En una de esas escenas cuya coincidencia resulta un tanto inexplicable y extrañamente adecuada, el 26 de enero de 2014 y luego de rezar un Angelus a favor de la paz en Ucrania, el papa Francisco soltó desde el balcón de su residencia en el Vaticano un par de palomas blancas para agregar un simbolismo más a la plegaria.
La paloma blanca se asocia con la paz en parte porque, según el relato bíblico, esta fue el ave que Noé echó al vuelo desde su arca para saber si el Diluvio universal había cesado, pero también porque después de la Segunda Guerra Mundial varios organismos europeos e internacionales la adoptaron como emblema de reconciliación.
El hecho que nos ocupa tuvo un giro inesperado cuando ambas palomas liberadas por el papa fueron atacadas, una por una gaviota y otra por un cuervo negro.
El incidente hubiera quedado en anécdota de no ser por el conflicto que protagonizan en estos momentos Rusia y Ucrania, el país al que el papa dedicó su plegaria aquel día.
Las imágenes del ataque a las palomas fueron recuperadas y difundidas recientemente en Twitter por el usuario Nicolás Delgado Pease, quien agregó este comentario:
Para graduarme de Nostradamus, diría que las aves depredadoras son una talasocracia (gaviota, la OTAN) y una telurocracia (el cuervo, Rusia). Sé que 'telurocracia' junta raíces griega y latina (una barbaridad), pero me limito a usar la terminología de Dugin.
Y finalizó así:
No soy supersticioso. Probablemente haya otra explicación eficiente detrás, pero igual la simbología está brutal.
En efecto: lo ocurrido en la Plaza de San Pedro no es más que una casualidad o una coincidencia, como decíamos, pero siguiendo la idea de este último comentario, los elementos de la escena son suficientemente simbólicos como para imaginar el suceso desde otra luz y otra perspectiva.