¿Los grandes simios como Rakus pueden automedicarse y ser artistas?

¿Qué tan “humanos” son nuestros primos los monos? Nacido en 1989, Rakus es un orangután macho de Sumatra, un especie caracterizada por sus pestañas y grandes almohadillas en las mejillas, quien recientemente ha dado ejemplo de una conducta animal de automedicación no conocida y que ha sorprendido a los naturalistas de todo el mundo.

Investigadores alemanes que realizan labores de observación en el Parque Nacional Gunung Leuser, Indonesia, vieron a Rakus arrancar y masticar una liana perenne y medicinal conocida por los locales como “Akar Kuning”, o por su nombre científico “Fibraurea tinctoria”, empleada en todo el sudeste asiático para aliviar el dolor y la inflamación. El orangután estaría intentando curarse una herida facial provocada por peleas con otros machos.

Está bien documentado que diversas especies de grandes simios saben reconocer elementos naturales para utilizarlos de manera terapéutica. Por ejemplo, se ha observado a chimpancés masticar brotes de plantas de sabor amargo para calmar problemas estomacales. Al igual que gorilas y bonobos, también se les ha visto consumir hojas ásperas para deshacerse de parásitos en su sistema digestivo. Sin embargo, las acciones de este orangután muestran una complejidad notable, que interesa como un posible símil en otra especie del origen de la medicina humana. En opinión de Jacobus de Roode, biólogo de la Universidad Emory:

Es muy probable que sea automedicación. Es una sola observación. Pero a menudo aprendemos sobre nuevos comportamientos comenzando con una sola observación.

De acuerdo con las investigaciones publicadas en Scientific Reports, apoyadas en un registro fotográfico de junio del año pasado 2022, compartido por la Fundación Suaq, Rakus habría presionado esta liana trepadora, previamente masticada, para cubrir la herida abierta en su mejilla derecha, a semejanza de un vendaje improvisado. Esta manera de tratarse a sí mismo es muy fina, tanto por haber identificado qué planta debía utilizar, como por machacarla sin tragar sus jugos, recogiéndolos con los dedos directamente de la boca, sin esparcirlos en ninguna otra parte del rostro distinta del área afectada. En palabras de Isabelle Laumer, bióloga del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, ciudad de Konstanz, Alemania:

Esta es la primera vez que observamos a un animal salvaje aplicando una planta medicinal bastante potente para curar directamente una herida.

Las observaciones en el Parque Nacional Gunung Leuser se remontan a 1994, una reserva para cerca de ciento cincuenta orangutanes de Sumatra, una especie endémica de Indonesia, Brunei y Malasia en peligro crítico de extinción. Como uno de los machos dominantes de la zona, es posible que Rakus haya aprendido esta técnica, aparentemente bien asentada, de otros ejemplares ajenos al parque y lejos del escrutinio diario de los investigadores. Aunque no participo directamente de estas observaciones, de acuerdo con la presidenta y directora científica de la organización sin fines de lucro Dian Fossey Gorilla Fund, Tara Stoinski:

Si este comportamiento existe en algunos de nuestros parientes vivos más cercanos, ¿qué podría decirnos sobre cómo evolucionó la medicina por primera vez?

¿Qué tan parecidos seguimos siendo monos humanos y no humanos? Cuenta una leyenda que, en un pasado remoto, vivíamos junto a los orangutanes en perfecto equilibrio, hasta que un día despertamos a un lenguaje que estos simios rojizos se negaron a utilizar, quizá por miedo a ser esclavizados, algo que ha terminado ocurriendo, aunque habrían intentado refugiarse en las copas de los árboles, preservando un modo de vida más simple.

Los orangutanes habrían tenido, no más tiempo que nosotros, sino más espacio interior para pensar, solo pensar. Por eso en Indonesia, Brunei y Malasia son conocidos miles de años después como pensadores de la jungla, los otros hombres de los bosques, “orang Utan” en malayo, otra versión de la humanidad. Su extraordinaria inteligencia tiene un uso sencillo que no los protege de nosotros, perdiendo progresivamente su tranquila morada para meditar.

¿A lo mejor nosotros somos los otros hombres? Llegado el siglo XXI, sabemos, en todo caso, que humanos y orangutanes somos un noventaisiete por cierto iguales en nuestro código genético. Pero más allá de los números, hay más evidencias de esta cercanía entre grandes simios, una cercanía artística: en 1957, el pintor, poeta y coleccionista de arte Roland Penrose organizó en Londres una exposición titulada Pinturas de chimpancés, presentando a Congo, un pintor nacido en un zoológico, pero que puso a crear más de cuatrocientas acuarelas muy similares a las de los grandes autores expresionistas abstractos de Estados Unidos.

¿Es arte lo que hacía Congo? ¿Es medicina lo que hace Rakus? Podemos decir que Pablo Picasso decidió conservar con absoluto encanto una de las pinturas del primero. También que el segundo de estos simios no humanos supo mejor que muchos de nosotros, seres educados y modernos, cómo atender una dolencia que tiene un remedio en su mundo.


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Imagen: de portada: el orangután Rakus, EFEverde.

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