A muertos y amados. ¿Sombras o luz de los recuerdos?
Quien la haya visto comprenderá por qué, más que gustarme, me atrae y me horroriza Serial Experiments Lain. Me fascina en los dos sentidos. Serie anime de culto de 1998, acusada tanto de ser sobrestimada como subestimada. Junto a un juego homónimo de PlayStation lanzado por Pioneer LDC, con apenas trece capítulos dirigidos por Ryutaro Nakamura para el estudio japonés Triangle Staff y gracias al provocativo diseño de personajes de Yoshitoshi Abe, el guionista Chiaki Konaka ofreció al mundo un testimonio filosófico como una rara señal de la soledad que provoca, o ignorarla para no ser incomodados, o abrazar nuestro cuerpo físico, imaginado, hecho de recuerdos, y agradecer estar perfectamente encarnados al menos en este plano injusto y cruel, no tan distinto al ambiente ciberpunk de la serie, la tecnología que reina por primera vez como una amenaza a todo lo que hemos considerado cierto, valioso, incluso parte en este universo.
Konaka es conocido por habernos dado la versión más melancólica y cruda de Digimon, la tercera serie Digimon Tamers. Y con el anime de Lain divide de peor manera a otakus y a curiosos. Unos, no sin razón, lo descartaran como una trama pretenciosa, sin duda alguna enrevesada y que es imposible entender en un primer encuentro o con distracciones de fondo. No se trata de una serie para pasar el rato y menos aún para olvidarse de los problemas. Y, sin embargo, su a veces elusiva unidad sirve para que radicalicemos una continua sensación de duda y abordar desde esa sensación temas como: la creencia en Dios y el fanatismo, qué nos hace ser o creer en nuestra identidad, y cómo las redes de comunicación a distancia permiten que revelemos y ocultemos de nuevas maneras nuestras emociones. Serial Experiments Lain compensa lo mucho que exige a su público al no censurarse nunca y ser un testimonio completo de la vida ante sí misma, descartando todos los limites que ha creado para engañarse y tener una falsa certeza de seguridad. También compensa con su banda sonora, incluidos temas icónicos en la subcultura otaku como “Duvet” del grupo “Bôa”. Vale la pena analizar con spoilers aquellos elementos de la trama que entiendo centrales y más significativos para una pregunta que quisiera explorar en este ensayo: ¿Por qué seguir siento nosotros mismos no importa cuánto duela? ¿Cómo es que yo quiero ser yo?
El anime empieza con el suicidio de la estudiante de secundaria Chisa Yomoda. Salvo como una broma de mal gusto, pocos podrían dar crédito de que su clase empezara a recibir correos electrónicos de una chica que recién se lanzó del techo de un edificio. Incluida Lain Iwakura, una niña de catorce años algo retraída y que sigue usando en casa un pijama de osito. Chisa le asegura que no se trata de ninguna una broma: es ella de verdad y se encuentra muy bien junto a “Dios” en la dimensión de la “Wired” o “el Nexo”, una red de interconexión similar a lo que denominamos internet. Aunque desconoce casi por completo del tema de la navegación por ordenadores, este mensaje despierta inquietudes en Lain, quien se decide a pedirle a su padre un nuevo sistema “Navi”, cayendo así en una obsesión por los misterios del Nexo, hasta transformar su habitación en una jungla de cables de fibra óptica, y a sí misma, sin querer, en una hacker.
El aislamiento de Lain empieza a preocupar a su amiga Alice, animándola a que acepte salir con ella y sus compañeras de colegio a un club nocturno de nombre Cyberia, donde inexplicablemente descubre que mucha gente afirma haberla visto antes, aunque con una actitud más salvaje, un álter ego, lo que le hace dudar sobre los hechos que está viviendo y sobre otros que aparentemente no recuerda. Poco a poco, Lain consigue hallar pistas sobre las acciones de sus otras personalidades y nuevas maneras de vivir en el mundo de la red. Y conforme se introduce casi inadvertidamente en sus misterios, se le presenta ese Dios del Nexo del que muchos están hablando. No se trata del creador universal o de los seres vivos, sino de una entidad que es adorada por algunos hackers, los “Knights” o Caballeros, y que ha logrado controlar hasta cierto punto la conexión de las conciencias en la red, manipulando los límites de esa realidad que va sustituyendo a la anterior. Una deidad manipuladora que trabaja para ser reconocida:
En el mundo real, Dios existe como concepto. Pero en la red, puede haber un tipo de Dios corpóreo.
Lo más desconcertante sería que esta entidad tuvo un pasado humano: Eiri Masami, un programador de los Laboratorios Tachibana, institución detrás del desarrollo del protocolo 7, un lenguaje para ordenadores que los capacita para comunicarse entre sí. De hecho, el internet no ficticio emplea el denominado protocolo IPv4. No obstante, Eiri aplicó secretamente sus propias investigaciones, modificando el proyecto para crear una red neurológica universal donde el flujo de información llegará a ser absolutamente libre, utilizando para ello la resonancia Schumann, las ondas electromagnéticas en el espacio entre la superficie de la Tierra y la ionosfera, resonancia equivalente a 7,8 Hertz, la misma cifra de la frecuencia del hipotálamo en los mamíferos. Su objetivo fue crear una manera de conectarse al Nexo sin la necesidad de navegadores, lo que supone también respaldar y unificar el inconsciente de los seres humanos, que ya no necesitaría del soporte de cuerpos individuales, dando pasó a la posthumanidad.
Vale la pena hacer notar que el anime hace aquí referencia a teorías y a personas de no ficción. Para Eiri, nuestra especie ya habría alcanzado los límites de la evolución biológica, limites que ahora nos restringen a un espacio tan pequeño como son las implementaciones cerebrales de nuestro acervo genético preexistente y las convenciones sociales de comportamiento hasta ahora conocidas. Sin embargo, tenemos la opción de una evolución tecnológica y transhumanista. Siguiendo la teoría del escritor Douglas Rushkoff, la población del planeta llegará a empatar el número de neuronas de un cerebro, lo que despertará la consciencia de Gaia o el espíritu del mundo, para quien sería indistinto este plano físico imperfecto y el plano ilimitado y creativo del Nexo. Sólo entonces, la Tierra y las mentes humanas lograrán interconectarse finalmente:
La humanidad es una criatura que no ha evolucionado. Comparado con otros animales, el cáncer es proporcionalmente más pequeño en humanos. Una teoría dice que el hombre es un Neanderthal y que en este tiempo no ha sido capaz de evolucionar. Si eso es verdad, entonces en que criatura tan absurda ha evolucionado. No saben qué es lo que los impulsa. Mantienen sus cuerpos solamente para satisfacer los deseos de la carne. Son inútiles. Así es toda la humanidad.
Es importante añadir que al descubrirse las acciones de Eiri, este se habría suicidado con la confianza, que más tarde también llegaría a tener Chisa: de la no necesidad y estorbo de un cuerpo de carne para trascender la muerte. Lo que entendemos por realidad consiste sólo en representaciones para creernos reales, creencias que podríamos dirigir de una u otra manera:
Me di cuenta que no tenía necesidad de un cuerpo. Morir es meramente abandonar la carne.
Puedo vivir por siempre como una entidad anónima en la red y gobernarla con información.
Las aparentes omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia de este ser divino dependen de haber incluido su personalidad al protocolo 7 como una clave para manipularlo a su antojo, junto a ganarse el fanatismo de creyentes dispuestos a reconocerlo como su Dios. Pero también necesitó de Lain Iwakura, quien descubre ser una creación de Eiri: un software dotado de un cuerpo humano y una familia falsa, capaz de desaparecer de una vez por todas la frontera entre el Nexo y el mundo real. Pero ya que esta niña posee recuerdos propios, como su amistad con Alice, viviendo también en su corazón como otra versión de sí misma, el protocolo para la evolución de este mundo virtual ha quedado bajo su arbitrio: el de una diosa eterna que cree ser Lain.
Hay en esta ambición de vivir más allá de un cuerpo vulnerable, cambiante y mortal cierto neo o pseudo platonismo. Podemos intuir que los límites que nos impone el sufrimiento coinciden con sus propios límites, una forma que semeja un mundo suprasensible, de ideas puras y libertad. No obstante, para Platón la filosofía sobre lo esencial en nuestras experiencias no implica renunciar a la carne como una forma de suicidio, sino desengañarse de todas las formas, de la ilusión de lo múltiple que imita una y otra vez como un teléfono descompuesto el origen y la vida en todo. El alma no puede morir, porque la muerte es solo una creencia que absolutiza un cambio dado. Por otra parte, el Dios del Nexo tiene un horror a la muerte y pretende huir de ella para seguir reproduciendo y manipular todo eso múltiple que hasta ahora es nuestro mundo conocido. Detesta el cuerpo como un medio con una cortísima duración para acceder a este juego de las formas, cuerpo que inevitablemente se desconectará, dejándonos en las orillas de la nada.
Esto abre una pregunta interesante sobre si este Dios y sus seguidores creen de hecho en la necesidad ineludible de un cuerpo, uno nuevo y mejor, pero cuerpo a fin de cuentas como soporte de un alma. ¿Por alma entienden una subjetividad o cierta información que no debe perderse? ¿Esa alma sería este universo como una experiencia posible o algo que pueda experimentar al universo? En todo caso, Eiri deseó, o un cuerpo durable que almacene al alma, o un alma no limitada por un cuerpo, una forma que supere toda causalidad física conocida. ¿Qué propuso separar de qué para evitar la muerte? ¿Separarnos del universo o de cierta identidad?
La filosofía occidental moderna, sobre todo el racionalismo cartesiano, tiende a equiparar la mente con un yo consciente, teorización que parte de o que deriva en una dualidad mente/cuerpo. La filosofía occidental en la posmodernidad mantiene esta acepción yoica de la mente, aunque desde conclusiones dispares. O bien radicaliza esta desvinculación de la materia y lo mental, por ejemplo, el funcionalismo resume ese yo como una información que funciona y se conecta en una determinada realidad, una serie de estados funcionales que tienen un cuerpo como una estructura situacional que coincide con todo eso que entendemos como imaginar, recordar y sentir, aunque dicho cuerpo bien podría ser remplazado por otro, siempre y cuando replique los mencionados estados funcionales, no importa si no se trata de un cuerpo de carne 70% agua. O, en cambio, niega que ese yo mental pueda explicarse por sí mismo; por ejemplo, el fisicalismo descarta que tenga una estructura propia, a semejanza de un fantasma que estructure o que tan sólo coincida con la estructura de una máquina de carne, siendo el orden de la física que los científicos naturales han ido teorizando la única explicación válida. Pero el problema aquí es cómo estar seguros si hay algo, sea lo que sea: que sea creer ser ese algo. ¿Dónde debería hallarse? Y de no existir tal cosa, entonces, ¿nadie ve la materia o nadie es la información?
Para algunos transhumanistas lo importante a concluir es que todo lo que considero propio de eso que llamamos condición humana y de cualquier otra condición existencial: puede simularse. Para que inicie y sea continuo el hecho que sea, por ejemplo, mis recuerdos o mi personalidad, sólo es indispensable alguna forma de cerebro con suficientes neuroconexiones, no importa en qué sentido eso me parezca hoy sólo un cerebro simulado. La plenitud sensorial a mi alrededor y dentro de mí es una, y teóricamente podría hacerse experimentar y modificarse de maneras increíbles en un laboratorio. O con el protocolo del Nexo y del internet no ficticio, una corriente de datos que permite representarnos como personalidades, conocer lo que está pasando en cualquier lugar y comunicarnos con otras personas sin importar nuestra ubicación exacta:
La memoria humana es sólo un registro. Sólo necesitas reescribir ese registro.
¿En qué sentido algo es sólo simulado? Puede ser de utilidad el siguiente ejemplo: “beber un refresco helado y grande”, a falta de lo más importante, “un refresco”, podría ser en esencia “la sensación de beber un refresco” y ya. Algunos filósofos de la mente denominan esa esencialidad única con el término “qualia”. Para las transhumanistas, si esta puede simularse, carece de importancia si tenemos un vaso grande y helado “de verdad”, siempre y cuando haya una sensación de refresco. Se concluye que esa esencia no es otra cosa que estimular eléctricamente un cerebro en ciertas áreas precisas. O hacer alma con una estructura informativa. No obstante, las palabras de Eiri al respecto resaltan la necesidad, o de un cerebro, o de una mente:
Todas las sensaciones son causadas por impulsos en el cerebro. Sólo necesitas bloquear los impulsos desagradables. Escoge solamente los alegres, los agradables.
La realidad física no es nada excepto un holograma de la información que fluye a través de la red.
Pero entonces, ¿cuál sería el soporte de las cosas? ¿Una subjetividad que contiene al cuerpo o un cuerpo que contiene a la subjetividad? ¿Este soporte está en o es el universo? ¿La información es también materia o podría ser inmaterial? Es posible que esa dualidad mente/cuerpo provoque más bien confusión. Y quizá por eso coincido más con la antigua cosmología samkhya de la India. Frente a estas interrogantes, resulta un punto de vista alternativo, basado también en una línea roja metafísica que distingue la conciencia de la materia, pero identificando extrañamente a la mente no con lo primero, sino con lo segundo. Para esta metafísica antigua existen dos principios irreductibles, innatos e increado o que no son creación del otro principio: puruṣha, un disfrutador múltiple y pasivo o bhokta, y prakriti, lo disfrutado en todas sus posibilidades o bhogya. El ego sufriente o ahamkāra implica no saber discriminar ambos principios.
Dicho de otro modo, puruṣha sería un principio consciente e inteligente puro sin atributos analógicos, aunque no un Dios, ya que no es la fuente de lo infinito inanimado ni la consciencia podría ser igual a la inconsciencia. Aunque ya es absoluto, así como independiente, libre, imperceptible, incognoscible. No debe ser confundido con nuestros contenidos mentales o sensoriales, no produce ni es producido y es ajeno a cualquier explicación. En cambio, prakriti sería tanto la mente como la materia. También podría definirse como la fuente única y primordial de todo lo conocido, lo que le es implícito estando contenida en su seno. Para el Samkhya, puruṣha es que no sean ocultas las configuraciones de lo que entendemos como mundo exterior y mundo interior, materia y mente, que son sólo variaciones de prakriti. El fenómeno del yo es confundir con posesión estas actividades objetivas, pero nada tiene un poder absoluto, ni nosotros sobre lo que definimos ni aquello que nos define. Hay existencialmente una reconciliación con esta ausencia de poder y de limitación de los hechos. Me gusta esta frase de Dereck Parfit:
Mi vida se parecía a un túnel de cristal por el que cada año avanzaba más deprisa y al final había oscuridad. Mi visión cambió, y las paredes de mi túnel desaparecieron. Ahora vivo al aire libre.
¿Soy o no soy lo que experimento? Pienso que el samkhya afirma que no, pero que todo es creer que sí. Y ese todo es un cuerpo que no existe como algún lugar definitivo. Se trata más bien de contrastes. Quizá es cierto lo que llegan a asumir los personajes de Serial Experiments Lain:
El cuerpo existe sólo para verificar la existencia de uno.
Aunque ese “sólo” me molesta. Y pienso que a la cosmología samkhya también le falta resaltar algo: quizá que la conciencia sin experiencias nunca podría ser “una conciencia”, es decir, una libertad que sea también un valor. Aunque para Lain pueda ser más doloroso ser sólo Lain y sus recuerdos, en lugar de una diosa que podría alejarse de todas las cosas, eligió al final del anime ser Lain, ser ella misma. Como escribió el filósofo Stéphane Mosès:
En el segundo capítulo del Génesis, la separación originaria entre espíritu y materia es superada gracias a que la sede somática del ser humano está animada, en todos sus puntos, por un principio espiritual… En el texto bíblico, esta nueva realidad, originada a partir de la difusión del espíritu en la materia, se denomina “nefesh” no debe concebirse como una mera alianza de espíritu y materia, dado que en la realidad del nefesh ni el espíritu ni la materia permanecen idénticos a sí mismos: al difundirse por el cuerpo, el espíritu se convierte en “nefesh jaiá”, es decir, en ser vivo. A su vez, tras ser vivificada por el soplo, la materia se trasforma en sustancia animada.
El mundo, sea lo que sea, importa tanto como uno mismo. ¿Cómo vivir sin un mundo es tanto como preguntarse cómo no vivir? La gran interrogante de este anime puede ser si es posible salvar el valor final de una experiencia que es y no es nosotros, la cual, a lo mejor, no debemos controlar. Eso puede estar bien. La sensación de conocer a una persona, la sola sensación, ¿ya incluye a alguien de verdad? Quizá debería reformular esta pregunta: ¿esta sensación ya incluye la posibilidad de que una persona nos conozca? Quizá nunca podremos saberlo, porque tampoco sabemos si la sensación de ser nosotros es conocer a alguien que podría existir pase lo que pase. Uno puede creer ser uno mismo, y no hay manera de saber si esto sólo es creer. Pero creer quizá bien vale la pena, porque, a lo mejor, sólo a lo mejor: esto es amar con la fuerza de lo posible. No me importa cómo es que yo quiero ser yo. Es así y no me disculpo: yo quiero ser yo.
Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.