El ayuno de Ramadán, el mes que no es tiempo, sino fuego

Para la Sheija Amina y para el derviche que le prepara café.

El noveno mes del calendario islámico es el de "Ramadán", el mes del ayuno. Unos días que queman los detalles de la vida sin dañarlos. Unas noches de comidas familiares y momentos de oración abiertos a la noche sin límites. Se trata de un mes donde es más fuerte el recuerdo de lo que significa ser musulmán. Los judíos recuerdan la historia y los cristianos el amor. Los musulmanes se postran tratando de recordar algo que ni los ángeles ni la historia ni el amor saben por completo. Pero no saber y no comer lo que ya se sabe es dejar al eco que es este mundo ser la voz. Se recuerdan las palabras del Corán y se escuchan como algo más que palabras, más que comida y más que el propio cuerpo y el alma dispuesta. La atención se vuelve el mes mismo, los alimentos, la comunidad, el tiempo y lo que nunca acabará de recordarse.

El ayuno en Ramadán es uno de los Cinco Pilares de la tercera religión abrahámica y es una condensación práctica de los otros cuatro. Intensifica las oraciones, “Salāt”, y la ayuda a quienes más la necesitan, “Zakaat”. Es una peregrinación o “Hajj” hacia el presente de Dios, quien elige hasta la casa y la mezquita más humildes como su Meca. Y es la declaración de fe o “Shahāda”, porque Ramadán es saber que no importa a donde veas, mientras compartes, ahí está Allah. Durante este mes, los musulmanes observantes no ingieren alimentos, no beben agua, no fuman y no mantienen relaciones sexuales durante las horas del día, aunque esto también incluye moderación de pensamiento, de hábitos y de palabra, acompañada de una mayor dedicación religiosa, como ofrecer oraciones suplementarias y participar en sesiones intensivas de recitación del Corán.

Se calcula este mes empleando un calendario lunar, por lo que no está ligado a ninguna de las estaciones. Anualmente se mueve aproximadamente once días en el calendario gregoriano, de manera que el ayuno durante los meses de verano, con días más largos y calurosos, presenta un exigencia diferente respecto del ayuno durante los meses de invierno, sobre todo por la abstinencia de líquidos. Sin embargo, la experiencia de Ramadán no tiene el propósito de ser tortuosa, y están exentos de llevarla a cabo los niños pequeños, las mujeres en su ciclo menstrual, los ancianos y los enfermos. A los menores de la casa se les va iniciando en el ayuno gradualmente, además, después de la puesta del sol y la oración del atardecer o “maghrib”, es costumbre una comida denominada “iftar” que une a las familias o a la comunidad.

Teólogos y personas comunes caracterizan este mes como el de la tolerancia y el perdón. Es una oportunidad consciente para resentir el sufrimiento de todos aquellos que no tienen qué comer, por lo que el Ramadán es profundamente humano, contrario a la discriminación y al egoísmo. Compartir una comida que adquiere un significado especial por la espera tiene un sentido de horizontalidad. Somos todos una especie, la misma hambre y las mismas oportunidades para el placer. Pero además de su sentido social, es un recordatorio de que los bienes pertenecen a Allah. El gusto por la vida tiene una extensión no visible e inconmensurable. Nadie es autosuficiente, nos sustenta el mismo dador y manamos de una misma fuente. El nombre "Ramadán" no es el nombre de este mes, sino un nombre de Dios, por lo que no debería pensarse nunca como un lapso de tiempo. Su raíz etimológica, "ramada", hace referencia al fuego inexplicable, atemporal y no encendido por nadie. 

Ramadán es también conocer a Muhammad desde un orden práctico, porque, a diferencia de otros profetas, su manera de enseñar destaca por un asumido carácter humano y humanizador. Su trayectoria política y religiosa enfatizó la defensa de la igualdad independientemente de etnia, sexo, clase social o sustrato cultural, el respeto a lo que hoy denominamos “medio ambiente” o “ecosistema”, y una apertura a principios universales como la justicia, la libertad, la tolerancia y la defensa de los oprimidos. El profeta es un alumno modélico de Dios, Allah o “Ar-Rabb”. Este último es uno de sus noventainueve nombres divinos, traducido como “el Señor”, pero también quiere decir “el Educador”, el maestro donde se conoce a sí mismo el alumno. Si Ramadán es una ocasión para abrir las puertas y los corazones, es porque este ayuno es solo para Allah y Dios se convierte en un espejo: el musulmán se da cuenta de que lo que Allah busca que se vea ahí no es un ego limitado, sino toda la creación.

El mes de Ramadán de este año 2024 empieza la noche de este domingo 10 de marzo. La “Sahih al-Bujari” enseña:

El mal aliento de un ayunante es mejor ante los ojos de Allah que la fragancia del almizcle.

© 2017 - pijamasurf.com Todos los derechos reservados