Para Irasema. Me confirmas por qué el mundo merece esperanza.
¿Sabías que se inspiran en una ciudad real aquellos tejados mojados de sol y barandales florecidos de Market Chipping, en el reino de Ingary? Lleno de colores de aire y de sonidos atrapados en su propio hechizo, este es el lugar de origen de Sophie Hatter, la protagonista de una de las más bellas películas anime del premio Oscar Hayao Miyazaki.
Hauru no Ugoku Shiro, Howl's Moving Castle, El increíble castillo vagabundo o El castillo ambulante de Howl es una película de 2004 basada en la novela homónima de la escritora y crítica literaria británica Diana Wynne Jones, parte de una trilogía con dos secuelas solo en negro sobre blanco, El castillo en el aire y La casa de muchos caminos.
Detrás de largometrajes que han cautivado al mundo como El viaje de Chihiro, Se levanta el viento, La princesa Mononoke, El niño y la garza y Mi vecino Totoro, el famoso Estudio Ghibli, inconfundible por su logo con la silueta de este ser regordete, ha tenido en Miyazaki a uno de los mayores artistas y amantes vivos. Adjetivos, juntos, sin duda redundantes.
Porque la estética de este cineasta japonés es una continua resurrección del amor, distinto de sus versiones simplificadas e ingenuas. Sus jóvenes protagonistas, sinceros y valientes, su deseo de proteger la naturaleza con la solidaridad humana, esa cooperación mística de la vida con la vida propia del Shintō. El amor existe no para sí mismo, sino para acompañar a los seres y las vistas que resucita de la indiferencia, el olvido o la violencia, como si siempre hubieran sido notados, nunca dejados de lado y sobrevivido a salvo sin dañarse.
Esto solo es posible aceptando la fragilidad de las cosas y la culpa continua del amor por ocupar primero un sitio que se dispone a dar. El artista hace esto reconociendo la belleza. El trauma de dar nuestro lugar a las cosas se vuelve disfrutable gracias a quienes escriben novelas, hacen películas y ayudan a construir ciudades como Colmar.
Con menos de cien mil habitantes, Colmar es una pintoresca y encantadora ciudad comuna de Francia. Ubicada en la Colectividad Europea de Alsacia, la capital del departamento del Alto Rin es distintiva por sus edificios de estilo gótico alemán y del primer Renacimiento. Su rico patrimonio cultural incluye antiguas iglesias, por ejemplo, la Colegiata de San Martín, además del antiguo convento de los dominicos, su teatro municipal, los canales de la así denominada Pequeña Venecia y diversas edificaciones que se remiten a la Edad Media.
Para muchos, un viaje imperdible más allá de la mega urbe de París, a solo dos horas y media de distancia de la capital francesa. Si uno revisa imágenes de Colmar, es difícil no coincidir en que, literalmente, parece un lugar sacado de un cuento de hadas. Tampoco es extraña su influencia en otras películas animadas como La Bella y La Bestia de 1992:
Estas casas hechizo existen ahora de tal forma que sería injusto hablar solo de un lugar bonito. Las siguientes dos frases de Jones pueden ayudarme a explicar qué busco decir:
Un corazón es una carga pesada.
Creo irrestrictamente en el libre albedrío. Si mi perro decide odiar a toda la raza humana excepto a mí, debe ser libre de hacerlo. Sí, creo en el libre albedrío.
El corazón siente toda la verdad del amor, que es la de la existencia posible de algo. El corazón ya siente todo ese mundo al que el amor puede dejar un lugar. Uno duda, pero una vez que se deja de lado esta carga, podemos ser sutiles en un mundo de amplitud indefinida. Dudamos porque, una vez que el mundo recibe esa realidad, estamos a su merced.
Nada impediría destruir las casas de Colmar, así como casi fueron destruidas las de Market Chipping. Hay un raro voto de confianza, un raro milagro en mantener estas cosas con el libre albedrío. Y sin embargo, el corazón puede atreverse a vivir en estos lugares, en vez de celarlos en su soledad. La historia del arte es así una confianza distinta a uno mismo.