Poemas para estar en Pijama: Cómo robar un banco

Nuestros consejeros legales nos han invitado a recordarle, internauta de nuestros mil amores, que el robo bancario es un crimen penado en la mayor parte de los territorios de nuestro querido planeta y este artículo presenta una cuestión HI-PO-TÉ-TI-CA. Desmotivamos cualquier ejercicio bandolero que pudiera poner en riesgo su vida o la de cualquier allegado.

¿Quién quiere ganarse la lotería? Todo el mundo. Por eso es tan difícil de ganar, y por eso nuestra madre nos dice que los juegos de azar son peligrosos. Para hablar de peligro y fortunas, entonces, mejor robar un banco. Quien le roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

Hay dos estilos distintos a la hora de robar un banco. 1) La fuerza bruta. Frontal, directo, crudo, activo, violento. Peludo y rasposo. Astringente. A veces implica sangre y fuego. 2) La elegancia minimalista. Discreto, frío, calculado, impasible. Pulcro y aséptico. Somnífero. A veces implica fundar un banco.

Claro, siempre hay matices: estrategias complicadas, identidades ocultas, dobleces del ingenio que nos acercan al tesoro. Según ciertos rumores, la inmensa poeta peruana Blanca Varela se hizo camino en las artes espúreas del arrebato con su técnica poética de atraco bancario. Dicen que primero se ponía una máscara y que frente a la ventanilla, frente al rostro lunar del empleado bancario de turno saltaba al vacío y se comprometía con el crimen. Era cuestión de un segundo. De eso se trata, suponemos, este fragmento de "Máscara":

Vuela la mano, nace la línea,
vibrante destino, negro destino.
Por un instante la melodía es clara,
parece eterna la tarde,
purísima la sombra del cielo.

Sin duda, la melodía es clara ("¡Arriba las manos, soy Blanca Varela y esto es un asalto!") y parece eterna la tarde ("¡de aquí no sale nadie hasta que no tenga mi dinero!").

Ahora bien, la mayor parte de nosotros se demora y se toma el tiempo para cuestionarlo todo, como la irreemplazable Emma Villazón en su [cuestionario rechazado]:

¿qué calles no llevan
a las direcciones esperadas?
¿por qué una cara nunca es
la cara de algo, sino algo
similar a una hoja cubista?

Sí. Robar un banco fuerza preguntas, aunque esas preguntas nos empujen al riesgo. A fin de cuentas, el poema termina:

¿es posible vivir incendiada y cometer delitos en silencio?
¿es posible vivir incendiada y no comer delitos en silencio?
¿es posible vivir incendiada y no honrar esos delitos?

Lo importante es siempre tener el objetivo en la mira y no olvidar el motivo que nos ha llevado al desafortunado banco cuyas arcas serán prontamente vaciadas. El objetivo en la mira: lingotes de oro, billetes sin marcar, escrituras propietarias, acciones. Lo que sea el objetivo. Un limón, por ejemplo, como en "Volví a tener un limón en la mano", de Laura Wittner:

Es algo tan perfecto de agarrar.

Sí, Laura. Es algo tan perfecto de agarrar.

Quizás todo esto se ha sentido demasiado fino, demasiado prolijo. Quizás un poco más de caos sea necesario. Si usted es como yo necesitará sumirse en el desenfreno para cometer un acto así de importante. En ese caso, la recomendación es simple: vaya por la senda de "El contra aullido" de Alex Aillón, como continuidad y respuesta a otro gran texto de Allen Ginsberg. Le prometemos intensidad, exceso, coraje necio y pasión bárbara. Aquí van los primeros tres versos, para ver si gusta su gusto:

Estábamos en algún lugar del vacío subatómico
durmiendo la mona tranquilos
cuando nos despertaron a un mundo controlado por el Atari.

Ok. Es cierto. Mentimos desde el principio. No enseñamos cómo robar un banco. Pedimos disculpas. Esperamos, sin embargo, que estos versos sueltos ofrezcan algo de decisión, reparo, presencia, deseo, frenesí. Eso y mucho más.

 


Si quieres escuchar más sobre Poemas para robar un banco (y escuchar estos poemas completos), no te pierdas el capítulo número 14 de la tercera temporada de Tufillo de poeta.

 

Encuentra aquí la columna anterior de Tufillo de poeta en Pijama Surf: Poemas para estar en Pijama: Perú, deseo de futuro

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Imagen de portada: State Savings Banks, Melbourne, 1984 / Museums Victoria, Unsplash

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