El estoicismo es una actitud práctica que mantiene sorprendente vigencia, sobre todo si se le compara con otras escuelas filosóficas de aquella Grecia Antigua tocada por Sócrates. Probablemente porque en el estoicismo resuena uno de los problemas más notorios de la vida cotidiana contemporánea: la insatisfacción. Hoy en día, las principales sociedades de consumo disfrutan de más recursos que nunca, pero parecen estar menos preparadas para toda suerte de inclemencias esperables o inesperadas. Por eso no es extraño que muchos den una bienvenida entusiasta o esperanzadora a esta propuesta que invita a un análisis y a prácticas que podrían definirse como una gimnasia del carácter.
Históricamente, el estoicismo se remonta al siglo III antes de la era común y a los discursos de Zenón de Citio en el Ágora de Atenas. Sin embargo, este cultivo filosófico se convertiría en un gran jardín gracias a estoicos del Imperio Romano como Epicteto, Séneca y Marco Aurelio, impregnando su aroma en el cristianismo primitivo y en la sencillez de los primeros monjes. En sus propios términos, implica el ejercicio de una virtud suficiente para alcanzar “la eudaimonia”, es decir: una vida bien vivida o vivir con buen espíritu, de modo que sean asequibles y duraderas la convivencia y la felicidad.
El estoicismo es una preparación o una suerte de medicina psicológica preventiva contra aquello inevitable en los hechos. Aquel excedente que provoca precisamente toda gama de insatisfacción humana. Requiere de templanza, caracterizada muchas veces como una forma fría de enfrentar los sucesos en la vida, porque sugiere una aproximación al bien no basada en lo que ocurre y quizá debería ocurrir, sino en lo que pasa como uno mismo, lo que sea “eph'hēmin”, de nosotros. El estoico no pretende analizar lo que le sucede, sino cómo ha evaluado y puede evaluar los hechos, cómo se explica a sí mismo para ganar sabiduría interior, un enfoque que tiene el propósito claro de hallar el mejor arreglo moral y psíquico posible.
En su libro Estoicismo: Una introducción a la filosofía del arte de vivir, publicado este 2024 por editorial Paidós, el británico John Sellars refiere que en esta tradición hay una duda continua sobre qué requieren fundamentalmente la filosofía y el filósofo. Una duda basada en mirar más a los hechos desde la subjetividad, “erga”, y menos a las palabras o a los argumentos deductivos o especulativos, “logoi”. Los estoicos invitan a vivir de acuerdo con la razón, pero esto también incluye vivir de acuerdo con un arte de la vida. La teorización intelectual sobre la verdad del mundo o “Logos” no debería disociarse de “la Askêsis”, es decir, del entrenamiento de uno mismo como la práctica que delinea una vida mejor. Para Victor Frankl:
Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida. Hay que pensar en nosotros como seres a quienes la vida inquiriere continua e incesantemente. Nuestra contestación no debe ser en palabras, sino desde una conducta recta.
La mente humana nunca afirma algo que no le parece cierto o nunca cree en algo que le parece falso. Resulta prudente dejar ir las preocupaciones de que la vida no siempre coincida con lo que nos hemos propuesto. No hay que preocuparse por la felicidad, sino ocuparse en ser felices aceptando los elementos objetivos de los hechos que no están en nuestras manos, así como el valor de nuestro propio juicio, nuestra presencia en el mundo de manera resolutiva, y no traumática, neurótica y ansiosa. El estoicismo invita a examinar nuestros sentimientos y pensamientos, y a ir contracorriente de una ilusión de anticipación y de control al planificar. Hay cosas que no se ajustan a un proyecto, como el covid. Los otros, las cosas y nosotros mismos no somos eternos, por lo que hay que prepararse mentalmente para la desaparición.
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Sin embargo, no hay que confundir al estoicismo con la indiferencia o el fatalismo. Es más bien un replanteamiento cognitivo. Muchas veces preferimos no estar en determinadas situaciones, pero lo único posible muchas veces es saber manejarlas. La respuesta estoica sobre desear algo fuera de nuestra agencia es moderar expectativas para frustrarse menos. Es la máxima socrática conócete a ti mismo vista así por Epicteto:
Cuando veo a una persona con ansiedad, me pregunto ¿qué desea? Quien no desea algo fuera de su control, no siente ansiedad. El cantante se siente tranquilo cuando canta para sí mismo, pero siente ansiedad si desea agradar al público , porque eso no está bajo su control.
Estoicos como Séneca recomendaban distintos entrenamientos: antes de ir a dormir, busca un sitio tranquilo para sentarte, y piensa qué hice mal, qué hice bien y qué podría cambiar. Sé frugal y aprende a necesitar poco, toma baños fríos o practica el ayuno. Piensa continuamente en lo peor qué podría suceder en una determinada situación. Evalúa mentalmente una acción ponderando si también la realizarías en el último día de tu vida. Entre otras recomendaciones de similar talante. Para esta tradición es posible ver los sinsabores de la experiencia como "picaduras de mosquito". Sobre todo, su propuesta pragmática implica promover la gratitud, la paciencia, la resistencia, el autocontrol y la automejora. Si la adversidad tiene remedio, ¿de qué sirve la desesperación? Y si nada puede hacerse, ¿qué se gana con la desesperanza? Como escribió el poeta mexicano Amado Nervo:
¿Por qué aguardas con impaciencia las cosas? Si son inútiles para tu vida, inútil es también aguardarlas. Si son necesarias, ellas vendrán y vendrán a tiempo.
Esta tradición parece estar de moda en la actualidad. Por ejemplo, diversos filósofos de hoy en día buscan revivificarla con proyectos como el grupo Estoicismo Moderno y la Semana Estoica, un encuentro de siete días donde se anima a los inscritos a aplicar principios estoicos a sus propias elecciones. También es acertado reconocer que el estoicismo tiene un sustento empírico reconocido por la psicología contemporánea. La resiliencia, cuya etimología, “resilio”, puede traducirse como reanudación, ha sido adaptada como un término psicológico y de otras ciencias sociales para referirse a las personas que, a pesar de sufrir situaciones estresantes y trágicas, no se ven sobrepasadas por estas.
La especialista Suniya Luthar reconoce en la resiliencia dos elementos constitutivos: la adversidad significativa y la adaptación positiva, algo muy semejante a los estoicos. La resiliencia es sencillamente la capacidad de éxito aceptable y consciente, a pesar de un nivel de estrés o de una adversidad que implican usualmente un riesgo importante de resultados no previstos. Sin embargo, si bien esta relación del estoicismo con la psicología puede servir como catalizador de la competitividad, quizá sea mucho más valioso no reducir este enfoque a un medio para maximizar el rendimiento laboral y social. Puede ser un conocimiento de lo más íntimo en la vida, mirar sin miedo al dolor, a lo insoluble y a la muerte.