La perniciosa ignorancia de pensar que la tecnología es neutral

Una frase que se escucha comúnmente e incluso se admira como muestra del supuesto sentido común es: "La tecnología es neutral". En primera instancia esta frase suena impecable, pues no parece que la tecnología en sí misma tenga una agenda, no es un ente maligno o benigno que se presenta por sí solo en el mundo (ciertamente no antes de que exista, si acaso, la inteligencia artificial). La tecnología depende del ser humano, eso parece ser verdad. Sin embargo, la realidad es que la tecnología existe siempre en el mundo de una manera determinada por el ser humano y procesos históricos y lo que podríamos llamar sociocognitivos. Siempre la tecnología está creándose con una intención y dentro de un marco conceptual. Generalmente esa "intención" es simplemente hacer dinero, pero eso ya es altamente significativo, pues supedita nuestros procesos de interacción a lo económico. Una escopeta es una escopeta que existe en la sociedad humana, dentro de una cierta visión económica y ética, no en un vacío, y tiene ciertas características que la hacen, por lo menos, algo peligroso. No todas las tecnologías son como una escopeta, pero todas las tecnologías comparten algo al menos: el hecho de que debemos reflexionar sobre sus características y sus marcos antes de usarlas.

Además de este aspecto que podríamos llamar una "originación dependiente" de la tecnología, existe, al menos según algunos filósofos como Heidegger, en la forma en la que se ido constituyendo la noción de tecnología, es decir, de utilizar herramientas, un modo que transformar nuestra relación con la realidad. Pues, según Heidegger, nuestra concepción de la tecnología va de la mano con una forma de ver y experimentar el mundo. Esto es, una forma instrumental o utilitaria, en la que concebimos el mundo como una serie de objetos que están siempre a nuestra disposición, y esta forma de ver el mundo permea todas nuestras relaciones, que se convierten en utilitarias, más que existenciales o poéticas. No vemos el árbol, vemos la leña. No vemos el paisaje, vemos los likes. No vemos a la persona, vemos un instrumento. No vemos al mundo como algo vivo con lo cual tenemos una relación luminosa y presencial, lo vemos como un problema que debemos calcular, resolver o explotar. Hemos de alguna manera deificado a la tecnología y poco a poco nos percibimos a nosotros mismos como tecnología o como sirvientes o dependientes de la tecnología, nuestro nuevo Dios paternalista que nos salva o destruye. 

Marshall McLuhan entendió esto a su propia manera, a veces no sin entusiasmo por los medios electrónicos. La aserción clave de McLuhan es que el medio es más importante que el mensaje, el contexto más que el contenido o, actualmente, el algoritmo detrás del stream de contenido. El mismo McLuhan notó que en su época ya sucedía que las herramientas que usamos nos acaban usando a nosotros. Así, hoy en día nosotros somos el contenido en las redes sociales y nuestra atención es la divisa que se capta y capitaliza.

Ni McLuhan ni Heidegger fueron ingenuos y los dos notaron que la tecnología nunca es neutral, simplemente no aparece en el mundo de esa forma, y pensar que lo es suele ser peligroso. Más recientemente, Douglas Rushkoff ha sugerido que debemos pensar en la tecnología como una droga que consumimos. Una droga puede servirnos en algún momento, pero siempre nos altera, nos modifica de diversas formas. Un pasaje importante de Heidegger en su ensayo sobre el problema de la técnica señala: "En todas partes permanecemos sin libertad y encadenados a la tecnología, sea que la afirmemos pasionalmente, o la neguemos. Pero estamos entregados a ella de la peor forma cuando la consideramos algo neutral".

Este mismo punto lo hacen algunos analistas más contemporáneos. Por ejemplo, Nicholas Carr:

La tecnología la crean y usan humanos, por lo que al final somos responsables de ella. No es algo que caiga por arte de magia del cielo. Es un tontería pensar que la tecnología es neutral. Tiene un sesgo, nos empuja a comportarnos y a pensar de una manera determinada. Cuando adoptamos una nueva herramienta, también adoptamos sus sesgos. Por ejemplo, Internet está sesgado hacia la distribución de información de alta velocidad en diferentes formatos, como audio, texto o imágenes. Esto significa que es un medio de gran distracción, que socava el pensamiento profundo. Así que, cuando nos conectamos, intercambiamos profundidad por amplitud, contemplación por estimulación. 

O de manera más reciente, el filósofo mexicano Ernesto Priani, enfocándose en las redes sociales:

A menudo cometemos el error de pensar que las redes sociales son neutras, en el sentido de que sólo son herramientas de comunicación sin un sesgo que las incline hacia algún lado, y que detrás de cada expresión en ellas hay una persona que emite una opinión o expresa una emoción. Pero desde hace tiempo sabemos que hay dos factores que intervienen directamente en el funcionamiento de las redes, sobre todo a partir de que se convirtieron en una eficaz herramienta política, y que a veces inducen y otras fomentan ciertas tendencias: los algoritmos con que están construidas y el uso de robots (bots) por parte de grupos de interés para producir tendencias, magnificar las existentes y ganar el espacio público.

McLuhan dijo que cuando nos acercamos a la tecnología de manera acrítica ya nos parecemos a los robots. Este es el gran tema de la civilización hacia el futuro. La forma en la que programamos la tecnología es la forma, hasta cierto punto, en la que programamos y habituamos nuestra conciencia, especialmente si interactuamos con la tecnología de manera poco crítica. Fácilmente podemos caer en las burbujas de odio o en las burbujas de nimiedades y comportamientos mezquinos y adictivos que abundan en las redes sociales. 

 

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