La primera vez que vi a Nina fue en un aviso de Facebook. Decía: gatita negra en adopción, con una foto de ella en un estacionamiento. Estaba flaquísima, sus bigotes eran muy largos para su cara pequeña y sus ojos parecían dos aceitunitas que querían cubrirlo todo.
Con el papá de Nina no solíamos dormir de la mano, pero esa noche, la primera de ella en casa, lo hicimos. A penas apagamos la luz, sentí un peso liviano sobre la cama. Nina se acostó en medio y apoyó su patita blanda y peluda sobre nuestras manos entrelazadas. Ninguno de los dos dijo nada, ni siquiera nos movimos. Esa noche aprendimos el honor de que un gato te eligiera.
Un par de veces le he leído a Nina "Un gato en un piso vacío", de Wislawa Szymborska. Quiero que se sienta segura, amada, que lo que queda de esa gata desnutrida que adoptamos tenga la certeza de que su camada humana no le fallará.
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
En un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
Y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
Pero está descolocado.
Nina es cariñosa y hambrienta. Le gusta Beethoven, los patés y las cáscaras de tomate. Cuando duermes te mira insistentemente y a veces respira muy (demasiado) cerca de tu nariz. Disfruta las fiestas humanas, que la lleven en hombros y que a mediodía la carguen en brazos. Siente envidia de las plantas, detesta los temblores, reacciona rápido si algo no le gusta. Busca siempre el sol, es ansiosa, destruye libros y libretas. A veces vomita lo que come, porque tiene graves problemas renales. Le gusta correr por los pasillos, cazar polillas y los corchos de vino. Ha viajado en auto, metro, avión. Es valiente: cruzó sola la Gran Avenida –una de las calles más grandes y transitadas de Santiago– para esconderse en el estacionamiento donde la encontraron y le tomaron esas primeras fotos que vi en Facebook y me enamoraron.
Mientras escribo esto, Nina está en mis piernas. Me gusta sentir su peso sobre mi cuerpo. Debe de haber algo que vuelve a los gatos tan ligeros y perceptibles a la vez. Supongo que Darío Jaramillo, poeta colombiano, piensa parecido cuando dice que existen cuatro estados de la materia: líquido, sólido, gaseoso y gato.
El gato es un estado especial de la materia,
Si bien caben dudas:
¿es materia esta voluptuosa contorsión?
¿no viene del cielo esta manera de dormir?
Quería decir algo divertido e inteligente sobre los gatos y nuestra imposibilidad de entenderlos, pero no pude. Todo me salía tan pero tan dicho, que arbitrariamente escribí sobre mi gata. Espero sepan perdonarme. Creo que la mejor forma de terminar esta declaración de amor felina es con Gioconda Belli:
Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.