El director soviético Andréi Tarkovski ha sido considerado un autor difícil, pero así podría ser visto cualquier poema, interpretación, novela o película sin una disposición distinta al mero y a veces presumido esfuerzo de “entender”. Hay que dejarnos persuadir por la influencia del medio que es un poeta, un actor, un escritor o un director, solo hasta descubrir que ha trabajado con algo que ya es nosotros en niveles pocos advertidos por olvido, pena, horror o una nostalgia tierna e insoportable. Su par japonés, el maestro Akira Kurosawa, no pudo comprenderlo mejor, quizá precisamente por no atreverse a comprenderlo, sino a admirarlo, conocer su lado más vergonzante y, más importante incluso, comprenderse a sí mismo tocado por el genio de Tarkovski. Esto motiva a leer unas palabras que el japonés dedicó al soviético al poco de haber visto en Moscú su película Solaris de 1972.
Kurosawa compartió este texto un viernes 13 de mayo de 1977 en el periódico Asahi Shinbun. Fue incluido en un folleto de Solaris con una foto de su autor al lado de Tarkovsky, luego republicado en junio de 1978, en Nihonkai Eigasha, y en marzo de 1987, en Image Forum con el título alternativo Solaris: Una nostalgia hacia la naturaleza en la gran Tierra. Recuperaría su encabezado original, Tarkovsky y Solaris, en el libro de Iwanami Shoten, una editorial de Tokio: The Complete Akira Kurosawa, volumen 6, del año 1988.
Esta es mi traducción al español de la traducción al inglés de Sato Kimitoshi:
Mi primer encuentro con Tarkovsky fue cuando asistí a mi almuerzo de bienvenida en el Mosfilm durante mi primera visita a la Unión Soviética. Era pequeño, delgado, parecía un poco frágil y al mismo tiempo excepcionalmente inteligente, inusualmente astuto y sensible. Pensé que de alguna manera se parecía a Toru Takemitsu, pero no sabría decir por qué. Pronto se disculpó diciendo: “Aún tengo trabajo que hacer”, y desapareció. Poco después, escuché una explosión tan grande que hizo temblar con fuerza todos los vidrios del comedor. Al verme desconcertado, el jefe de Mosfilm dijo con una sonrisa significativa: “Tranquilo, no se trata de otra Guerra Mundial. Tarkovski acaba de lanzar un cohete. Este trabajo con Tarkovski, sin embargo, ha resultado ser una Gran Guerra para mí”. Así supe que Tarkovski estaba filmando Solaris.
Después del almuerzo, visité su set de Solaris. Allí estaba. Vi que había un cohete quemado en la esquina del set de la estación espacial. Lamento haber olvidado preguntarle cómo filmó el lanzamiento del cohete en el plató. El conjunto de la base del satélite estaba bellamente hecho a costa de un costo enorme, ya que estaba hecho de duraluminio grueso.
Brillaba con esa fría luz plateada y metálica, y encontré rayos de luz de color rojo, azul o verde parpadeando u ondeando delicadamente desde unas bombillas eléctricas enterradas en las gagas del equipo alineado allí. Más arriba, en el techo del pasillo, había dos carriles de duraluminio de los que colgaba una pequeña rueda de una cámara que podía moverse libremente dentro de la base del satélite.
Tarkovski me guio por el set, explicándome con la alegría de un niño al que se le da una oportunidad de oro para mostrarle a alguien su caja de juguetes favorita. Bondarchuk, quien era mi acompañante, le preguntó por el coste del plató y se quedó con los ojos bien abiertos con la respuesta de Tarkovski. El costo fue enorme: alrededor de seiscientos millones de yenes, suficientes para dejar boquiabierto a Bondarchuk, él que dirigió ese gran espectáculo de la película Guerra y Paz.
Ahora me di cuenta plenamente de por qué el jefe de Mosfilm dijo “ha resultado ser una Gran Guerra para mí”. Dicho esto, se necesita un gran talento y esfuerzo para gastar un costo tan grande. Pensando “esta es una tarea tremenda”, miré atentamente su espalda mientras Tarkovsky me guiaba por el set con entusiasmo.
En cuanto a Solaris, mucha gente se queja de que es una película demasiado larga, pero yo no lo veo así. Especialmente les parece demasiado larga la descripción de la naturaleza en las escenas introductorias, pero estas capas de recuerdos del adiós a esta naturaleza terrenal se sumergen profundamente en el fondo de la historia después de que el personaje principal ha sido enviado en un cohete a la base de la estación satelital en el universo, y casi torturan el alma del espectador como una especie de nostalgia irresistible hacia la madre naturaleza, recordando a la melancolía. Sin la presencia de hermosas secuencias de la vida en la Tierra como una larga introducción, no hubiera sido posible que el público recibiera directamente la sensación de no tener salida que albergan las personas “encarceladas” dentro de una base satelital.
Vi esta película por primera vez a altas horas de la noche en una sala de preestrenos en Moscú, y pronto sentí que mi corazón dolía en agonía con el anhelo de regresar a mi tierra lo más rápido posible. Hemos estado disfrutando de maravillosos avances científicos, aunque, después de todo, ¿hacia dónde están trasladando a la humanidad? Hay una emoción espantosa y pura que esta película logra evocar en nuestras almas. Sin esta emoción, una película de ciencia ficción no sería más que un capricho insignificante.
Estos pensamientos iban y venían a mí mientras miraba la pantalla.
Tarkovsky estaba conmigo entonces. Estaba en la esquina del estudio. Cuando terminó la película, se puso de pie y me miró como si se sintiera tímido. Le dije: “Muy bien. Me hace sentir un miedo real”. Tarkovski sonrió tímida, pero felizmente. Y brindamos con vodka en el restaurante del Instituto de Cine. El autor, quien no bebía habitualmente, bebió mucho vodka, llegó incluso a apagar el altavoz por el que la música había entrado flotando en el restaurante y se puso a cantar a ronco pecho el tema de aquellos bushi de Los siete samuráis.
Un poco para rivalizar con él, me uní.
Quizá porque en ese momento estaba muy feliz de encontrarme viviendo en la Tierra.
Solaris hace que el espectador sienta esto, e incluso este solo hecho nos muestra que Solaris no es una película de ciencia ficción cualquiera. Realmente provoca de alguna manera horror en estado puro en las almas, algo bajo el control total de las profundas intuiciones de Tarkovsky.
Deben existir muchas, muchas cosas aún desconocidas por la humanidad en este mundo: el abismo del cosmos que el hombre tuvo que mirar, visitantes extraños en la base del satélite, el tiempo que corre al revés, de la muerte a la vida, una extraña sensación de levitación en movimiento, su casa, que está en la mente del personaje principal de la estación satelital, está mojada y empapada de agua. Me parece que son sudor y lágrimas lo que en su desgarradora agonía exprimió de todo su ser. Y lo que nos hace estremecer es la toma de la ubicación de Akasakamitsuke, Tokio, en el Japón. Mediante un hábil uso de los espejos, convirtió los flujos de faros y luces traseras de los automóviles, multiplicados y amplificados, en una imagen antigua de la ciudad del futuro. Cada toma de Solaris es testigo del talento casi deslumbrante e inherente a Tarkovski.
Mucha gente se queja de que las películas de Tarkovski son difíciles, pero yo no lo veo así. Sus películas simplemente evidencian cuán extraordinariamente sensible es este director. Hizo una película titulada Mirror after Solaris. Mirror trata sobre sus preciados recuerdos de infancia, y mucha gente vuelve a decir que es inquietantemente difícil. Sí, a simple vista parece no tener ningún desarrollo racional en su narración. Pero debemos recordar: es imposible que en nuestra alma los recuerdos de la infancia se ordenen en una secuencia lógica y estática.
Un extraño tren de fragmentos de imágenes de recuerdos tempranos destrozados y rotos puede dar lugar a la poesía de nuestra infancia. Una vez que se cree en su veracidad, será posible aceptar que Mirror es, de hecho, la película más fácil de entender. Dicho esto, Tarkovski permanece en silencio, sin dar alguna de estas explicaciones en absoluto. Esa misma actitud me hace creer que tiene un potencial maravilloso en su futuro.
No puede haber un futuro brillante para aquellos que se prestan a explicar todo sobre su propia película.
Imagen de portada: Cinephilia