La historia global registra una asombrosa variedad de formas de organización social. Sin embargo, casi universalmente, los esquemas donde el varón es superior en jerarquía respecto de la mujer son comunes. ¿Cómo moldea la relación entre hombres y mujeres este orden político?
En el libro The First Political Order: How Sex Shapes Governance and National Security Worldwide, Valerie Hudson de la Universidad Texas A&M y Donna Lee Bowen y Perpetua Lynne Nielsen de la Universidad Brigham Young clasifican 176 países en una escala de 0 a 16 según lo que llaman el “síndrome patrilineal/fraternal”. Esta es una combinación de aspectos como el trato desigual de las mujeres en el derecho de familia y los derechos de propiedad, el matrimonio precoz de las niñas, el matrimonio patrilineal, la poligamia, el precio de la novia, la preferencia por los hijos varones, la violencia contra las mujeres y las actitudes sociales al respecto.
Incorporando hallazgos de investigación que abarcan una variedad de disciplinas de las ciencias sociales y datos empíricos integrales que detallan el estatus de las mujeres en todo el mundo, el libro muestra que la subordinación femenina funciona casi como una maldición sobre las naciones. La decisión de una sociedad de subyugar a las mujeres tiene importantes consecuencias negativas: peor gobernanza, tendencia al conflicto, inestabilidad, mal desempeño económico, inseguridad alimentaria, sistemas de salud precarios, constantes problemas demográficos, deficiente protección ambiental y peor progreso social. Sin embargo, a pesar del poder omnipresente de las estructuras sociales y políticas que subordinan a las mujeres, la historia y los datos revelan posibilidades de progreso.
Por ejemplo, poco se sabe exactamente sobre el origen de la lógica de los talibanes para argumentar la opresión de las mujeres. Por ello, esta nueva investigación ha encontrado un vínculo directo entre estas dinámicas sociales y la pobreza. Oprimir a las mujeres no sólo es malo para ellas; también lastima a los hombres. Hace que las sociedades sean más pobres y menos estables.
Este libro muestra que cuando se toman medidas para reducir el dominio de leyes, costumbres y prácticas no equitativas, los resultados para todos mejoran. Ofrece un nuevo paradigma para entender la inseguridad, la inestabilidad, la autocracia y la violencia, explicando lo que la comunidad internacional puede hacer ahora para promover relaciones más equitativas entre hombres y mujeres y, por lo tanto, seguridad y paz. Con pruebas empíricas exhaustivas del daño de gran alcance que supone subyugar a las mujeres, este es un libro importante para los estudiosos de la seguridad, los científicos sociales, los encargados de formular políticas, los historiadores y los defensores de las mujeres en todo el mundo.
A la par, en la investigación las democracias ricas como Australia, Suecia y Suiza obtuvieron la mejor puntuación posible, mientras que países como Irak, Nigeria, Yemen y Afganistán obtuvieron una puntuación desastrosa. De manera similar, países económicamente ricos como Arabia Saudita y Qatar también tienen índices de inestabilidad considerables. En total, las autoras estiman que ciento veinte países siguen sujetos en alguna medida a este síndrome.
Hudson y sus coautoras probaron la relación entre el síndrome patrilineal y la inestabilidad política violenta. Hicieron análisis en los 176 países, controlando otras cosas que podrían fomentar conflictos, como las luchas étnicas y religiosas, la historia colonial y categorías culturales amplias como musulmana, occidental e hindú.
Las autoras también encontraron evidencia de que el patriarcado y la pobreza van de la mano. El síndrome explicó cuatro quintos de la variación en la seguridad alimentaria y cuatro quintos de la variación en los puntajes del Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que mide la esperanza de vida, la salud y la educación.
Sin duda alguna, este libro es una demostración pionera de que la subordinación persistente y sistemática de las mujeres es la base de muchos otros problemas, con amplias implicaciones para la seguridad y el desarrollo mundiales.
“Parece que la forma más segura de maldecir a una nación es subordinar a sus mujeres”, concluyen las autoras en el libro.