En su ensayo Fragmento sobre el tema de la religión, el escritor Thomas Mann admitía haber pensado en la muerte casi todos los días de su vida. Esta puede ser una introspección en el alma humana, sea que entendamos esta noción como una biografía, un más allá o un reconocimiento de emociones que parecen sobrevenirnos. Del mismo modo, la muerte puede ser planteada como un punto y final, la continuidad de algo o una paz difícil de definir desde esta dicotomía, el ser y el no ser. Es más adecuado aproximarnos a la muerte como un desinterés, ya sea porque aceptarla puede permitirnos desapegarnos como una pérdida radical de nuestros miedos que nos hacen difícil disfrutar vivir, pero para algunas personas este desapego puede ser respecto de una vida cuya calidad ya no puede distinguirse de sufrimientos físicos y psicológicos irreversibles. La muerte se convierte en un desinterés por una frase impositiva como “debemos vivir”, en una solución personal a un problema de deterioro del placer, las oportunidades y la estabilidad posibles.
El reino de los Países Bajos fue el primer país de la Unión Europea y del mundo en aprobar la eutanasia activa en abril de 2002, ya hace más de veinte años. El caso resiente la joven neerlandesa Zoraya ter Beek ha sido polémico por tratarse de una solicitud de eutanasia no ligada a padecimientos físicos incurables, sino a un sufrimiento psíquico continuo de una persona con depresión paralizante, autismo y trastorno límite de la personalidad. Una persona no desahuciada y de apenas veintiocho años, con una condición dolorosa que no podrá resolverse de manera definitiva a través de tratamientos psiquiátricos o terapia psicológica, o esta es, al menos, la opinión de los especialistas que Zoraya ha consultado. ¿Cómo sería vivir con una incomodidad permanente con uno mismo y con no querer lidiar con las propias expectativas de futuro? ¿Es descuido o respeto dejar a una persona con estas características tomar una decisión de esta magnitud sobre sí misma? Un debate sobre la libertad humana.
¿Damos crédito a quienes describen un dolor como insoportable, pidiendo gestionarlo sin ninguna interferencia? ¿O no podemos como colectividad reconocer la muerte como una elección individual, sobre todo si la motivación es la vulnerabilidad psicológica de la persona? La etimología de la palabra eutanasia viene del griego “eu”, bueno, y “thanatos”, muerte, bien morir, poner fin a la vida de un paciente para limitar su sufrimiento. La diferencia con el suicidio es que este puede ser un acto impulsivo, una crisis de angustia con distintas causalidades y que puede esconder una solicitud de auxilio.
La eutanasia legal por un motivo psicológico debería responder a una reflexión intersubjetiva sobre la calidad de vida. Implica una decisión libre y meditada sobre cómo poner fin a un estado mental doloroso, grave y sin salidas terapéuticas existentes o aceptables. Zoraya ter Beek explicó la alternativa a la que se le permitió someterse como un proceso informado con sus médicos y con su pareja. Recibirá un sedante y luego un medicamento para detener su corazón, acompañada por su novio en todo momento. Es posible que apreciar la vida también implique rechazarla cuando esta no se corresponde con un mínimo esperado de bienestar y que justifique un optimismo genuino. Como escribió el filósofo Emile Michel Cioran:
Solo deciden suicidarse los optimistas, los optimistas que no consiguen ser optimistas.
Para la mentalidad occidental ligada a valores cristianos, el suicidio implica un pecado porque la melancolía y el desinterés por seguir vivo es una pérdida de la fe, la gratitud para con Dios. Sin embargo, las Iglesias han dejado de estigmatizar a los suicidas, en el entendido de que no puede valorarse una vida humana por un único acto, como tampoco se debería negar compasión a su sufrimiento, aunque algo como la eutanasia siga siendo inadmisible para su moral. El teólogo católico Hans Küng fue duramente criticado a lo largo de su vida y carrera académica y sacerdotal por muchas de sus posturas divergentes de Roma, entre ellas, su defensa del derecho a la eutanasia. En 2010, escribió junto a Walter Jens el libro Morir con dignidad, un alegato a favor de la responsabilidad, además de ofrecer su punto de vista al sitio web Der Spiegel, uno de los más importantes en lengua alemana:
Siento que la vida es un regalo de Dios. Pero Dios me ha hecho responsable de este regalo. Lo mismo se aplica a la última fase de la vida: morir. El Dios de la Biblia es un dios de compasión y no un déspota cruel que quiere ver a la gente pasar el mayor tiempo posible en el infierno de su propio dolor. En otras palabras, el suicidio asistido puede ser la forma definitiva de ayuda en la vida.
Sería ridículo presentar la muerte de alguien como una protesta contra la autoridad de la Iglesia. Lo que sí quiero conseguir, sin embargo, es que el tema se discuta de forma abierta y amigable. El tema de la "eutanasia activa" ha sido tabú en Alemania desde las matanzas masivas de discapacitados por parte de los nazis.
Pero una jerarquía eclesiástica que se ha equivocado tanto con el control de la natalidad, la píldora y la inseminación artificial no debería cometer los mismos errores ahora en cuestiones relacionadas con el final de la vida. Después de todo, nuestra situación ha cambiado fundamentalmente en el siglo XXI. La esperanza de vida promedio hace 100 años era de 45 años y la mayoría de la gente moría prematuramente. Ahora tengo 85 años, pero eso es una extensión artificial de mi vida, gracias a esas 10 pastillas que tomo al día y gracias a los avances en higiene y medicina.
Son pocos los países que autorizan la eutanasia activa, pero además de los Países Bajos, esta es legal en Bélgica, Luxemburgo, Canadá, España, Nueva Zelanda, Australia y Colombia, siendo una excepción en América Latina, aunque en su legislación todavía existen muchas lagunas técnicas. En otros lugares del mundo, aunque este tipo de eutanasia directa sigue estando prohibida, hay regulaciones que permiten otras salidas como el “suicidio asistido”, que consiste en la entrega al paciente de los medicamentos para terminar con su vida, quien solo podrá tomarlos por sí mismo. Una práctica legal en Alemania, Suiza, el estado australiano de Victoria y en los estados estadounidenses de California, Colorado, Hawái, Maine, Nueva Jersey, Oregón, Vermont, Washington y el Distrito de Columbia. Otros ejemplos pueden ser leyes de “voluntad anticipada”, que solo consisten en el derecho de un paciente a no consentir tratamientos para una enfermedad que puedan alargar el tiempo de vida y sufrimiento, algo reconocido, por ejemplo, en la Ciudad de México.
No obstante, lo más difícil en este debate son casos como el de una mujer joven, con una expectativa de vida promedio y que decide optar por la eutanasia debido a su condición de salud mental. Tal y como escribió Cioran, y aunque puede ser extraño para la mayoría, hay quienes esperan un bien que se ha vuelto distinto de seguir viviendo:
¿Es posible que la existencia sea nuestro exilio y la nada nuestro hogar?
Imagen: El Diario NY