La identidad de los “centennials”, las y los jóvenes nacidos entre 1997 y 2012, cada vez pierde más vínculos con la religiosidad y las tradiciones de su entorno cultural. La “generación Z” se va convirtiendo en la menos religiosa hasta el momento.
De acuerdo con el investigador David Kinnaman, los adolescentes tienen hoy el doble de probabilidades que los adultos de convertirse en ateos.
Las encuestas de opinión pública muestran que la identificación con una creencia, así como la membresía a una iglesia o religión, han disminuido considerablemente desde la década de los setenta, después de un reavivamiento de estos fenómenos tras la Segunda Guerra Mundial. Esta tendencia crece en los países desarrollados de Occidente, sobre todo del norte y centro de Europa, siendo en Latinoamérica más común en Chile o Uruguay. Respecto de un siete por ciento de estadounidenses que no se consideran religiosos, hay un veintidós de canadienses, treinta y nueve de británicos, y cincuenta y seis de franceses o suecos.
Desde la década de 1950, cada generación sucesiva a la posguerra ha sido menos religiosa en promedio que la generación anterior. No se trata solo de una disminución de la asistencia a los servicios religiosos, sino de la socialización religiosa en las familias, lo que ha afectado en un todo, tanto a la fe, como a las prácticas relacionadas.
De acuerdo con un proyecto de investigación internacional de la Fundación John Templeton, la transmisión religiosa en la vida de una persona joven puede verse comprometida no solo por el nivel de religiosidad de sus padres, sino por el contexto social. Los centennials occidentales viven en un ámbito menos religioso que el de sus progenitores. Este ámbito son estados psíquicos convertidos en ideas. En palabras de la activista Ayaan Hirsi Al:
La única posición que no me deja sin disonancia cognitiva es el ateísmo. No es un credo. La muerte es segura y reemplaza tanto el canto de sirena del Paraíso como el temor al Infierno. La vida en esta tierra, con todo su misterio, belleza y dolor, debe vivirse entonces mucho más intensamente: tropezamos y nos levantamos, estamos tristes, confiados, inseguros, sentimos soledad, alegría y amor. No hay nada más; pero no quiero nada más.
Los centennials han crecido en sociedades donde hay una menor relación con el pensamiento mágico y se han diluido las religiones no solo como creencias y leyes, sino como cultura. También muchos de estos jóvenes son “irreligiosos” de tercera o cuarta generación. Hay una diferencia entre un ateo que argumenta que Dios no existe, a un solo suponerlo como sobreentendido generacional, compartido como algo que no se cuestiona porque carece de interés, de afección emocional, moral, existencial en las chicas o los chicos actuales.
Incluso ser religioso o cristiano sin consistencia doctrinal o práctica, es decir, simplemente serlo, es algo que se evapora, mientras la incredulidad sigue en aumento. A la pregunta del escritor Douglas Adams, contestarían con un “sí” muchos centennials:
¿No es suficiente ver que un jardín es hermoso sin la necesidad de añadirle y tener que creer que también esconde hadas en el fondo?
Incluso esta evanescencia de la adhesión o la práctica religiosas no implica necesariamente una desaparición del espiritualismo o de la creencia en Dios. El autor cristiano Rice Broocks define la creencia de muchos evangélicos, también jóvenes, como una “relación” y no una religión, término que apelaría a un núcleo duro de ritos, símbolos y escrúpulos. ¿O quién no conoce a más de una persona que se define como espiritual, no religiosa?
Podría decirse que muchos centennials han crecido en un ambiente sin o con un escaso tamiz moral. Un tamiz objetivo, pero que solo es visible en la subjetividad, algo vinculante que se siente. Dicho esto, no todos los miembros de esta generación son más liberales. Muchos tienden a buscan una identidad fuerte desde causas de nicho laicizadas que se pretenden exigir al resto de la sociedad. Hay una naciente reidentificación de lo que es el mundo con lo que debería ser, una soteriología inmanentista que, para bien o para mal, es otra fe.
En Pijamasurf les compartimos algunas explicaciones de internautas latinoamericanos a por qué los centennials parecen estar abandonando la religión:
Cuanto más evoluciona la sociedad, menos necesita de un Dios, menos aun de religiones.
Porque a los chavos les conviene, sin leyes que los tenga restringidos.
La religión ha sido un cáncer que solo ha traído a la humanidad guerras, miseria, injusticias, ignorancia y miedo al Dios o dioses de turno creados por unos cuantos listos para someter a los demás por medio de ese terror.
Porque la religión es una creencia espiritual, mientras los jóvenes tienen problemas prácticos y materiales que no pueden resolver dentro de este contexto de crisis económica mundial. En estado de supervivencia no hay religión.
Porque tienen acceso a la verdad, a decidir qué creer y qué seguir.
Una buena parte de la juventud ha entendido que las religiones solo sirven para sojuzgar y manipular a las mentes débiles, cerradas a la verdad que se puede demostrar. Han logrado entender que para ser personas correctas, morales y hacer el bien a los demás, no se necesita de religión alguna o pertenecer a una secta.
Porque hoy hay más amplitud de conciencia, la espiritualidad es el mejor camino.
Porque se dieron cuenta que la religión está en su conciencia, en sus actos. Al lo largo de los años, vi mucha Biblia, mucha oración, pero gente haciendo maldades.
Debido a las acciones de los líderes de las Iglesias. Muchos pastores y sacerdotes cometen acciones que contradicen principios que dicen defender y predicar.
Porque la religión juzga mucho, si no, la juventud no se alejaría.