La dopamina es una molécula esencial para la realización de cualquier tarea, especialmente los objetivos que más le importan al ser humano, desde aprender un idioma o un deporte hasta escribir un libro, conseguir una pareja o simplemente lograr cualquier tarea que no sea automática y represente un reto. Generalmente se describe a la dopamina como la molécula de las recompensas y el deseo, y tiene que ver especialmente con la proyección de un placer o un beneficio. Cuando producimos dopamina el cuerpo se energiza, la atención y el foco se afilan y sube naturalmente nuestra motivación. El biólogo Robert Sapolsky la ha descrito como la "molécula del tal vez", pues nada genera más dopamina como la anticipación de algo que puede ocurrir (y que nos estimula) pero que no necesariamente sucederá.
Pero la dopamina tiene también un lado oscuro, pues está asociada a conductas adictivas, como puede ser el sexo, las drogas, las apuestas o incluso la navegación obsesiva en Internet. El deseo de obtener una recompensa química, cuando no se tiene inteligencia emocional, puede llevar a muchas personas a desarrollar diversas aflicciones. La dopamina es una molécula engañosa en cierta forma, como explica el Dr. Andrew Huberman de la Universidad de Stanford, pues una vez que se ha conseguido la meta y disfrutado de ella, se produce a la vez una sensación desagradable (el llamado "bajón"). Esta es la manera con la que la naturaleza se asegura de que se vuelva a perseguir una meta. La dopamina ejemplifica en cierta forma la canción de los Rolling Stones que dice: I can't get no satisfaction. Siempre se quiere más.
Toda las cosas que nos generan placer producen dopamina. Según Huberman, comer algo que nos gusta multiplica unas diez veces los niveles de dopamina en el cerebro (esto puede variar, obviamente). El sexo incrementa unas cien veces los niveles de dopamina, algo similar a lo que ocurre con la nicotina (lo cual quizá explica por qué a muchas personas les gusta fumar después de tener sexo, pues de esta manera siguen prolongando su recompensa de placer). Pero sustancias como la cocaína o las metanfetaminas pueden incrementar los niveles hasta mil veces. Los niveles de dopamina que produce jugar videojuegos, especialmente en los adolescentes, oscilan entre los niveles que producen el sexo y la cocaína. Depende de la capacidad del videojuego de presentar nuevos estímulos en los usuarios, pues la novedad es esencial. Igualmente, tener sexo con la misma persona muchas veces genera menos dopamina que tener sexo con alguien nuevo.
El ejercicio también es una buena forma de producir dopamina de una manera sana y constante y sin necesidad de los picos de otras actividades, si bien aquí también los niveles de dopamina aumentan cuando hay un factor de competencia. Otra manera sencilla, gratuita y sana de generar dopamina es escuchar música, especialmente música que nos mueva emocionalmente y que tenga ciertas memorias asociadas.
Las personas que buscan fomentar la producción de dopamina a través de la dieta pueden buscar alimentos (como las almendras) que tengan tirosina, el precursor natural de esta sustancia. Esta sustancia puede también tomarse como suplemento, al igual que la Mucuna pruriens, una sustancia muy popular que también es tomada por personas que tienen Parkinson (una enfermedad relacionada con bajos niveles de dopamina).
Una nota de cautela con el consumo de suplementos de dopamina (incluida la levodopamina) pues, como también señala Huberman, suplementar dopamina puede alterar el funcionamiento natural del sistema de dopamina del cerebro. Aunque estas sustancias no tienen fuertes efectos secundarios, es mejor crear hábitos positivos que promuevan la secreción de dopamina con un sustento conductual y no de agentes externos.
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