Platón y el homoerotismo

Platón aborda el homoerotismo principalmente en tres Diálogos:

1. El banquete o de la erótica: obra cumbre de Platón sobre el amor erótico entre personas del mismo sexo con vistas a la Belleza Suprema. En ella sienta las bases metafísicas del amor abocado a la trascendencia y a la realización del ser en función de lo Divino. Es un verdadero tratado de espiritualidad homoerótica, que implica una metodología contemplativa que va en progresión por los niveles del ser hasta la realización suprema del alma en su Principio.

Se menciona sólo tangencialmente la vinculación erótica existente entre personas de sexo opuesto, que es situada en un rango inferior, y la obra se enfoca, más bien, en el amor erótico entre semejantes (homo), a partir del cual se proyecta hacia una dimensión metafísica.

Pero la doctrina del amor descrita en El banquete se refiere más al amor homosexual que al amor heterosexual, lo que está en consonancia con la época y lugar en que vive su autor. Los griegos consideraban las relaciones homosexuales compatibles con el matrimonio. Ello se debía, en gran parte, a la separación de los sexos, ya que, para un ateniense del siglo VI a. C. en adelante, mantener relaciones amorosas con una chica era muy difícil y a veces peligroso. Por otro lado, toda relación entre una persona adulta y un joven adolescente tenía una dimensión educacional que no existía en la relación hombre-mujer. El joven veía en el adulto un modelo a imitar y este carácter pedagógico es, precisamente, una de las notas más específicas de la pederastia griega que no se encuentra en otras comunidades. La respuesta homosexual de un hombre al estímulo visual de un joven bello le pareció a Platón una excelente base sobre la que levantar una relación maestro-discípulo y era, a la vez, la experiencia más conocida por la mayoría de las personas para las que escribió la obra.

(Introducción de la editorial Gredos a El banquete)

El aspecto erótico recorre todo el diálogo y en algunas escenas es explícito. Eros, considerado a lo largo del Simposio como un dios, de acuerdo con la cosmovisión mítica griega, y al que Diotima, apartándose de la visión tradicional, reivindica como un daimón o semidiós intermediario entre humanos y dioses, es el eje central de la obra, como viático hacia la Belleza Suprema a través de la ascesis (no confundir con ascetismo) contemplativa.

Es preciso no considerar lo erótico en el sentido moderno y vulgar. El Eros en su acepción clásica no se circunscribe al aspecto exclusivamente sexual sino que se proyecta en múltiples aspectos del ser que, de acuerdo con la filosofía amatoria platónica, discurren desde lo corpóreo hasta lo incorpóreo, desde lo particular hasta lo universal, y que yacen presentes no sólo en el alma humana sino en la dinámica del universo entero.

La realización del alma en el conocimiento de lo bello, fin supremo, no excluye su proceso y las gradaciones de ascensión a partir del amado concreto de carne y hueso como eje, sino antes bien lo incluye y lo trasciende (lo trasciende implicándolo y rebasándolo desde su inmanencia).

El diálogo cuenta con una estructura particular que no poseen los otros diálogos, pues todos son discursos en honor a Eros (los de Fredo, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón), exceptuando la última parte, en la que se establece la rememoración del diálogo dialéctico de Sócrates con Diotima. Los discursos van de lo menos a lo más en ascenso, hasta alcanzar su culminación en la intervención de Sócrates con Diotima. Se da entre ellos una síntesis que sigue una misma línea ascendente: salvo detalles periféricos, no se oponen, sino que se complementan. Platón manifiesta distintas facetas de su pensamiento en cada uno de los participantes: en Fedro el aspecto moral, en Pausanias el legal, en Erixímaco el cosmológico, en Aristófanes el mítico y en Agatón el poético. Todos estos discursos, sin embargo, son incompletos y sólo parcialmente verdaderos. Finalmente, en Sócrates se da el aspecto metafísico: la cumbre de la Verdad. El único discurso centrado en la heterosexualidad es el de Erixímaco y el único que no se centra en la orientación sino únicamente en la personificación de Eros (describiéndolo como afeminado, por cierto) es el de Agatón. Todos los demás discursos, el de Fedro, Pausanias y Aristófanes, así como el mismo diálogo de Sócrates con Diotima, toman como base de partida el homoerotismo.

Wilhelm von Gloeden, Tierra de fuego (Nápoles, ca. 1897)

 

2. Fedro o de la belleza: obra cumbre de Platón en la metafísica del amor homoerótico junto con El banquete y continuación de este. Emplea una metodología contemplativa precisa para el ascenso del alma a través de las progresivas escalas del Ser hasta el núcleo del mismo por medio de la contemplación de la belleza del amado, que es una teofanía para el amante en el marco del amor entre semejantes (homo).

Un elemento a tener en cuenta en este diálogo es la naturaleza de la pedagogía clásica y particularmente de la platónica, ajena a la perspectiva mecanicista moderna de la educación.

El conocimiento no es concebido como una rememoración, réplica o repetición, no es el aprendizaje acumulativo de información. El saber en línea platónica es, más bien, una vivencia íntima, un descubrimiento, una forma de situarse, de ser, una transformación interior, una recreación o nueva creación (un afloramiento de lo increado) en el alma. Platón dará relevancia a este aspecto, que continúa la temática homoerótica abocada a la trascendencia que estableció inicialmente en El simposio o sobre la erótica.

El conocimiento ha de ser vivido y es vivido en cuanto el alma se abre, con receptividad plena, por mediación del amor, gracias al vínculo entre amante y amado, en el que por lo general (pero no siempre: en el caso de Aquiles y Patroclo se da a la inversa según el Banquete) un hombre maduro y sabio instruye a un joven inexperto, instrucción permeada de una insoslayable carga erótica. Pues, tal como señala Platón, lo que se aprende bien y de verdad es transferido con la totalidad del ser, no con la razón aislada, y en esta totalidad es crucial la unión cabal entre transmisor y receptor, en el que Eros es el nexo idóneo: con el amor del amante el amado recibe también su conocimiento. Conocimiento y amor son inconcebibles por aislado.

El enfoque amatorio, concretamente homoerótico, conforme a la trascendencia metafísica, no es azaroso y meramente circunstancial, como convendría a cierta visión puritana de herencia cristiana, sino que responde a la propia naturaleza del alma enamorada con aspiraciones espirituales: es a través del amor y la adoración que le sucede, específicamente por mediación del dios Eros, que el alma se abre, adoptando una receptividad cabal, al conocimiento de lo bello encarnado en la belleza del ser amado, que es una teofanía para el amante.

Wilhelm von Plüschow, Un anciano y un niño vestidos a la griega antigua (1900)

3. Lisis o de la amistad: precioso diálogo de Platón que aborda la amistad en conjunción con el homoerotismo o, más precisamente, una philia erotizada. De escenas iniciales claramente homoeróticas pasa luego al abordaje de la amistad homoerotizada: expone los fundamentos metafísicos de "lo semejante atrae a lo semejante" y a continuación los rebate; luego expone las bases metafísicas de "los polos opuestos se atraen" y sucesivamente los refuta; finalmente, realiza una síntesis entre ambas posturas y las trasciende: "es lo bello y lo bueno lo que nos atrae", con la simultánea participación de elementos semejantes y desemejantes. De modo tal que, en este diálogo, la metafísica dual heterosexual y la homoerótica clásica son simultáneamente trascendidas por causa del amor, como principio de plenitud, que las encierra y es su verdadero eje. Finalmente, Platón se remonta al Bien en sí, en cuanto principio supremo, del que participan las cosas buenas por cuyo bien las amamos: aquella divinidad que se trasluce en el ser amado y nos lo hace amable.

Pese a lo anterior, ciertos sectores conservadores, principalmente de influencia cristiana, así como algunos (contados) progresistas antiplatónicos que han tomado a Platón por enemigo (principalmente a causa de su metafísica) y pretenden desmerecer la obra del filósofo en todos los ámbitos sin concederle ningún punto a favor, le han atribuido una postura homofóbica en base a un solo pasaje aislado que se encuentra en su presunta obra póstuma Leyes. Sin embargo:

A) Los expertos exégetas en Leyes han señalado que esta obra necesita una exégesis especial por ser apócrifa, pues se cuestiona la autoría atribuida a Platón a causa de un estilo distintivo y obtuso y de una lengua divergente, así como por la toma de posturas no coincidentes con el resto de su obra, entre otros motivos; incluso quienes se inclinan a su atribución admiten, no obstante, que no lo es en su totalidad, sino que contiene interpolaciones y que a diferencia de sus otros diálogos no cuenta con referentes clásicos sino únicamente cristianos, siendo diversos los teóricos que sostienen una cristianización del texto. 

B) Es un solo pasaje frente a tres obras completas que lo posicionan como un defensor filosófico del homoerotismo. 

C) Se trata de una breve sentencia dogmática sin razonamiento precedente, en contraste con el resto de sus diálogos que alcanzan una conclusión favorable al homoerotismo tras la exposición de una serie de argumentos sucesivos, y otorgar credibilidad a una postura en función del prestigio de un autor y no de los argumentos sostenidos por él constituye una falacia lógica conocida como ad verecundiam o "apelación a la autoridad".


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Imagen de portada: Dos jóvenes con guirnaldas (retrato de Vincenzo Galdi, derecha, y "Edoardo", izquierda, en Posillipo, Nápoles) (Wilhelm von Plüschow, ca. 1895 (detalle)

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