El fotógrafo Maurice Mikkers se volvió un experto en fotografiar lágrimas un poco por accidente. Un día, en 2015, estaba cristalizando diclofenaco cuando se golpeó el pie contra la mesa. Al ver una lágrima rodar, rápidamente pensó que debería fotografiarla y llevarla al microscopio con el que estaba trabajando.
Probó diferentes técnicas de cristalización, como polarización y de campo luminoso, hasta que encontró la que le sirvió: una de condensador de campo oscuro. Al ver la lágrima bajo el microscopio se sorprendió de que parecía un pequeño planeta con una compleja textura. Los siguientes días empleó métodos comunes para provocarse el llanto, como comer cebollas o ver películas tristes.
Lo interesante del caso es que las lágrimas, como los copos de nieve, nunca son iguales. Lo que se ve en el microscopio son minerales cristalizados en unión con mucinas (proteínas que forman geles). Existen tres tipos de lágrimas: las basales, las reflejas y las emocionales o psíquicas. Las lágrimas basales siempre están siendo producidas, son parte de la humedad del ojo. Las lágrimas reflejas pueden obtenerse cuando una persona tiene una reacción, como cuando se cortar una cebolla. Las emocionales surgen del dolor y el placer.
Una de las razones que hacen tan especiales a las lágrimas emocionales es que tienen componentes químicos que no se encuentran en otro tipo de lágrimas, por ejemplo, prolactina, entre otros químicos. Pero más allá de esto, la razón por la que las fotos siempre son diferentes tienen que ver con las condiciones en las que se secan las lágrimas.
Mikkers se ha vuelto un experto fotografiando lágrimas y ha creado sus propios eventos en los que las personas comparten sus lágrimas. También desarrolló kits para que la gente pueda enviarle sus lágrimas por correo y así obtener otras imágenes. Esto le ha llevado a dar una plática en TED y muchos otros eventos. No hay duda de que las lágrimas son hermosas y producen fascinación.