Para Einstein, lo mejor es despertar de la ilusión del libre albedrío

No me atribuyo ningún mérito. Todo está determinado, tanto el principio como el fin, por fuerzas que escapan a nuestro control. Está determinado tanto para el insecto como para la estrella. Seres humanos, vegetales o polvo cósmico, todos bailamos al son de una melodía invisible, entonada a lo lejos por un músico misterioso.

Publicadas un 29 de octubre de 1929, estas palabras de Albert Einstein para el Saturday Evening Post son parte de una entrevista concedida al poeta y activista político George Sylvester Viereck. El gran físico que reconfiguró nuestra comprensión básica de la realidad también veía su genio como un desliz más del todo por la curvatura del tiempo y el espacio.

Al igual que distintos filósofos antiguos y contemporáneos, ¿Einstein rechazaba el libre albedrío como una ilusión sobre nuestro lugar en el universo y en nosotros mismos?  

La noción de libre albedrío pudo ser parte del desarrollo de una brecha entre el yo y el cuerpo, la idea de que el espíritu y la materia están separados, o de que el espíritu puede controlar a la materia. Quizá Einstein advirtió más este dualismo entre el yo y el universo.

Revisando su conversación con Viereck, es fácil ver por qué una de sus mayores influencias, sino la principal, fue el neerlandés y también judío Baruch Spinoza. Un pensador determinista que definió la libertad humana como conocer las causas que determinan el deseo y los afectos. La esclavitud es ser consciente de un deseo, pero ignorar su relacionalidad causal. La libertad es una virtud interna, propia, pero determinada. Conocer una necesidad interior es ser libre, en contraste con la esclavitud de dejarse llevar por determinaciones externas.

¿Qué es el determinismo para las mujeres y los hombres de ciencia en general? De acuerdo con el neuroendocrinólogo y escritor estadounidense Robert Sapolsky, detrás de cada pensamiento, acción y experiencia yace una cadena de causas biológicas y ambientales, desde el momento en que se activa una neurona, hasta el inicio de una u otra especie.

Einstein, sin embargo, más que “rechazar” el libre albedrío o cualquier ilusión detrás de explicarnos “mal” qué somos, por ejemplo, una voluntad que controlada un cuerpo o al mundo a nuestro alrededor, veía la verdad también como un proceso inagotable donde coinciden la curiosidad del científico y la humildad humana. Puede ser “liberador” no ser la causa detrás de uno mismo como si cada quién fuera un amo solitario.

De acuerdo con el filósofo británico Derek Parfit, creer que la existencia es un hecho personal refuerza una sensación de ser prisioneros de nosotros mismos. Perspectivas como la doctrina budista de la ausencia de un yo controlador iluminan el cosmos, los varios factores en constante cambio que vinculan al ciclo eterno del Saṃsāra.

Para algunos esto puede resultar desconcertante, pero para alguien como Einstein, ser el universo puede resultar profundamente consolador. El filósofo australiano Peter Singer coincidiría con el físico en que es una mejor definición de libertad referirse a una “sensación”. En todo caso, nadie puede negar haber gozado o sufrido el libre albedrío:

La teoría darwiniana sugiere que las opciones están limitadas en el sentido de que estadísticamente se puede predecir lo que la mayoría de las personas harán en determinadas circunstancias. Pero eso es diferente del tipo de sensación de libertad en primera persona que tenemos, cuando nos enfrentamos a una cuestión y tenemos esta fuerte sensación de que somos libres de elegir lo que hacemos.

En realidad, somos libres de elegir en el sentido de que si decido que esto es lo que voy a hacer, puedo levantarme y hacerlo, incluso si estadísticamente va a ser raro que la gente lo haga. La sensación de libertad que hay allí es genuina.

Para Singer, la felicidad se encuentra más que se busca, y la mayoría de las personas siente la necesidad de relacionarse con algo más grande que sus propias preocupaciones. Quizá tampoco para Einstein la pregunta alguna vez fue si tenemos o no libre albedrío, sino si las leyes o la física del universo lo permiten. Tenemos experiencias éticas y de libertad porque podemos conocernos a través de ellas. Empiezan y terminan con la fragilidad del cosmos, por lo que podemos conocerlo como si fuera un “yo” y no una emergencia infinita:

Soy determinista. Por lo tanto, no creo en el libre albedrío. Los judíos sí creen en el libre albedrío. Creen que el hombre moldea su propia vida. Rechazo filosóficamente esa doctrina. En ese sentido no soy judío… Creo con Schopenhauer: podemos hacer lo que queramos, pero solo podemos desear lo que debemos. En la práctica, sin embargo, me veo obligado a actuar si existiera la libertad de la voluntad. Si quiero vivir en una comunidad civilizada, debo actuar como si el hombre fuera un ser responsable.


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Imagen de portada: Albert Einstein, foto de Lotte Jacobi, Meister Drucke.

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