cuyo tema es la mirada indiscreta, y la obsesión que produce entrar a la vida de otro. Son varios los críticos que han observado las conexiones entre estas dos películas de Hitchcock, el más brillante de ellos sin duda Roberto Calasso, en su libro Alucinación Americana.
En La ventana indiscreta, el tema del voyeurismo se establece de inmediato a través de los créditos de apertura, que se desarrollan sobre la imagen de las persianas levantándose desde una ventana. La perspectiva de la cámara, al avanzar hacia la ventana solo para ser detenida por un corte, alinea la vista del espectador con la del protagonista, L.B. Jefferies (James Stewart). Confinado a una silla de ruedas debido a una pierna rota, Jefferies pasa sus días observando a sus vecinos a través de la ventana trasera de su apartamento, convirtiéndolo a él—y por extensión, al público—en un voyeur. La película mantiene al espectador siempre en la posición de Stewart, sin salir de su departamento, cada vez más obsesionado e intrigado por las vidas de sus vecinos, con tensión creciente hasta el punto de la obscenidad.
Vértigo, por otro lado, presenta una exploración más oscura y compleja del voyeurismo. Los créditos de apertura, con su enfoque en el ojo de una mujer rodeado de espirales, colocan inmediatamente al espectador en una posición de ser observado en lugar de observar. Este cambio de perspectiva de La ventana indiscreta a Vértigo marca una evolución significativa en el tratamiento del tema por parte de Hitchcock. Mientras Jefferies es un observador pasivo, Scottie Ferguson (James Stewart) en Vértigo es un participante activo en el acto de mirar, impulsado por su deseo obsesivo de descubrir el misterio que rodea a Madeleine Elster (Kim Novak). Este deseo, sin embargo, conduce finalmente a la destrucción en lugar de la resolución, ya que la mirada de Scottie se convierte en una herramienta de control y manipulación.
Las escenas iniciales de ambas películas refuerzan aún más las diferencias temáticas entre ellas. La ventana indiscreta comienza con un lento paneo por el patio, presentando al espectador el mundo exterior a la ventana de Jefferies. Esta secuencia establece los confines espaciales de la visión de Jefferies, reflejando la perspectiva limitada del espectador. En contraste, Vértigo comienza con una persecución de alta energía por los tejados de San Francisco, culminando en la caída traumática de Scottie que desencadena su acrofobia y el vértigo que da nombre a la película. Esta escena, desligada del resto de la narrativa, simboliza las profundidades psicológicas que la película explorará, muy alejadas de la realidad más terrenal de La ventana indiscreta.
Una distinción crucial entre las dos películas radica en la movilidad de sus protagonistas. Jefferies, inmovilizado por su lesión, está confinado a su apartamento, que se convierte tanto en su prisión como en su punto de observación. Su inmovilidad lo obliga a depender de sus habilidades de observación, convirtiendo su mirada en su principal medio de interacción con el mundo. Scottie, en contraste, es físicamente móvil pero psicológicamente atrapado por su obsesión. Su persecución de Madeleine lo lleva a través de San Francisco, pero sigue atado a sus miedos y deseos internos. Hitchcock utiliza estas formas contrastantes de movilidad para explorar diferentes aspectos de la vulnerabilidad humana: las limitaciones físicas de Jefferies frente a las limitaciones psicológicas de Scottie.
Ambas películas también abordan el tema de la soledad en el mundo moderno. A pesar de sus diferencias en movilidad, tanto Jefferies como Scottie están aislados del mundo exterior. Las tendencias voyeuristas de Jefferies lo mantienen alejado de sus vecinos, mientras que la obsesión de Scottie con Madeleine lo aísla de conexiones humanas significativas. Sin embargo, mientras que Jefferies finalmente se reconecta con la comunidad al resolver un asesinato, el viaje de Scottie termina en tragedia, subrayando el potencial destructivo del voyeurismo desenfrenado.
Ambos protagonistas están impulsados por un deseo de escapar de las realidades mundanas de sus vidas. Jefferies, un fotógrafo en busca de emociones, se aburre durante su convalecencia y anhela la emoción, que encuentra en sus actividades voyeuristas. Scottie, desilusionado con su trabajo como detective, se ve arrastrado a un misterio que difumina la línea entre sueños y realidad. El uso de la música y los elementos visuales en ambas películas acentúa aún más esta dicotomía: La ventana indiscreta con su música diegética y visuales arraigados en la realidad, y Vértigo con su partitura inquietante y secuencias oníricas.
La ventana indiscreta y Vértigo no solo están conectadas temáticamente, sino que también representan una evolución en la exploración del voyeurismo y la mirada masculina por parte de Hitchcock. En La ventana indiscreta, el voyeurismo es un arma de doble filo: conduce tanto al descubrimiento de la verdad como a la intrusión en las vidas de los demás. En Vértigo, sin embargo, se convierte en una fuerza destructiva que lleva a la caída del protagonista. Esta progresión refleja la comprensión cada vez más profunda de Hitchcock sobre las consecuencias de observar, así como su habilidad para utilizar el cine para sondear los rincones más oscuros de la psicología humana.
* Vertigo y La ventana indiscreta pueden verse en Amazon Prime