Para mi primo Beto, otro niño de los noventa.
¿A qué nos referimos por analogías de Cristo? Los Padres de la Iglesia, al revisar el Tanaj o el Antiguo Testamento, especialmente los libros proféticos, creían advertir señales de la venida de Jesús. Si ni los mismos ángeles conocieron el principio de ese hijo de Dios pero le han adorado desde que se les despertó de la luz, para los pioneros de la teología cristiana no podía caber la menor duda de que toda teofanía y el sentido de la revelación bíblica debía ser una “cristofanía”, un manifestación de Jesús, ya sea en las visiones de Ezequiel y Daniel, en la tumba de agua de Jonás devorado tres días por un pez gigante, en la infancia de Moisés, el fuego en la zarza ardiente del Sinaí o la serpiente de bronce levantada para curar. Algunos teólogos lo suficientemente osados como para no temer ser tachados de herejes han asumido que también hay rostros de Jesús o cristofanías en el mundo precristiano fuera de la Biblia, con los colores propios y universales del paganismo; por ejemplo, el dios del inframundo Osiris adorado por los egipcios, el titán Prometeo que habría dado el fuego a nuestros ancestros o ciertos cultos herméticos del Mediterráneo como modelos de la futura Eucaristía. El Dios cristiano es un dios concebido como actor en el universo y la Historia. Por ello los dioses de las tragedias griegas sin duda se asemejan más al carácter del cristianismo que los dioses abstractos de Platón o Aristóteles.
Sería muy interesante hablar de cristofanías intencionales o accidentales en la cultura pop, un espacio de experiencias que por lo menos muchos considerarían ajenas a las religiones. Para el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar estamos en un “teodrama”: el teatro, la literatura, el cine, la pantalla chica y el manga como transposición de nuestra historia con Dios, una que no habría fijado de manera definitiva. Dios mismo sería un encuentro muy libre o el nacimiento del diálogo, porque habría dicho "sí" a que la libertad infinita sea conocida en nuestra libertad finita.
Es así que me he atrevido a pensar en siete ejemplos de personajes de series y caricaturas que de alguna manera sirven como analogías de Cristo. Debo advertir que esta lista tiene spoilers necesarios para explorar el tema, por lo que deberían saltar la lectura si no han visto alguno de los productos audiovisuales de los que estos personajes hacen parte. No importa si no somos cristianos en sentido religioso. Lo somos en sentido cultural, y este ejercicio va más allá del interés de los teólogos por las cristofanías. Nos puede decir algo sobre la plasticidad de nuestra imaginación y sobre las lealtades y admiración sentimental que canaliza la ficción.
1. El gran león Aslan, de la saga de novelas de fantasía Las crónicas de Narnia del escritor irlandés y apologista cristiano C. S. Lewis, adaptada al cine de forma inconclusa por Andrew Adamson y Michael Apted. Esta es sin duda la analogía crística más evidente, ya que versionar al hijo de Dios en una dimensión paralela con animales que hablan fue la intención explícita de Lewis. Dar cuenta de la necesidad de la divinidad de Jesús en cualquier mundo posible. Aslan es el Alfa y el Omega al haber sido engendrado desde antes de la creación de Narnia por “el gran emperador de allende los mares”. Fue testigo del establecimiento de sus leyes antiguas, las cuales hace cumplir con justicia y compasión por igual. Cuando los hermanos y las hermanas Pevensie, Peter, Susan, Edmund y Lucy atraviesan un ropero desde nuestro mundo, el león se une a ellos para derrotar a la bruja blanca, quien sometía a Narnia a un invierno sin fin. Sin embargo, Edmund fue engañado para traicionar a sus hermanos, un crimen por el que hubiera tenido que morir pero que Aslan perdonó y debió pagar con su vida inocente, remplazando a este hijo de Adán. Tratándose de “Dios”, resucitó para dar a cada quien según su capacidad de amar. En la película y novela La travesía del viajero del alba, el león confirma claramente a Susan y Edmund que en nuestra dimensión tiene otro nombre, con el que deberán aprender a conocerlo.
2. Zelda, de la saga homónima de videojuegos de Nintendo desarrollados por Shigeru Miyamoto y Takashi Tezuka. Encarnación humana de la diosa Hylia, la deidad que gobernaba directamente a las generaciones de gentes que conocieron los inicios del mundo. Esta era remota tuvo su fin cuando la diosa debió enfrentarse y parar a un demonio que casi acaba con los seres vivos, “el Heraldo de la Muerte”. Con el fin de derrotarlo, necesitó pedir el poder de las tres diosas creadoras, “la Trifuerza”, que estaba negado a los demás seres inmortales para no alterar el equilibrio de su poder. Por eso Hylia renunció desinteresadamente a su inmortalidad y se rebajó al estado de una humilde sierva mortal, ahora vulnerable pero siempre astuta y aliada a los más valientes, héroes de la Historia a los que dará gracia infinita. Del mismo modo en que el Heraldo prometió volver en muchas formas, Zelda unió su destino al de un héroe elegido junto a quien renacerá una y otra vez para mantener el orden, generalmente como princesa del reino fundado con el nombre de “Hyrule” en honor a su protectora, aunque ha sido denominada “sacerdotisa de la diosa” por los espíritus más antiguos, por ejemplo, el gran árbol Deku.
3. Harry Potter, de la saga homónima de novelas de la autora inglesa J. K. Rowling. “El niño que vivió” gracias al acto de eros y ágape de su madre, el amor como la primera expresión mágica. También el elegido destinado a salvar sus dos mundos, el de las brujas y los magos, y el de los muggles como nosotros. El Señor Oscuro habría intentado asesinarle todavía siendo un niño de cuna junto a sus padres. Al no tener éxito, se vio interrumpida su búsqueda de poder y se profetizó: “uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida”. Harry obstaculizaría la llegada de una dictadura xenófoba, alentaría a muchos a dar incluso la vida por los demás y entregaría la suya para acabar con “quien no debe ser nombrado”. Resucitó por haberse vuelto maestro de la muerte durante su aventura. A pesar de la mala fama de los libros entre algunos cristianos fundamentalistas por sus referencias a la adivinación y la hechicería, muchos en cambio ven la obra de Rowling como una ejemplificación de la lucha del bien generoso contra el mal interesado, de la ética y la fe contra los prejuicios y la desesperanza, temas cristianos si los hay. Es curioso que la autora haya escrito la primera novela de la saga en la época en la que se congregaba en la Iglesia de Escocia de John Knox, una comunidad de teología calvinista que remarca un destino elegido para cada ser humano que sólo la fe permite aceptar, algo muy presente en este universo mágico.
4. Kaworu Nagisa, del manga, anime y películas Neon Genesis Evangelion, franquicia dirigida por Hideaki Anno. El quinto niño elegido para pilotear “las unidades Eva”, clones de seres inmortales potenciados cibernética y mecánicamente, destinados para la protección del planeta de amenazas. Un adolescente cuya verdadera identidad es Tabris, el decimoséptimo ángel o enviado dentro de una sucesión de encuentros escatológicos entre la fuente indiferenciada de la vida y la humanidad o “los Lilin”, nosotros, los hijos del ángel del conocimiento, seres separados en incontables soledades frágiles por esa dualidad entre el tú y el yo, cuerpo y alma. Sin más oportunidades de evolución biológica, los seres humanos en el lore de Evangelion pueden optar o por dejar pasar el apocalipsis de su especie, la extinción, o por disolver su individualidad y conocimientos en esa vida que llamamos Dios. Para encausar la decisión Kaworo puede aparecer o como un ser de gran poder, o como un chico delicado y enigmático que deja a otros elegir por él. Hablamos del ángel representante del libre albedrío, de una oportunidad para la humanidad de decidir su futuro, elección que protegerá sin importar los costes, incluso ofreciendo violentamente su propia vida como sacrificio. Tabris es en la cosmología de Evangelion, el hijo y el alma del dios de la vida, pero también un ser perfectamente humanizado o encarnado que termina por compartir nuestra naturaleza y destino.
Ilustración: John Howe
5. El mago Gandalf, así llamado por los hombres y los hobbits, pero también Mithrandir entre los elfos, Tharkún para los enanos y Olórin durante su juventud en el Oeste, del legendarium del escritor sudafricano J. R. R. Tolkien, adaptado al cine por Peter Jackson. Miembro de la orden de los istari, es uno de los espíritus o maiar enviados a la Tierra Media durante la Tercera Edad del Sol para ayudar a sus habitantes, sobre todo en la lucha contra el mal personificado por Sauron. Aceptó encarnar para ponerse al servicio de los demás, y en lugar de pedir poder para sí, autoridad que declinó al no oponerse al nombramiento de Saruman como cabeza de su orden, terminaría por recibirla por su apego a la verdad y a los débiles. Afable y conocedor de las debilidades de todas las razas inteligentes, sabía hacer relucir las virtudes de cada una y de cada individuo. Tras la traición de Saruman, Gandalf opondría la última resistencia a Sauron, incluso ofreciendo su vida para asegurar la de sus compañeros en esa travesía para dar fin a la gran corrupción. No obstante, volvería a la vida transfigurado como el nuevo mago blanco y cabeza de los istari, listo para seguir sirviendo con justicia poderosa y comprensión.
6. El gigante de hierro, de la película homónima de Brad Bird, inspirada en la novela El hombre de hierro, una historia de niños en cinco noches del poeta inglés Ted Hughes. Durante el frenesí de la Guerra Fría, un objeto no identificado cae del espacio exterior en el océano, cerca de la costa de Maine. Se trata de un alienígena que parece un robot enorme, y mientras se pone a comer las líneas de transmisión de una planta eléctrica en el bosque de Rockwell lo encuentra un niño de nueve años, Hogarth Hughes. Forman una amistad basada en la curiosidad de Hogarth y la inocencia del visitante, aunque los adultos en el ejército, como los fariseos, no pueden asimilar un origen tan desconocido y una manera tan sincera de actuar, por lo que injustamente lo clasifican como un ser sin derechos y una probable amenaza de los enemigos de Estados Unidos. Esta desconfianza los lleva a ser violentos hubiera provocado su propia destrucción, pero el gigante de hierro acepta sacrificar su vida para salvar por igual a quienes lo amaron y a quienes lo persiguieron. Un héroe que murió en un golpe de luz y fuego, atrayendo todas las miradas hacia sí como una sentida esperanza. Sin duda, por algo su apodo fue Supermán. El final de la película abre la posibilidad de que su muerte no haya sido definitiva. En la versión original de Hughes el escritor, el robot también habría lidiado con otro espíritu estelar, un dragón denominado Space-Bat-Angel-Dragon. Después de volver a apostar su vida, habría convencido al monstruo de no hacerle daño a la especie humana y de producir una música que la distrajera por un tiempo del egocentrismo y la guerra, la primera paz duradera de nuestra historia.
7. Son Goku o Kakaroto, del manga y anime Dragon Ball escrito por Akira Toriyama. Proveniente de otro mundo y de una raza de guerreros con cola de mono, se nos revela durante su niñez, específicamente en el palacio de la bruja Uranai Baba, que su corazón es absolutamente puro, similar al de los bebés recién nacidos o los animales, sin rastro de malos pensamientos, que es como el mangaka entiende el concepto de pecado. Goku durante toda su vida pondría a prueba su coraje y crecería para convertirse en el salvador de la humanidad y del universo mismo. Ya a los dieciocho años, y al final del vigésimo tercer torneo de artes marciales, que Kakaroto ganó, Dios o Kami Sama intentaría convencerlo de ocupar su sitio, honor que por humildad y amor a las aventuras declinó pero que, en la práctica, también como realidad humilde, terminó por llevar a cabo protegiendo a la Tierra. Y a pesar de esta enorme responsabilidad siempre se abstendría de matar innecesariamente, poniendo primero la otra mejilla y redimiendo tarde o temprano a muchos de sus rivales enemigos de la paz. Habría perdonado a Ten Shin Han, al demonio Piccolo y al príncipe Vegeta, quienes también se convertirían en protectores de nuestro mundo. Incluso a su hermano Raditz y al emperador Freezer, quienes tratarían de atacarlo a traición. Si el mayor gesto de amor es morir por nuestros amigos, Goku lo habría hecho dos veces, la segunda inmolándose con una sonrisa en lugar de nuestro querido planeta, siempre en constante peligro.
Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.