Cuando se habla de cristianismo, es un error común identificar dos grandes ramas o bifurcaciones: el catolicismo bajo la autoridad del papa de Roma y el protestantismo como toda una gama de miles de iglesias reformadas o evangélicas. Sin embargo, los orígenes de la cristología, las liturgias y las prácticas cotidianas de muchos cristianos se pierden en la luminosidad del Mediterráneo, donde la Iglesia ortodoxa, una tercera versión del culto al hijo de Dios y María transmitida históricamente a los pueblos eslavos y árabes, de Damasco a Moscú, aún es la religión dominante, la hierogamia de mitos, filosofías y sensibilidades.
Este cristianismo fue durante mil años la misma Gran Iglesia hegemónica con el cristianismo de los latinos, hasta el cisma de 1054 que, a pesar de los concilios de Lyon y Basilea y los gestos ecuménicos de Pablo VI y Atenágoras, Francisco y Bartolomé, nadie ha terminado de sanar. Ambas versiones del catolicismo, el reino ilimitado que no distingue sexos, etnias, lenguas y clases, creen en inteligencias angélicas, adoran a Cristo en el icono o modelo de los santos, se dulcifican ante su madre virgen, un beso que sólo es eco de Dios, celebran siete sacramentos, se hermanan como monjas o monjes, pintan el Cielo futuro y temen al color del Infierno. Incluso hay ciertas personas que no son capaces de distinguir a ambas confesiones, lo cual tiene sentido si tomamos en cuenta que muchas comunidades orientales volvieron a unirse a Roma como alguna de las veintidós Iglesias "sui iuris" o ritos no latinos obedientes al papa. El mismo cristianismo oriental no está unificado en un único grupo de Iglesias ortodoxas.
Es así que puede ser interesante conocer algunas de las diferencias entre catolicismo romano y ortodoxo. Para fines de este ejercicio, me limitaré a la comunión más grande, ligada a la tradición bizantina, la llamada Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa con un poco más de doscientos millones de fieles.
El papa Francisco y el patriarca de la Iglesia ortodoxa rumana Daniel III (Bucarest, 2019)
1. La autoridad del Papa no es considerada igual en la ortodoxia. Antes del gran cisma, la sede de Roma era presentada en concilios y por algunos teólogos como primera en igualdad entre los grandes patriarcas cristianos, Alejandría, Constantinopla, Antioquía y Jerusalén. Sede ocupada por un obispo que podía mediar entre iglesias, ser un guía moral o de discernimiento. No obstante, siempre se sospechó en Oriente del incremento de potestades terrenales del papa o de su interferencia monárquica en otras iglesias no latinas, mientras que la apreciación papal sobre su propia autoridad ha variado con el tiempo. Si bien en Oriente los patriarcas se vieron comprometidos a armonizar su autoridad con la de los emperadores romanos bizantinos, este poder había desaparecido en Occidente, abriéndose un vacío que el papa llegó a llenar y que explica su rol político hasta el día de hoy, pues sigue siendo jefe de Estado y de gobierno del Vaticano o Santa Sede. Para los ortodoxos, la doctrina actual del magisterio romano sobre esta cuestión no es aceptable: no pueden reconocer al papa como infalible ex catedra, es decir, incapaz de errar en asuntos de doctrina, no como persona particular, sino desde su oficina e inspirado por el Espíritu Santo, por lo que rechazan este dogma que llegó a ser tal solo hasta finales del siglo XIX, en el Concilio Vaticano I. Tampoco podrían aceptarlo como Vicario de Cristo, solo de Pedro, ni como un obispo con potestad global en todas las diócesis.
2. El modelo eclesiológico de la ortodoxia es el de un cuerpo de Iglesias cuya única cabeza es Jesucristo, sin la necesidad de un representante visible entre el obispado como lo es el papa. Ciertas Iglesias con un pueblo que ha recibido en la Historia apropiadamente la fe pueden convertirse en autocéfalas, es decir, con plena competencia dentro de sus territorios, guiadas por la autoridad de un patriarca o arzobispo primado. Hoy son catorce plenamente reconocidas entre sí, las cuatro originales mencionadas más arriba, más las Iglesias rusa, serbia, rumana, búlgara, georgiana, chipriota, griega, albanesa, polaca y checa eslovaca, además de casos en disputa, como la ucraniana y la americana. No obstante, sólo los concilios tienen autoridad dogmática. El Patriarca Ecuménico de Constantinopla sería primero de honor entre iguales, con algunas de las prerrogativas de la antigua Roma, pero sin potestad para hablar o definir nada en nombre de la Iglesia universal, pues debe actuar siempre en unión de par con los demás obispos.
3. La ortodoxia sólo reconoce como concilios ecuménicos aquellos siete celebrados antes del cisma, por lo que no tienen significación dogmática para ella ninguno de los llevados a cabo bajo la autoridad de Roma en soledad. A su modo de ver, serían unilaterales todas sus conclusiones per se, es decir, no inspiradas por el Espíritu Santo, por lo que serían especulaciones teológicas, en el mejor de los casos, o herejías que impiden la plena unidad de la Iglesia, en el peor.
"La Virgen de Tijvin" (Leo Lopatin)
4. Lo anterior incluye dogmas como el de la "inmaculada concepción" o la “ascensión de la Virgen en cuerpo y alma al Cielo". Los ortodoxos veneran a María con profundo amor y respeto máximo en tanto "Theotokos", Madre de Dios, pero entienden que nuevas consideraciones dogmáticas sobre ella son innecesarias, redundantes o no pueden presentarse sin la mediación de futuros concilios ecuménicos donde esté presente toda la Iglesia como en el modelo del primer milenio. En el mismo tenor, aunque los ortodoxos reconocen la existencia de visiones marianas dadas a algunos santos, tienden a desconfiar de las apariciones de masas o a testigos concretos que se han incrementado desde el siglo XIX como un fenómeno en el catolicismo romano, sobre todo cuando estas tienen mensajes muy específicos y elaborados que podrían banalizar o contaminar la fe.
5. La Ortodoxia reconoce el valor de la castidad anacoreta o cenobítica y de la virginidad previa al matrimonio, pero nunca ha pretendido asumir como disciplina para los presbíteros el celibato obligatorio, pues siempre se han ordenado en Oriente a hombres casados. Los obispos ortodoxos deben ser monjes o viudos, una coincidencia con el catolicismo romano en no elevar a este rango a hombres con mujer, hijas e hijos. Hay que añadir que la Ortodoxia propone prácticamente un único modelo monástico para mujeres y hombres, a diferencia de la diversificación histórica de órdenes religiosas, comunidades de frailes o de vida consagrada con carismas propios que existen bajo la autoridad del papa, o incluso en el luteranismo y el anglicanismo.
"Ecce Homo" (Bartolomé Esteban Murillo, ca. 1660-1670)
6. La doctrina del pecado original desarrollada por Agustín de Hipona no fue ni condenada ni aceptada en el Oriente cristiano, el cual siempre la vio como un punto de vista teológico particular, sin que tuviera en su espacio mayor preponderancia. Los padres griegos prefirieron hablar de un "pecado primero" o "pecado ancestral", que no fue heredado a cada individuo ni es una culpa de nacimiento, sino que manifiesta la posibilidad de que el ser humano se aleje de Dios y que tuvo consecuencias para los hijos de Adán. Para Roma, la teología agustiniana es de gran relevancia doctrinal y es parte de su interpretación del sacrificio propiciatorio de Cristo.
7. En la Ortodoxia se recalca más que la Eucaristía es la cena de la eternidad y la vida, mientras que en el catolicismo romano, una actualización constante del sacrificio sustitutivo del Hijo de Dios en nombre de nuestras culpas, noción también heredada al protestantismo.
8. Los ortodoxos son indulgentes respecto al divorcio en cuestiones concretas de injusticia para uno o los dos cónyuges. El magisterio romano rechaza el divorcio en toda circunstancia, sólo contemplando la anulación o reconocer que en principio nunca ocurrió un matrimonio valido.
9. El catolicismo romano validó la doctrina del Purgatorio a nivel dogmático, e igualmente esto es visto en la Ortodoxia como la imposición de una especulación teológica, sin suficientes bases bíblicas o patrísticas. Los ortodoxos sí oran por los muertos, pero en el entendido de que muchas almas perdidas en el Hades quizá puedan salvarse y de que la intervención de la oración mueve la misericordia de Dios para que un fallecido imperfecto vaya directamente a su lado. Esto implica la posibilidad de una salvación universal, aunque sólo en tanto una virtualidad no cerrada, no predestinada o que es un misterio para la Iglesia y que únicamente puede adivinar Dios.
10. Los ortodoxos entienden su tradición iconográfica como una teología en sí misma, siendo sospechosos otros modelos de arte sacro, posiblemente deficientes en sus fines al menos desde este punto de vista. Emplean el arte escultórico sólo con propósitos decorativos, nunca litúrgicos. Por su lado, el catolicismo romano empezó a abrirse desde la Edad Media a estilos artísticos innovadores, al arte tridimensional e incluso a uno más experimental propiamente de autor.
11. Los ortodoxos hacen participar de los sacramentos a los recién nacidos, por lo que, además de bautizarlos, los crisman a modo de Confirmación y les ofrecen la Eucaristía. Los católicos romanos gradualizan más estos ritos a lo largo de la vida de los fieles.
12. Los presbíteros ortodoxos dan la comunión en las dos especies a los laicos. Por su parte, los presbíteros del rito romano, salvo ocasiones especiales, únicamente el pan consagrado. Este último es levado en las liturgias bizantinas, y ácimo en las liturgias latinas y de algunas iglesias sui iuris.
"Enseñanza de un canto dentro de un monasterio francés" (Charles Alphonse DeBlois, 1893)
13. Los ortodoxos rechazan mayormente la música instrumental para sus liturgias y no dan apertura a modelos musicales modernos. Desde el Concilio Vaticano II, el catolicismo romano se ha abierto a la música popular de la actualidad, y antes, a la instrumental en general.
14. Finalmente, un tema muy polémico es el del "Filioque", es decir, la anexión al credo niceno de una cláusula sobre el Espíritu Santo en el cristianismo occidental y desde antes del gran cisma. La tercera persona de la Trinidad procedería, además del Padre: "del Hijo" o "a través del Hijo". Para la ortodoxia este añadido viola la no alteración del confesional común de fe de la Iglesia universal y pone en duda la doctrina de la soberanía de Dios Padre, es decir, cómo se entiende la relación de procedencia de las otras dos personas trinitarias en la eternidad. En cambio, para el catolicismo romano la cuestión del Filioque sería sólo una explicitación de una verdad ya confesada por distintos autores patrísticos, destacándose antes que la conceptualización del Padre, la realidad y el misterio relacionales que sería el mismo Dios.
Este añadido fue útil para la conversión en Occidente de los arrianos visigodos del Reino de Toledo, y no es hoy impuesto a las Iglesias sui iuris de rito oriental ni a la Iglesia ortodoxa en encuentros de oración ecuménicos. En principio, este conflicto por el Credo desencadenaría la separación entre Roma y Constantinopla del año 1054, o esa sería su motivación teológica, más allá de intereses políticos. Hoy es un tema que tiene distintas salidas teológicas.
Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.