– Pon esta sal en agua y tráela aquí mañana por la mañana.
El niño lo hizo.
– ¿Dónde está esa sal? No la veo.
– Bebe un sorbo aquí. ¿Qué sabor tiene?
– Salado, padre.
– ¿Y aquí? ¿Y allí?
– Siento sal en todas partes.
– Está en todas partes, aunque no la veamos.
De la misma manera, querido, el Ser está en todas partes, dentro de todas las cosas, aunque no lo veamos. No hay nada que no provenga de Él. Es la verdad, el Ser supremo.
Tú eres eso, Shvetaketu.
Esta frase del traductor y maestro espiritual indio Eknath Easwaran pertenece al siglo XX de la física cuántica, como también a parte de un sutil pasado conceptual.
Las ciencias contemporáneas, para algunos, recuperan o confirman empíricamente, para otros, usan para sus teorías como una serie de imágenes, y para otros más, entrelazan con sus lenguajes, una noción básica de una presunta filosofía perenne o aquella sabiduría universal expresada en las localidades o versiones folclóricas de toda la humanidad antigua:
La verdad sin imagen es una naturaleza general de la que participan todas las cosas, un principio, una vida o un proceso universal único. "Monismo", una religión, una doctrina, una escolástica, un sentimiento oceánico o la quintaesencia de las místicas.
Las tendencias monistas comúnmente se identifican con las tradiciones espirituales asiáticas. Sin embargo, como cierto asombro o misterio, no eran ajenas para los diversos pueblos indígenas de América, África, Asia u Oceanía, y han sido parte del pensamiento europeo desde la antigua Grecia, a través del cristianismo, hasta las revoluciones científicas.
El uno sin segundo, lo infinito que no podría medirse o compararse, lo uno en su unidad oculta que fluye hacia todas las cosas. No siendo ni una suma ni una síntesis de todo cuanto es o actúa, los físicos contemporáneos afirman la veracidad de lo universal en los ordenadores, las células solares, la gravedad, el electromagnetismo o la energía nuclear.
Hay frases perfectas de lo que es el monismo a través de la Tierra y la Historia del espíritu:
Las estrellas son como letras que se inscriben a cada instante en el cielo. Todo en el mundo está lleno de signos. Todos los acontecimientos están coordinados. Todas las cosas dependen unas de otras. Todo respira junto.
Plotino, filósofo griego neoplatónico, siglo III.
Sabed que aquello a lo que se hace referencia como distinto de Al-lāh, o el universo, está relacionado con Al-lāh como la sombra está relacionada con la persona. El universo es la sombra de Al-lāh.
Ibn ʿArabī, místico y poeta andaluz, siglo XIII.
Quien posee a Dios en su ser, lo tiene de manera divina, y Él se manifiesta ante él en todas las cosas; para él, todas las cosas tienen el sabor de Dios y en todas las cosas es la imagen de Dios lo que ve.
Maestro Eckhart, fraile y teólogo alemán, siglo XIV.
Cómo es que la unidad de las cosas, o el universo, existe en la pluralidad y, a la inversa, la pluralidad… existe en la unidad.
Nicolás de Cusa, filósofo y teólogo italiano, siglo XV.
Todas estas cosas son una sola cosa, aunque haya muchos nombres… una y la misma divinidad ejerciendo sus poderes en todos los cuerpos cualesquiera que sean.
Isaac Newton, físico y teólogo británico, siglo XVIII.
Por tanto, esta vida tuya que estás viviendo no es simplemente una parte de la existencia entera, sino que es en cierto sentido el todo. Solo que este todo no está constituido de tal manera que pueda ser contemplado de una sola mirada.
Erwin Schrödinger, físico y filósofo austriaco, siglo XX.
Esta unidad del todo en el todo sobrevivió al fin de la Antigüedad y fue revisionada por los paradigmas modernos. Aparece en los trabajos de Giordano Bruno, Ralph Cudworth y Baruch Spinoza. Este filósofo judío neerlandés la resumiría identificando el pensamiento interior y el mundo externo, lo trascendente y lo inmanente:
Una sustancia única que es Dios y la naturaleza al mismo tiempo.
Spinoza influiría en pensadores del romanticismo del siglo XIX como Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schelling. Ayudó a la ciencia a reimaginar el universo a través de las investigaciones de Johann Wilhelm Ritter, sobre radiación ultravioleta, de Hans Christian Ørsted, sobre electromagnetismo, o en naturalistas como Alexander von Humboldt, Charles Darwin o Ernst Haeckel. Este zoólogo alemán propuso nociones sobre la interconexión natural, y términos como “ecología” y “filogenia”, inseparables de la biología.
Estas aportaciones trasformaron el darwinismo, de un proceso de selección y competencia aleatoria, a uno de la unidad que se ordena a sí misma y da forma a una cadena de parentesco entre los seres, desde la “monera” primitiva, hasta las plantas, los animales y los humanos.
Sin embargo, la gran paradoja es que el monismo es infalsable porque la única prueba posible sería presentar el todo, algo que experimentamos como la pluralidad de las cosas. Así lo han visto maestros espirituales como el gurú del siglo VIII Gauḍapāda:
Así como una cuerda que no se ve claramente al anochecer se imagina como una serpiente o una línea de agua, el Ser se imagina como varios objetos.
Lo que muchas tradiciones denominan “Dios”, la “natura creans” de Juan Escoto Erígena o la “natura naturans” de Spinoza, sería el proceso universal e indiviso que es toda “natura creata” o “natura naturata”. Este “panteísmo” o “panenteísmo” es una suerte de religiosidad monista no organizada, no sobrenatural y de libre acceso filosófico.
Una religión no sobre un Dios, sino sobre Dios como lo uno. Mientras Spinoza la fundamentó en las matemáticas y Haeckel en las ciencias naturales, varios de los padres o innovadores recientes de la mecánica cuántica la han entendido como una comprensión física distinta del dualismo que separa las escalas del universo o del simple dualismo del sentido común. Dos términos en esta mecánica ayudan a imaginar esto como un proceso universal:
El denominado “entrelazamiento”, al que ya era familiar la generación de Albert Einstein, supone que en un sistema cuántico se da una fusión de objetos tan completa que hace imposible distinguir las propiedades de sus subsistemas constituyentes. Es el caso de los protones y los neutrones en el núcleo eléctrico. Por ejemplo, los patrones individuales de estos objetos cuánticos, que también se describen como ondas, pueden combinarse y producir un oleaje que “parece” o que “es” único. No tiene sentido especular sobre los componentes de uno de estos sistemas precisamente por esa unidad que permite creer en un todo.
Por otra parte, si el universo es un sistema cuántico entrelazado, la “decoherencia” implica que solo es posible observar una parte. De acuerdo con el físico alemán Heinz-Dieter Zeh, un sistema se ve como grupos distintos de objetos individuales en realidades paralelas, es decir, el todo y su explicación carecen de una imagen constante y completa.
Esta falta de completud de la inconstancia recuerda que si nada tiene una naturaleza intrínseca, todo tiene la naturaleza del todo. Sin embargo, el todo no es idéntico a sí mismo, sino que da nuevas formas a la apertura. Como dice el Tao Te Ching de Lao Zi:
El Tao que puede expresarse
no es el Tao permanente.
El nombre que puede nombrarse
no es el nombre permanente.
El no-ser es principio del Cielo y de la Tierra.
El ser, de los infinitos seres es madre.
Por eso con el permanente no-ser
se contempla la esencia escondida.
Con el permanente ser
se contemplan meros indicios del Tao.
Estos dos tienen el mismo origen
aunque diferentes nombres.
Tanto al uno como al otro puedes llamarlos misterio.
Misterio de los misterios
llave de toda mudanza.
Imagen: risco, foto de Patrik Stollarz, The Spectator.