Con los medios digitales surgen nuevas enfermedades, quizá porque la tecnología digital, como ha sugerido Douglas Rushkoff, debe entenderse como una droga. Al igual que los traficantes callejeros de sustancias que buscan enganchar a sus clientes con el fin de aumentar sus ganancias, los diseñadores de plataformas como Instagram o Facebook buscan enganchar a los usuarios usando todo tipo de algoritmos e innovaciones en el diseño (a veces incluso basándose en técnicas de neurociencia para activar el sistema de recompensa de dopamina en el cerebro).
De aquí que una de las condiciones peculiares de los medios digitales es el llamado "Zombie Scrolling Syndrome", término acuñado por la empresa de antivirus McAfee (una compañía no sin intereses en el asunto) pero que ha tenido eco entre terapeutas y teóricos de medios más serios. Antes, por supuesto, se hizo popular el término "binge watching" (el "atracón" de series de Netflix).
El zombie scrolling consiste básicamente en ese acto automático de seguir "escroleando" en sitios que tienen contenido casi ilimitado, bajando hacia los abismos del timeline, buscando un nuevo fix de dopamina. Esta conducta semeja en cierta forma a la de un zombi, en tanto que se interactúa con el contenido con una baja intensidad de atención, acaso como se consume comida chatarra. En muchos casos son adolescentes que siguen "escroleando" en los feeds de sus amigos, comparándose con ellos, o en los feeds de personas más atractivas cuya vida increíble (o increíblemente editada) se muestra en los aparadores digitales. Esto suele ocurrir a altas horas de la noche, contribuyendo al insomnio o a la mala calidad de sueño debido a los pensamientos obsesivos o a la exposición a la luz de la pantalla, que puede afectar los ciclos de producción de melatonina.
Más allá de esta descripción un tanto hiperbólica, el consumo de información en Internet sí es un problema real, con millones de personas adictas, y se caracteriza justamente por una divagación, por perder el control de la atención, y suele producir estados de ansiedad o depresión. Para evitar esto, lógicamente, uno debe cultivar cierta higiene digital, una disciplina en los modos en los que se interactúa con la información. Por ello resaltamos, por ejemplo, el trabajo de Douglas Rushkoff o Jaron Lanier, teóricos de medios que han hecho énfasis en la importancia de una conciencia crítica en torno a los efectos de los medios en la atención humana y en la capacidad de socialización. Por ejemplo, es necesario notar que los medios digitales son espacios minados que monetizan la atención humana y que, por ello, se valen de todo tipo de trucos para capturarla. Asimismo, hay que notar los elementos de alienación que tiene el consumo de información en Internet. En otras palabras, simplemente es importante limitar el tiempo de pantalla y fomentar actividades físicas y sociales en el espacio real.
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