Hannah Arendt fue filosofa como mujer, hebrea y politóloga. Su nacimiento en una familia judía alemana sería la inserción de su vida en la vida del mundo, acelerada como historia de manera vertiginosa antes y durante los peores horrores de la Segunda Guerra Mundial. Inserción que la llevaría al exilio, primero a París, luego a los Estados Unidos.
Nueva York la acogería, le daría un nuevo gentilicio que, como nombre de revista, The New Yorker, le permitiría cubrir el proceso del nazi Adolf Eichmann en Jerusalén. Esto llevaría a Arendt a analizar ese espacio extraño donde el pensamiento parece desconectarse del bien, del sufrimiento ajeno, de la vida. Sola justificación, la sombra alejada de un pájaro.
Su seminario en la neoyorquina New School for Social Research se llamaría precisamente “Pensamiento”. Arendt impartió este curso en 1974 mientras escribía La vida de la mente, su última obra, inacabada por su súbita muerte. Thomas Bartscherer de la Universidad de artes liberales Bard está trabajando en una edición crítica de este libro que incluirá las conferencias de la autora.
La bibliografía de aquel seminario incluía en orden no cronológico a Aristóteles, Cicerón, Descartes, Hegel, Heidegger, Heráclito, Hans Jonas, Charles Kahn, Kant, Nikolaus Lobkowicz, Jarava Lal Mehta, Merleau-Ponty, Nietzsche, David Pears, Parménides, Platón, Adolf Portmann, Bruno Snell, Gregory Vlastos, Eric Weil, Wittgenstein y Leibniz:
Sería una auténtica locura esperar que alguien leyera todos estos libros durante un semestre. Los puse en orden alfabético en lugar de cronológico para indicar que saltaremos libremente a lo largo de los siglos.
Esta es la bibliografía de aquel curso:
Cabe mencionar que Arendt dio este seminario en una institución conocida como la "universidad en el exilio", uno de los muchos centros de estudios en los Estados Unidos que recibieron a profesores, investigadores y otros intelectuales que salieron de Europa huyendo de los regímenes totalitarios de Benito Mussolini y Adolf Hitler. Personalidades como Erich Fromm, Albert Einstein, Leo Strauss o Alfred Schutz.
Terminando su vida, su libro y sus clases, Arendt parece reconciliarse con el pensamiento, no como resultado, sino como origen de lo mejor en nosotros. Se reconcilia con su nada, que puede ser más que banalidad. ¿Por qué pensamos y dónde estamos cuando lo hacemos? Esta fue la pregunta clave de su última inserción como sí misma en ese misterio:
Pensar, existencialmente hablando, es una tarea solitaria, pero no solitaria; la soledad es esa situación humana en la que me hago compañía. La soledad surge cuando estoy solo sin poder dividirme en el dos en uno, sin poder hacerme compañía.