Viktor Emil Frankl, nacido en Viena, Austria, el 26 de marzo de 1905, se destacó desde temprana edad por su brillantez académica y su interés en la psiquiatría. Su comunicación con Sigmund Freud durante su adolescencia y su enfoque en áreas como el suicidio y la depresión durante sus estudios de Medicina en la Universidad de Viena le permitieron desarrollar un enfoque preventivo hacia el suicidio en estudiantes de secundaria y posteriormente liderar el Departamento de Prevención del suicidio del Hospital General de Viena. Frankl, quien también se enfocó en la neurología, se convirtió en un pilar en el campo médico vienés, incluso en tiempos donde el antisemitismo limitaba las oportunidades para los judíos en la medicina.
La vida de Viktor Frankl dio un giro drástico en 1942, cuando él y su familia fueron deportados a campos de concentración nazis. A lo largo de tres años fue trasladado entre cuatro campos, incluyendo Auschwitz y Dachau, siendo testigo y víctima de las atrocidades del Holocausto. A pesar de perder a su esposa, padres y hermano en los campos, Frankl emergió con una perspectiva que se centraba en encontrar significado aun en las circunstancias más desoladoras. Su esfuerzo por prevenir intentos de suicidio entre los internos, alentándolos a reflexionar sobre momentos y pensamientos positivos, se convirtió en una luz en la oscuridad de la desesperación del campo.
Después de la guerra, Frankl canalizó sus experiencias y perspectivas en el desarrollo de la logoterapia, una rama de la psicoterapia que sostiene que la búsqueda de significado es la motivación primaria del ser humano. Su obra El hombre en busca de sentido, que detalla sus experiencias y reflexiones sobre la vida en los campos de concentración, ha sido reconocida como una de las más influyentes del siglo XX. Frankl, quien también fue profesor de neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena y dirigió el Departamento de Neurología del Hospital Policlínico de Viena, dejó un legado que sigue inspirando a profesionales y buscadores de significado en todo el mundo, haciendo énfasis en que incluso en medio del sufrimiento, la vida tiene propósito y el espíritu humano puede prevalecer.
Compartimos a continuación veinte frases de Viktor Frankl que –al margen de sus libros y su obra en general, a la cual es sumamente recomendable acercarse– nos ofrecen un acercamiento a la sabiduría sobre la existencia forjada a lo largo de una vida de estudio, pero sobre todo, de observación y experiencias profundas en torno a la existencia humana.
El dolor sólo es soportable si sabemos que terminará, no si negamos que existe.
El significado de mi vida es ayudar a otros a encontrar significado en las suyas.
El vacío existencial se manifiesta principalmente en un estado de aburrimiento.
El éxito, como la felicidad, es el efecto secundario inesperado de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo.
La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino sólo por falta de significado y propósito.
El humor es otra de las armas del alma en la lucha por la autopreservación.
Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.
Las decisiones, no las condiciones, determinan quiénes somos.
Vive como si estuvieras viviendo una segunda vez, y como si hubieras actuado mal la primera vez.
La logoterapia considera al hombre como un ser cuya principal preocupación consiste en cumplir un significado y en actualizar sus valores, más que en la mera gratificación y satisfacción de impulsos e instintos.
Nuestra mayor libertad humana es que, a pesar de nuestra situación física en la vida, ¡siempre somos libres de escoger nuestros pensamientos!
No es el pasado lo que nos detiene, es el futuro; y cómo lo debilitamos, hoy.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir… su única oportunidad radica en la forma en que soporta su carga.
Ser tolerante no significa que comparta la creencia de otra persona. Pero significa que reconozco el derecho de otro a creer y obedecer a su propia conciencia.
Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad.
Hay dos razas de hombres en este mundo, pero sólo estas dos: la raza del hombre decente y la raza del hombre indecente.
Sufrir de manera innecesaria es masoquista más que heroico.
El amor es la única forma de captar a otro ser humano en el núcleo más profundo de tu personalidad.
Ningún hombre debería juzgar, a menos que se pregunte con absoluta honestidad si en una situación similar podría no haber hecho lo mismo.
Todo ser humano tiene la libertad de cambiar en cualquier instante.